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SINOPSIS
En el París de los años 30, Madeleine, una actriz guapa, joven, pobre y sin talento, es acusada de asesinar a un famoso productor. Con la ayuda de su mejor amiga Pauline, una joven abogada sin trabajo, resulta absuelta en legítima defensa. Una nueva vida de fama y éxito la espera…pero la verdad está a punto de descubrirse...
INTÉRPRETES
ISABELLE HUPPERT, DANY BOON, FABRICE LUCHINI, NADIA TERESZKIEWICZ, REBECCA MARDER, JEAN-CHRISTOPHE BOUVET, MICHEL FAU, RADOSTINA ROGLIANO
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NOTAS DEL DIRECTOR...
Las películas sonoras siempre me han parecido el arte de mentir por excelencia y, desde que tengo memoria, he querido contar la historia de un falso delincuente. Cuando descubrí la obra de teatro MON CRIME de Georges Berr y Louis Verneuil (1934), que tuvo un gran éxito, supe que había encontrado la oportunidad perfecta para abordar ese tema.
Conservé el contexto histórico y político de los años 1930, pero adapté libremente la trama para que pudiera identificarse con las temáticas actuales sobre el poder y el control en las políticas de género. También jugué con los paralelismos entre el teatro y la justicia.
En estos tiempos de depresión colectiva, sentí la necesidad de ofrecer al público fantasía y ligereza para hacer frente a las duras realidades del presente. Así que decidí incidir en el espíritu de la comedia alocada, con sus diálogos rápidos y el uso de situaciones dramáticas inesperadas y frenéticas para poner a prueba a sus protagonistas. La mejor manera de contar la historia era hacerlo como si fuera una farsa tierna e irónica, jugando con lo absurdo y e incidiendo en la teatralidad. Se puede decir que MI CRIMEN es la entrega final de una trilogía que incluye 8 MUJERES y POTICHE, MUJERES AL PODER. Las tres películas exploran el estatus de la mujer con humor y glamour. Mis colaboradores habituales y yo nos divertimos muchísimo recreando los estilos de los años 30 y trabajando con material aparentemente obsoleto para resaltar esa inherente modernidad acelerada que sigue siendo hoy tan contemporánea, divertida y alegre. Los diálogos ácidos e ingeniosos de la obra original me recordaron a las comedias mordaces de Sacha Guitry, donde los actores brillan en todo su esplendor. Además, la película fue una oportunidad para trabajar con jóvenes actrices de gran talento en los papeles protagonistas y rodearlas de actores y actrices consolidados en jugosos papeles secundarios.
NOTAS DE LA ACTRIZ NADIA TERESZKIEWICZ...
Me encantó la idea de interpretar a una actriz que está siempre actuando. ¿Cómo ser sincero cuando estás actuando y por lo tanto, mintiendo? Esa es la pregunta que se hacen todos los actores.
Mi respuesta fue ponerme del lado de Madeleine en todo momento, ser sincera en todas las situaciones. Creo en ella. Es espontánea, nunca planea nada por adelantado. Ella sigue adelante lo mejor que puede: a veces tiene una actitud suicida y otras veces, para el cine, se muestra ligera y entusiasmada. La vemos enamorada, traviesa, incluso manipuladora, pero siempre por una buena causa. A su manera, es una persona pura.
Un año antes de rodar MI CRIMEN, interpreté a una actriz de los años 80 en la película FOREVER YOUNG de Valeria Bruni-Tedeschi. La Madeleine de los años 30 no es tan diferente. En FOREVER YOUNG, actuar es una necesidad absoluta, una cuestión de vida o muerte. En el caso de Madeleine, ya sea actuando para los jueces para salvar su vida o actuando en el escenario, su compromiso también es total.
Madeleine es joven y sigue soñando con los papeles que podría hacer, pero le impulsa una fuerza totalmente irrefrenable. La realidad de la vida se impone. Ser actriz significa darse cuenta de que incluso cuando actúas, cuando mientes, la vida es lo más importante. Durante su juicio, Madeleine recita un texto que se aprendió de memoria, pero acaba diciendo lo que realmente cree: "¿Sería posible, en 1935, que una mujer tuviera una carrera y una vida sin restricciones, con plena libertad y plena igualdad?"
