INFORMACIÓN EXCLUSIVA
‘La conspiración el silencio’ narra la historia de un joven fiscal que se embarca en una incansable búsqueda de la verdad a finales de la década de 1950. Luchando contra todos los obstáculos imaginables, acaba chocando contra sus propios límites y contra los de un sistema que hace más fácil olvidar que recordar. Basada en hechos reales, ‘La conspiración del silencio’ ofrece una mirada muy personal y particular del estilo de vida de los años del «milagro económico», la era de las enaguas y el rock and roll, en la que la gente quería olvidar el pasado y mirar hacia delante. La película lanza una mirada emotiva y trepidante a un capítulo de la Historia poco conocido que cambió fundamentalmente la forma en que Alemania trataba a su pasado. Una fascinante historia de valor, responsabilidad y lucha por la justicia.
«Hay gente en Alemania que sigue pensando que una película seria no debe ser entretenida», explica la productora Uli Putz. «Pero eso es precisamente lo que queremos hacer en ‘La conspiración del silencio’». «En cierto sentido, vemos nuestra película como una forma de evitar el olvido; sin embargo, no está planteada como una lección de historia ilustrada, estructurada y políticamente correcta, sino como la emocionante y entretenida aventura de un héroe. En esa época, hicieron falta más de cinco años desde las diligencias preliminares hasta que se empezaron los procedimientos principales del primer juicio de Auschwitz. Los comienzos de esta película duraron un tiempo parecido.»
La idea central surgió de la guionista Elisabeth Bartel. Había leído sobre el tema en un periódico y se puso en contacto con la productora Sabine Lamby. Ella reconoció inmediatamente el potencial de la historia, que nunca antes se había contado en el cine. Las dos empezaron a desarrollar la historia, y luego ficharon a Giulio Ricciarelli para que participara en el guión. Durante esa fase, Ricciarelli desarrolló tal fascinación por el tema que se dio cuenta de que tenía que convertirse en una espléndida película histórica, y que tenían que encontrar a un productor experimentado para que el resultado fuera exitoso. Así empezó una fase de dos años de meticuloso desarrollo del guión. Muy al principio de esta fase, los participantes acordaron que el director sería Ricciarelli. «Sus premiados cortos reflejan su visual forma de pensar, y con qué maestría sabe dirigir la acción y a los actores», explica Putz. Elisabeth Bartel y Giulio Ricciarelli decidieron expresamente contar una historia ficticia, aunque con un telón de fondo de hechos reales y con la inclusión de personas que existieron de verdad. «Aunque el fiscal general Fritz Bauer y el periodista Thomas Gnielka existieron de verdad, nuestro protagonista, el joven fiscal Johann, es un personaje ficticio, una combinación de los tres fiscales que realmente digirieron las investigaciones de la época», explica Uli Putz. «El mayor reto que planteó el desarrollo del guión fue equilibrar los elementos individuales: por un lado queríamos conservar los hechos decisivos, pero por otro añadir un componente emocional a la acción.» Para describir los hechos históricos de la manera más fiel posible, los guionistas buscaron apoyo de expertos en la materia desde el principio: Elisabeth Bartel se puso en contacto con el historiador Werner Renz, del instituto Fritz Bauer, durante la fase de investigación. La película ofrece mucho material para el debate, opina Claussen: «En aquella época, cuando había que demostrar la necesidad de que se celebraran los juicios de Auschwitz, el fiscal general Fritz Bauer pronunció esta polémica máxima: “Nadie tiene el derecho de ser obediente.
NOTAS DEL DIRECTOR...
Una historia de valentía, de lucha por lo que es correcto y de redención. Estamos en Alemania, en 1958. Una atmósfera de optimismo frenético y de negación, un país que se está reconstruyendo a sí mismo. Aun así, la sombra de los crímenes de guerra persigue a sus ciudadanos, y está verdaderamente a la vuelta de la esquina. Creo que el tema de la película es el que dicta sus criterios estéticos. El trabajo de cámara es clásico: las tomas compuestas calibran lo que vemos y lo que se deja a la imaginación. El espacio y el tiempo están diseñados para permitir una interpretación potente; son las emociones las que hacen avanzar la historia. El montaje es suave, rítmico y preciso. Quiero que el público se sumerja sólo en la historia, que la compleja narración sea más asequible gracias a una música intensa pero minimalista. Ninguna de las partes debe de captar la atención por sí misma para restarle al conjunto de la historia. Confiad en esta historia; una historia de nuestros tiempos. Vivimos en una época de autopublicación, en la que los chavales de 13 años son su propio departamento de relaciones públicas, mientras que, como individuos, sentimos que no podemos influir en un mundo tan globalizado, conectado y complejo. En esta época, esta historia nos recuerda que siempre son los individuos los que traen el cambio y empujan a las civilizaciones hacia adelante. Esta lucha, el dolor y la belleza de esta lucha, son el centro de la película.