INFORMACIÓN EXCLUSIVA
SOBRE LA PRODUCCIÓN...
“La Daga de Rasputín” ha sido rodada como una superproducción que no escatima en detalles. Helicópteros y vehículos militares, reconstrucciones históricas, satélites espaciales... Al servicio de la comedia de aventuras más disparatada del cine español de los últimos años.
Un enorme despliegue de efectos digitales nos trasladará al antiguo Egipto, a las dachas siberianas, a los más modernos paneles de control de un satélite espacial o al interior de la mismísima momia de Lenin.
Más de 5.000 m2 de decorado han sido construidos para rodar los interiores de la historia que transcurre entre España y Rusia.
Para los exteriores, el equipo se trasladó a numerosas localizaciones como el Palacio de las Salinas de Medina del Campo (balneario que guarda numerosas similitudes arquitectónicas con sus paralelos en el Báltico), la cárcel de Segovia, el Monasterio de Uclés (Cuenca) e incluso a Moscú, donde nuestros “heroes” rodaron en la mismísima Plaza Roja una alocada carrera en su búsqueda de LA DAGA DE RASPUTIN
NOTAS DEL DIRECTOR...
LA DAGA DE RASPUTÍN es el resultado de satisfacer un estado de necesidad creativa. Todos por necesidad biológica necesitamos comer. Pero no sólo de pan vive el hombre y un servidor no puede vivir sin hacer algo que trasmute la realidad cotidiana. El Cine cumple esa función. ¿Se imaginan cómo hubiese sido el siglo XX si no hubiera existido el cine? ¿Cómo hubiésemos imaginado la historia de Espartaco si haber visto ESPARTACO, o el lejano oeste americano sin haber visto LA MUERTE TENIA UN PRECIO? ¿Qué sería de nosotros, habitantes de cubículos hacinados en colmenas humanas llamadas ciudades, si solamente nos viéramos reflejados en los cristales de las ventanas y escaparates? No lo sé, pero sí sé que gracias al cine, una tarde puede ser maravillosa sin salir de nuestro entorno. Podemos viajar a mundos lejanos y conocer lugares fantásticos sentados en una butaca...
LA DAGA DE RASPUTÍN es eso, un viaje lejano, una aventura fantástica y divertida, la búsqueda de un tesoro omnipotente, misterioso, oculto en las tinieblas de la historia...
Siempre me ha preocupado saber cómo sería nuestra visión de la historia si la historia no escrita también se hubiera escrito. Y qué sería de la historia sin las leyendas que dieron origen a los mitos y por consiguiente a los ritos.
¿Existiría el mundo que conocemos sin Merlín, El rey Arturo y los Caballeros de la Tabla redonda, El rey Salomón, Hércules y sus trabajos?. Por eso yo siempre he pensado que la humanidad hubiera seguido otro rumbo si Rasputín no hubiese existido.
¿Qué hubiera pasado si Rasputín hubiera conseguido influir más en los Zares y Rusia se hubiera retirado antes de la Primera Guerra Mundial, ¿Se habría producido la revolución de 1917?, ¿Habría existido el comunismo?, ¿Y si Rasputín no hubiera sido asesinado, que influjos en la aristocracia y la sociedad rusa habría ejercido después?, ¿Se habrían dado las condiciones en Alemania para el surgimiento del Tercer Reich?...
Con todas estas preguntas me embarque en la aventura de imaginar lo posible, verosímil y sin apenas notarlo desembarque en la fantasía. Pero descubrí con el coguionista Joaquín Andújar que la fantasía extraída de la Historia no es posible sin sentido del humor. Tal fue el caso de mi primera película EL ORO DE MOSCU.
Y con estos y otros pensamientos que me vinieron a la cabeza comencé a escribir LA DAGA DE RASPUTÍN...
Jugaba con la ventaja de tener ya definidos los personajes anteriores de EL ORO DE MOSCU: Papeles, su mujer Alejandra, su hija Carmen, Jacinto.
Y por las tropelías que cometieron en la búsqueda del Oro, lo lógico y previsible es que estuvieran en la cárcel. Y así comenzó todo. Ahí en la cárcel conocerían a otro personaje: El Araña, que serviría de trampolín para las próximas hazañas. Todas las leyendas parten de algo real. Rasputín existió y yo digo que la Daga también y, quién sabe si dentro de mil años a Rasputín se le conozca mas por su “Daga” que por haber curado al primogénito de los Zares. El tiempo lo dirá. Los que vamos a ver la película, nunca lo sabremos, pero nos queda el consuelo de imaginar la “Daga” como algo real, y así tendremos el privilegio de casi tocarla antes de que las generaciones venideras escriban sobre ella.
