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La historia de Coraline y su aventura en el Otro Mundo ha seguido muchos caminos, de un padre a una hija, de la pluma al papel, del libro a la película, del decorado a la pantalla 3-D.
El autor Neil Gaiman recuerda que a principios de los años noventa su hija tenía “cuatro o cinco años. Cuando volvía del colegio, me encontraba en casa escribiendo. Se subía a mis rodillas y me dictaba pequeñas historias acerca de una niña llamada Holly cuya madre era raptada por una bruja mala que se parecía a su madre”.
El escritor sigue diciendo: “Se me ocurrió buscar un libro con una historia parecida, pero no encontré ninguno y decidí escribirlo yo”.
Después de decidir que la estética de la película no seguiría el estilo de las ilustraciones de Dave McKean en el libro, el director se puso en contacto con el ilustrador y dibujante Tadahiro Uesugi: “Quería la estética clásica del libro de cuentos realzada por un potente grafismo. Tadahiro se inspira en los ilustradores estadounidenses de finales de los 50 y principios de los 60”.
La ultima versiòn del guiòn se termino en 2005 y a partir de ese momento comenzaba la preproducción de LOS MUNDOS DE CORALINE empezó en 2005.
El proceso de animación stop-motion es muy especializado. Los animadores manipulan fotograma a fotograma los objetos (personajes, atrezo, decorados, etcétera) en una plataforma de trabajo. Se fotografía cada fotograma para la cámara de cine. Cuando se ensamblan y proyectan las miles y miles de fotografías, los personajes se mueven con fluidez y continuidad. Es magia cinematográfica hecha a mano.
Filmar una película de animación stop-motion tiene muchos parecidos con un rodaje convencional: hay que construir decorados; se debe peinar a los personajes, maquillarlos, vestirlos, iluminarlos... y dirigirlos.
Pero el mundo de la película nace de la imaginación, especialmente de la imaginación de los animadores que mueven a los personajes milímetro a milímetro, dándole ese estilo tan particular.