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ENTREVISTA A RITHY PANH...
¿Es “reconstrucción” la palabra adecuada para definir esta película?...
.- No, mi película tiene mucha más vida que eso. Es sobre lo que hace un hombre, lo que lo constituye. Soy un campesino ingenuo y tengo los pies en el suelo. No pretendo exponer grandes teorías. De hecho cada vez que intento profundizar en esas teorías, me explotan en la cara. Caes en el voyeurismo, en el pathos.
¿Cuál es la imagen que le falta?...
.- Esa es la pregunta planteada a lo largo de la película. ¿Qué estamos buscando? ¿Es una foto que muestra el Khmer Rouge ejecutando a alguien? ¿Es una foto de mis padres a los que me hubiera gustado ver envejecer? ¿Qué habría pasado si mis sobrinos no hubieran muerto, se habrían casado? Todas estas son las imágenes que faltan. El objetivo de L’IImage manquante (The Missing Picture) es el proceso de creación de esa imagen que falta.
¿Qué historia nos cuentan las figuras?...
.- Existen dos tipos de imágenes en mi película: las imágenes de archivo que nosotros podemos diseccionar y las imágenes que he creado, las que proyecto. Estos dos tipos de imágenes continuamente se contradicen entre sí. Mis figuras no se mueven, no estamos ante una película de animación 3D. Son estáticas. Nosotros somos los que nos movemos, creando una atmósfera... Por otro lado, no hay ninguna atmósfera ni sonido en las imágenes de archivo. Las figuras no hablan entre sí, hablan a través de su situación en un espacio y gracias a la voz en OFF están mucho más vivas y son más expresivas que la gente que vemos en las imágenes de archivo. La gente de esas imágenes son robots. Son gente hecha de polvo, de granos de arena. En este caso el ser humano y la identidad individual ya no cuentan. Es la masa lo que cuenta.
¿El acto de mostrar cómo se esculpen las figuras era importante para ti?...
.- Quería que el público viera como se fabricaban las figuras, esto me permitía ponerlas y quitarlas. Técnicamente, podría haberlas puesto o haberlas quitado sin que nadie pudiera ver nada, pero el movimiento era importante para mí. Cuando miras una cabeza de Buda para ti es una escultura, para mí es un alma. Cuando vas al Museo Guimet (París), cada una de esas esculturas tiene un alma. El arte y el alma no deben estar separados. El arte es poderoso si es honesto, si tiene valores humanistas. Si el arte es generoso, libre, original, entonces tiene alma.
¿No es cierto que La Imagen Perdida (L’Image manquante) no es una película de cine, si no una película sobre el cine y cómo alguien se puede expresar través de él?...
.- El film empieza con tomas de fragmentos de película deteriorada, es la prueba del paso del tiempo, de la destrucción de imágenes, imágenes que quizás ya no existen. Y mientras tanto, cuatro tomas después, aparecen las figuras. Aparece un poeta, en el sentido griego de la palabra (creador). Un ser humano es realmente humano solamente si es un creador, no en el sentido de Dios creando el mundo, si no en el sentido de algo que ha imaginado y que ha expresado. Esto es lo que nos hace humanos, y es en esa dimensión que el cine puede encontrar su fuerza. El 3D es genial, todo vuela, pero es sólo entretenimiento. No tiene alma. No son como mis pequeños personajes en 3D, hechos de arcilla, que sí tienen un alma, y que aunque no se muevan concentran todas las emociones. Luego continuamos con algo diferente. No quiero que me digan que siempre estoy insistiendo sobre el mismo tema, una y otra vez sobre el Jemer Rojo. Cada una de mis películas ofrece una perspectiva diferente. Es siempre mi historia pero contada cada vez de diferente manera. Woody Allen es un judío de Nueva York y eso es de lo que habla en cada una de sus películas. Me gusta mucho su trabajo y nunca le reprocharía que siempre me cuenta la misma historia. En cada una de sus películas Woody Allen nos presenta una nueva forma de filmar, una nueva puesta en escena y situaciones diferentes, como cuando los personajes salen de la pantalla en la Rosa Púrpura del Cairo. Esa imaginación suya nos demuestra que no sólo es un director que ha encontrado un terreno en el que puede continuar trabajando cómodamente. Volvemos a la idea que para crear arte se necesita un alma.
¿Podríamos decir hay un grado de autocrítica en esta película?...
.- Quizás mi familia esté viendo la película y piense que me he convertido en un experto del bla, bla, bla. Esta es mucho más personal que anteriores películas y, al mismo tiempo me plantea preguntas y me pone en peligro. Incluso en su forma es peligrosa. Alguien que vea las figuras se preguntará si he hecho una película animada sobre el genocidio y los jemeres. Es una advertencia para mí: si el arte aporta algo nuevo, una manera diferente de ver las cosas, si ayuda a entenderlas, entonces es importante continuar, porque es necesario. No vale la pena hacerlo sólo por hacerlo... Cada nuevo trabajo debe aportar algo nuevo. Cualquier película que lo logra demuestra que es mucho más fuerte que cualquier forma de totalitarismo y de cualquier forma de destrucción que se te imponga. Tienes que ser un cineasta antes de ser un cineasta del genocidio. El día que te conviertes sólo en un cineasta del genocidio, es mejor parar y ser camarero o poner un restaurante.
¿Y después de 'La Imagen perdida'?
.- Mi búsqueda continúa a través de mis actividades en los Ateliers Varan (París) y en el centro de investigación Audiovisual Bophana (Phnom Penh, Camboya). El día que usted escuche que estoy haciendo un musical, significará que estoy mucho más cuerdo pero seguiré centrado en algún trabajo que explore el genocidio de Camboya.