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NOTAS DE LOS DIRECTORES...
Escribimos esta historia en 2005 para Emma Suárez y se la propusimos en el 2006. Desde entonces, ella siempre ha sido Ana, la madre de “La próxima piel”. Al hijo adolescente, en cambio, no lo teníamos. Necesitamos que pasaran ocho años para que el niño Àlex Monner creciera y pudiera encarnar a nuestro protagonista. Curiosamente, los mismos ocho años que lleva desaparecido su personaje en la ficción.
Por el camino todos hemos cambiado mucho, hemos hecho películas e hijos. Algunos de los temas que nos fascinaban entonces siguen estando en la película: el autoengaño, los inciertos lazos familiares, la necesidad de ser querido incondicionalmente, la fragilidad sobre la que se asienta la identidad y el deseo de convertirnos en otras personas.
Pero se han añadido nuevos intereses que antes, varias películas atrás, no podíamos prever que tendríamos. Lo que nos apetecía ahora era abrir nuevos caminos en nuestro cine y trabajar el thriller psicológico y el suspense desde la máxima proximidad, física, epidérmica, a los personajes. No queríamos hacer una película de temas sino de caracteres: centrarnos en un grupo de personajes que viven de forma extremada los sentimientos más comunes, con los que todos podemos identificarnos.
En especial, nos interpela y atrae la relación de madre e hijo, la inmensa necesidad de amor que ambos tienen y que les lleva a fabricar una relación familiar a medida, recordando, olvidando
o recreando el pasado según les convenga, porque ya no pueden renunciar a los vínculos que se han creado entre ellos.
Desde el principio, nos planteamos “La próxima piel” como un proyecto que debíamos crear a cuatro manos, porque pensamos que la construcción de estos personajes se enriquecería al desarrollarla simultáneamente desde la doble perspectiva masculina y femenina: comprendiéndolos y observándolos al mismo tiempo desde dentro y desde fuera. Esta doble mirada es la que buscamos durante la escritura de las sucesivas versiones del guión, y a medida que avanzábamos comprobamos que nos era fructífera, que nuestras aportaciones se complementaban para construir las psicologías de los personajes.
Esta ha sido una película de escritura sedimentada, elaborada durante varios años, y forzosamente transformada por el cedazo de nuestras propias vivencias: la experiencia del embarazo, la maternidad, la paternidad, la consiguiente transformación de las relaciones familiares y de pareja, así como la conciencia que uno mismo tiene sobre ellas, el miedo indefinido que aparece con el nacimiento de un hijo… todos estos hitos cotidianos –tan naturales y a la vez extraordinarios- son lo que hemos vivido mientras escribíamos “La próxima piel” y, seguramente, la película esté impregnada de algunas de estas emociones en primera persona, de esta implicación íntima.