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NOTAS DE LA DIRECTORA...
La primera vez que leí el relato de Eider Rodríguez, Un corazón demasiado grande, me sentí profundamente conmovida. Pensé que escribir una película basada en este relato me permitiría reflexionar sobre un tema que siempre me ha intrigado: lo complejas y enrevesadas que pueden llegar a ser las relaciones humanas. Me enamoré de unos personajes que sentía profundamente humanos, tan contradictorios en lo que decían y hacían que demostraban cuán verdaderos eran. Pero ante todo vi en este relato la posibilidad de reflexionar sobre cómo la cercanía de una muerte nos posiciona de otro modo ante la vida.
Una de las primeras decisiones que tomé al comenzar a escribir el guion fue trasladar la trama a Horta de Sant Joan y sus alrededores, en Tarragona. Horta es el pueblo de mi familia, mi segundo hogar. Las Terras de l'Ebre y del Matarraña, con sus masías y paisajes de olivos, forman parte de mi imaginario personal. Es un lugar que me inspira y que conozco profundamente, un escenario que ha marcado mi vida y mis recuerdos, y que me permitió afrontar el rodaje sintiéndome en casa. Y así es como he abordado la creación de esta película: poniendo mis propias vivencias y emociones a su servicio.
Con esta película he intentado retratar lo que se siente al perder a un ser querido, con la esperanza de poder encontrar algo de belleza en ese profundo dolor. Por esa razón, y porque surgió de una necesidad tan personal, Un corazón demasiado grande se transformó en Los destellos: una película que habla sobre el paso del tiempo, sobre lo que perdura y desaparece, sobre las huellas que dejamos y las que otros dejan en nosotros. Pero, sobre todo, una película que reivindica la bondad y el amor, que defiende el perdón y los cuidados mutuos, y una invitación -ojalá- a vivir y disfrutar plenamente de la única certeza que tenemos, nuestro presente.