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NOTAS DEL DIRECTOR...
En Lily hemos querido encapsular los miedos, anhelos, esperanzas y tristezas de los jóvenes que ya han pasado el ecuador de los veinte años y se lanzan hacia los treinta sin ver aún el muro contra el que se van a estampar. Lily está llena de vida, es una apisonadora, un cohete espacial, una fuerza de la naturaleza. Hace lo que le da la gana sin atender a razones. Con su camiseta sin mangas, el bolso cruzado, los tejanos, las zapatillas deportivas y la melena suelta se erige como una superheroína venida a menos a la que sólo le falta una ametralladora bajo el brazo para dar rienda suelta a sus ganas de destruirlo todo.
Ella marca el ritmo de la película, que sube y baja según su estado emocional… y su nivel de borrachera. La cámara histérica, etílica, envuelve a los personajes y no los deja escapar, el formato panorámico en vez de proporcionar aire ahoga con primeros términos; los interiores son tenebrosos o estridentes, los exteriores de un amarillo enfermizo; hay mucho ruido, música a todo volúmen, gritos de júbilo y desesperación… la ciudad está viva y la película cabreada, como Lily.
La deriva en la que nuestra protagonista y sus amigos se ven inmersos se traduce en una estructura narrativa deshilachada, con Lily yendo en busca de aventuras, siempre hacia adelante en una acumulación incontrolable de situaciones mientras los personajes secundarios entran y salen caprichosamente de la historia. Lily va de un sitio a otro sin parar, andando, corriendo, en patines o en moto, atravesando la ciudad y la madrugada en busca de la felicidad. La historia de Lily debía ser una comedia, pero el resultado ha acabado siendo más siniestro, más desesperado de lo que estaba previsto, ya que inevitablemente una película no deja de ser un reflejo de los tiempos que le ha tocado vivir a la gente que está detrás de la cámara. Durante los últimos años el mundo se ha oscurecido sin que nosotros, los jóvenes que estamos a punto de llegar a la treintena, hayamos podido impedirlo. Pero aunque a veces nos sentimos impotentes, terminamos sacando fuerzas para seguir adelante, como hace Lily.