Hasta aquí todo parecía muy fácil, tenía los personajes principales, una historia casi verdadera, y el disparate estaba servido a juzgar por la trayectoria de los personajes en situaciones anteriores. Pero he aquí que todos estábamos en España, y Rasputín era ruso y por consiguiente la “ Daga” también. Imaginar y escribir lo imaginado es muy fácil, pero llevarlo a la pantalla no lo es tanto, y menos en un país grande para muchas cosas pero muy pequeño para otras. Sobre todo si tenemos en cuenta que todo el presupuesto del cine español de un año, equivale, en algunos casos, a una sola película americana...
Este era el reto, cómo conseguir suplir medios con imaginación, y a su vez ingeniárselas para transformar la imaginación también en medios. Me explico: Los efectos visuales han pasado a formar parte del cine moderno casi tanto como los decorados, pero pocos saben que un efecto digital requiere más tiempo en su creación que todo el rodaje de una película. Por eso había que entremezclar muy bien lo real con lo fantástico en la propia escritura del guión, para que a su vez se diera una simbiosis en el propio rodaje de los decorados reales con los digitales.
Esto conlleva un trabajo muy laborioso de Storyboard del que no me voy a extender. Pero contaba con una ventaja incuestionable con respecto a las grandes producciones del Imperio: Los actores. Ellos, entre los que tengo el orgullo de incluirme, suplen con creces las dificultades de rodaje y posproducción con las que nos enfrentamos.
Nadie en el mundo sabe reírse de sí mismo y de sus congéneres como nuestros cómicos, emanados de las viejas pero cercanas escuelas de nuestros mayores, solo hay que ver BIENVENIDO MISTER MARSHALL para darse cuenta de ello.
Sabemos encajar los golpes de ridículo sin complejos, sacamos partido de la miseria para convertirla en risa, y esta risa es la clave de nuestro verdadero poder y la que nos hace competitivos.
En eso, en la carcajada, que va mas allá de la risa os puedo garantizar que somos los mejores, y además tenemos una ventaja, la realidad que nos rodea está repleta de lo mismo, aquí, por las vicisitudes de nuestra historia e idiosincrasia hemos convertido desde siempre las penas en alegrías.
Lo mismo sucede con el trabajo de rodar una película con compañeros tan geniales, hemos convertido el cansancio de las muchas horas diarias de rodaje en horas de chanza. Ese ha sido nuestro secreto para hacer reír; reír para no llorar. Y así hasta llorar de risa.
En el guión ponía claramente que tal o cual secuencia sucedía en la Plaza Roja de Moscú... Hasta aquí, todo es normal ¿No? : Hay secuencias en muchas películas que suceden en Paris, en Roma o en el Central Park de Nueva York, pero he aquí cual fue mi sorpresa, cuando los productores me dijeron que nadie, ni los propios rusos, habían rodado nunca una secuencia de una película en la Plaza Roja. (Hasta ese momento... curiosamente, un año después la Plaza se abrió a los rodajes a bombo y platillo... )
Se me heló el aliento y me quedé petrificado. Sin la Plaza Roja, no había Rasputín, ni Daga, ni Rusia.
Qué medios tan brutales se necesitarían para construir una Plaza Roja, no habría presupuesto en España para sufragar semejante cosa... Pero he aquí que siempre, y es la parte mágica de hacer cine, que en los momentos más terribles la “fuerza” te acompaña. Y se dio la circunstancia que Enrique Cerezo consiguió lo imposible: que nos dejaran rodar como primicia mundial en la propia Plaza Roja.
Tal fue el entusiasmo, que el viaje a Rusia se convirtió tanto por el equipo como por los actores en una aventura indescriptible, y por supuesto, con Vodka incluido, que todo hay que decirlo.
Una vez allí, sucedieron todo tipo de contratiempos y dificultades, cómo no, tratándose de un país tan peculiar y a la vez maravilloso, contratiempos que no voy a recrear; pero esa incertidumbre de no saber hasta el último instante si de verdad íbamos a poder rodar, contribuyo de manera favorable a la mayor comicidad de la película. Esa perplejidad y esos nervios impregnaron las secuencias de un tembloroso patetismo que quedo incrustado para siempre, tanto en las imágenes de la película como en nuestras propias carnes. Sólo deseo que al menos el espectador reciba una pequeña parte de esas sensaciones entre tenebrosas e hilarantes que nosotros los actores y el equipo, vivimos. Lo demás es historia, que a otros corresponderá en su día reescribir.
Mientras tanto les dejo con esta: LA DAGA DE RASPUTÍN, para que la disfruten.