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 NOTAS DEL DIRECTOR...
  "La lucha canaria es, en sí misma, un espejo de nuestra historia. Es un rito que existía antes de la colonización, que en su origen fue una forma de defensa, de tradición, de entretenimiento y que en el siglo pasado se convirtió en deporte. El germen inicial de esta película fue la poderosa metáfora que encierra el propio acto de luchar: resistir, aguantar, no dejarse caer.
  La Lucha es también una película sobre la pérdida, sobre el aprendizaje de dejar cosas atrás en el camino que nos impone la vida. El duelo se convierte en una forma de combate silencioso, y en ese terreno físico y emocional conviven lo personal y lo colectivo. Quisimos apartarnos de la imagen turística con la que, tantas veces, se ha representado el imaginario de las islas y acercarnos a una mirada íntima, donde el sudor, la respiración y la arena pudieran contar su propia historia."

  La Lucha Canaria es un símbolo de identidad y tradición en el archipiélago. Este deporte autóctono de las Islas Canarias, posee una profundo arraigo histórico y cultural que se remonta a la época prehispánica, siendo ya ejercido por los antiguos pobladores de las islas. Se cree que la practicaban como parte de sus rituales, para resolver disputas territoriales, en festividades o simplemente para demostrar fuerza y habilidad. Las crónicas de los conquistadores castellanos ya hacen referencia a estas manifestaciones.
  La Lucha Canaria es mucho más que un deporte. Sus valores fundamentales son la nobleza, el respeto y la tradición. El objetivo no es herir al adversario, sino desequilibrarlo para que toque el suelo con cualquier parte de su cuerpo que no sea la planta del pie. Al finalizar el enfrentamiento, el luchador vencedor ayuda a levantarse a su oponente, en un gesto de compañerismo y respeto. La lucha se considera un patrimonio cultural de Canarias.
  Los combates se desarrollan en un espacio circular de arena o tapiz llamado “terrero”, con dos círculos concéntricos de 15 y 17 metros de diámetro.
  Las técnicas para derribar al oponente se conocen como “mañas” y están prohibidos los golpes o las estrangulaciones. El objetivo es que el contrario pierda el equilibrio. Los luchadores se agarran de la “ropa de brega” (una camisa o blusa y un pantalón de tela resistente), y buscan proyectar, desviar o bloquear a su adversario.
  Algunas de las mañas más conocidas son:
.- Mañas de agarre: Consisten en agarrar alguna parte del cuerpo del oponente para desequilibrarlo o levantarlo, como la “Cogida de Muslo” o la “Cogida de Tobillo”.
.- Mañas de bloqueo: El objetivo es bloquear las piernas o brazos del oponente para desestabilizarlo, como el “Toque por Dentro” o el “Garabato”.
.- Mañas de desvío: Se basan en el movimiento del cuerpo para esquivar la acción del oponente y aprovechar su propia fuerza para derribarlo.

  La lucha se ha ido adaptando y evolucionando con el paso de los años.
El primer reglamento oficial se estableció en 1872 en Matanzas, Cuba, por emigrantes canarios. No fue hasta 1960 que se consensuó un Reglamento General Orgánico que unificó las reglas.
  En la actualidad, existen en las Islas 68 clubes deportivos de lucha canaria que engloban a los más de 3.500 deportistas federados. Prácticamente cada pueblo de Canarias, cuenta con un terrero de lucha que mantiene más viva que nunca esta tradición milenaria.

UN HOMENAJE A UN ESPACIO DE RESISTENCIA...
  La Lucha pretende ser un homenaje a uno de los pocos espacios de resistencia identitaria que permanecen vivos en el Archipiélago. La lucha canaria es una expresión de fuerza, pero también de bondad, de competición y de amistad. Es un mundo que abarca mucho más de lo que el espectador ve en el terrero, y por eso quisimos adentrarnos con la cámara hasta lo más profundo de sus personajes, tratando de traducir en imágenes emociones que trascienden las palabras.
  La lucha canaria es, en sí misma, un espejo de nuestra historia. Es un rito que existía antes de la colonización, que en su origen fue una forma de defensa, de tradición, de entretenimiento y que en el siglo pasado se convirtió en deporte. Todo eso convive en el imaginario isleño: el gesto ancestral, la transmisión de padres a hijos y de abuelos a nietos, pero también de madres a hijas, que en silencio han tejido su lugar en esta tradición.

LA METÁFORA QUE ENCIERRA EL ACTO DE LUCHAR...
  El germen inicial de esta película fue la poderosa metáfora que encierra el propio acto de luchar: resistir, aguantar, no dejarse caer. Desde nuestro anterior trabajo, Slimane, nos interesa el cuerpo como narrador, como superficie donde se inscriben las emociones. En La Lucha ese interés vuelve a estar en el centro: el cuerpo es el eje del relato, el lugar donde se encarna tanto la identidad colectiva como la fragilidad íntima de los personajes.
  La película se articula en torno a una relación familiar: la de un padre y una hija que han perdido a la madre tras una enfermedad. En ese vacío, en ese duelo, la lucha aparece como refugio, como espacio de resistencia y de transmisión. La Lucha es también una película sobre la pérdida, sobre el aprendizaje de dejar cosas atrás en el camino que nos impone la vida. El duelo se convierte en una forma de combate silencioso, y en ese terreno físico y emocional conviven lo personal y lo colectivo.

HISTORIAS REALES QUE MOLDEAN LA FICCIÓN...
  Desde el inicio tuvimos claro que queríamos trabajar con no-actores: mujeres y hombres que practican la lucha y para quienes este deporte es el eje de sus vidas. Hicimos un casting de más de dos años, un proceso largo que nos permitió profundizar en este universo y conocer a personas y familias enteras atravesadas por la lucha. Ese tiempo de escucha y convivencia nos permitió reescribir el guion, dejar que las historias reales permeasen la ficción. Descubrimos que para muchos de ellos la lucha no era sólo un deporte: era una vía de escape al cotidiano, al dolor, a los problemas. Ese hallazgo afianzó lo que intuíamos desde el inicio: que la película podía sostenerse sobre la metáfora universal de resistir.
  Durante el rodaje buscamos trabajar desde la cercanía, procurando que la cámara no se limitara a un registro documental ni a un gesto folclórico, sino que se convirtiera en un lenguaje capaz de revelar lo invisible: el peso del duelo en un gesto mínimo, la fraternidad que emerge en plena competición, la ternura que se oculta en la violencia de un agarre.
  Quisimos apartarnos de la imagen turística con la que, tantas veces, se ha representado el imaginario de las islas y acercarnos a una mirada íntima, donde el sudor, la respiración y la arena pudieran contar su propia historia.

IDENTIDAD COLECTIVA Y FUERZA FAMILIAR...
  Además, La Lucha nos ha permitido unir dos elementos que nos obsesionan: la exploración de los vínculos familiares y la reflexión sobre la identidad colectiva. En este cruce encontramos también un lugar de aprendizaje personal. Filmar el duelo de un padre y una hija ha sido, para nosotros, una forma de interrogarnos sobre cómo habitamos la pérdida, cómo transmitimos la fuerza de generación en generación, cómo nos sostenemos unos a otros para no caer. 
  Al final, La Lucha es un retrato doble: el de un pueblo que se reconoce en un rito ancestral, y el de una familia que aprende a vivir con la ausencia.
  Ambas luchas, la colectiva y la íntima, hablan de lo mismo: de la necesidad de resistir. Nuestro deseo es que el espectador sienta esa resonancia, que pueda descubrir no sólo un deporte, sino un pulso vital que nos recuerda quiénes somos y por qué seguimos aquí.

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