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NOTAS DEL DIRECTOR...
Cumplir con las expectativas se está convirtiendo en misión imposible y caer en el desánimo es ciertamente fácil hoy en dia. ¿Pero, por qué no darle la vuelta a este planteamiento? ¿Por qué no desterrar esa expresión que dice que los trenes sólo pasan una vez en la vida?
De esta premisa surgió "Las ovenas no pierden el tren", una película nacida de un momento de auténtico colapso social. Sin ser una historia autobiográfica, me siento identificado con muchas de las situaciones de la película, y de casi todos los personajes tengo un referente "de carne y hueso" en el que me he inspirado.
En este sentido está es una comedia esencialmente contemporánea, ya que el contexto en el que se mueven los personajes es el que nos está tocando vivir. Pero no pretendo hacer ningún retrato social del momento, sino más bien un relato intimista y divertido de cómo sobreponerse al día a día. Es una comedia de personajes: de ellos parte todo, y ellos son el auténtico motor de la historia.
En esta ocasión he contado con un gran reparto protagonizado por Raúl Arévalo e Inma Cuesta, aunque la película en ningún momento pierde la coralidad de las diferentes historias que se van entrelazando e influyendo las unas en las otras. Si Raúl e Inma interpretan a una pareja en crisis que busca enderezar su relación y aumentar la familia, Alberto San Juan e Irene Escolar son una pareja amenazada por la brecha generacional que crea su diferencia de edad. Y Candela Peña, que interpreta a la hermana mayor de Inma Cuesta, es una buscadora profesionald el "hombre de su vida" con poco tino.
Hablar de las expectativas es también hablar de la familia, que que de ellaa nacen la mayoría de los "pequeños traumas" que nos acompañan de por vida. Las cosas se complican cuando, como ocurre con los protagonistas de esta historia, además de ser hijo eres padre. Como hijos se sienten juzgados y como padres se ven poco capacitados para educar conrrectamente a sus hijos.
Tener un hijo es complicado y en ocasiones agotador, pero también nos sorprende y nos inspira con los detalles más pequeños, como cuando llevé a Ciro, mi hijo de tres años, por primera vez al cine y me dij: "papá, ¿a que tú también has hecho un montón de películas?". Esa misma noche empece a escribir "Las ovejas no pierden el tren".