Madeleine es una oportunista y busca llamar la atención, pero también se da cuenta de que puede ayudar a mejorar la situación de las mujeres. Primero lo hace con cierta inocencia y después con convicción. Se convierte en una voz moderna en una sociedad patriarcal donde las mujeres aún no tienen ni derecho al voto ni a tener una cuenta corriente propia. Para las mujeres de los años 30, la elección se limitaba a ser una esposa legítima o una amante oculta. Madeleine y Pauline quieren escapar a esos condicionamientos. Harán todo lo que puedan para conseguir la autonomía como mujeres. Luchan con todas las armas a su alcance, de forma instintiva, manipuladora, pero sin cinismo ni malicia. Pueden parecer antipáticas, pero eso no nos impide ponernos de su lado. Están defendiendo una causa, su causa. La causa de las mujeres.
En su adaptación de la obra original, François ha sabido destacar las sorprendentes similitudes con nuestra época. Su película es profundamente feminista. Cuando leí el guion, me conmovió el vínculo de sororidad entre Madeleine y Pauline. Es fuerte, indestructible. ¡Quieren conseguirlo juntas! Se cubren las espaldas. Y se solidarizan con Odette Chaumette, cuando podrían haberla visto como una amenaza que habría que derribar. En cambio, le ofrecen que reaparezca. No hay celos. Lo único que importa es su emancipación colectiva.
Al ser un reparto coral, los actores teníamos que encontrar el ritmo acertado y un buen equilibrio. Esta es una película sobre la interpretación, sobre la vida y el trabajo de los actores, así que estábamos siempre actuando, ¡y eso fue genial! Fue muy estimulante y un sueño trabajar con todos los increíbles actores que François reunió: Isabelle Huppert, André Dussollier, Fabrice Luchini… Todos estábamos muy unidos. Dar un tono moderno a una comedia ambientada en los años 30 fue un desafío y también fue increíblemente divertido.
NOTAS DE LA ACTRIZ REBECCA MARDER...
Me incorporé a La Comédie Française a los 20 años y pasé siete años allí. El teatro era mi vida. Después de pasar una audición para MI CRIMEN, descubrí un guion que abarcaba la teatralidad de la obra original con diálogos fuertes e ingeniosos y temas contemporáneos. Era un mundo que me resultaba familiar, pero con una nueva dimensión: el cine. Al igual que ocurre en el teatro, ensayamos mucho, a veces en los mismos platós. Los trajes se hicieron a la medida. Todo estaba pensado y planificado de antemano, de modo que cuando pasábamos al plató para rodar, teníamos la confianza y la seguridad necesarias para rendirnos al todopoderoso acto de actuar.
Me reí a carcajadas leyendo el guion y en el plató reinaba un gran entusiasmo. Estábamos en constante movimiento. El rodaje fue muy rápido. Me dio la impresión de que nunca dejaba de actuar; se parecía a la continuidad dramática que experimentas en el escenario cuando estás haciendo una obra de teatro. Hubo esa cohesión y ese espíritu que se produce en una compañía. Se trató por igual a los grandes actores consolidados y a los que todavía estamos verdes. Actuar con ellos fue un gran estímulo. Éramos como niños que juegan y que se olvidan de sí mismos en el juego. Había un ambiente de gran entusiasmo; todos queríamos divertirnos juntos con este material. Compartimos esa felicidad con los técnicos, trabajando todos juntos para dar vida a la comedia.
Mi personaje empieza siendo la mejor amiga de Madeleine, el hombro en el que llorar, su confidente. Al principio parece la más fuerte de las dos, pero detrás de su personalidad asertiva, vamos viendo que es frágil, sobre todo en los asuntos del corazón. Pero no está celosa de Madeleine. Es muy abierta y siempre está disponible: para Madeleine y para Odette Chaumette, la joven reportera. Madeleine y Pauline son muy buenas amigas. Me pareció que Pauline sentía una especie de amor simbiótico por Madeleine, un híbrido de amor romántico y admiración. La película solo lo sugiere, no es explícito. Y eso es lo que hace que Pauline sea tan potente y que sea fácil identificarse con ella. Comprendemos sus sentimientos y podemos interpretarlos como queramos.
A primera vista, Pauline y Madeleine pueden parecer las clásicas rivales: la rubia contra la morena, la actriz cabeza hueca contra la abogada inteligente. Pero su vínculo y su complicidad las convierten en una fuerza temible. Este dúo está firmemente unido por la solidaridad. Son muy inteligentes, pero más allá de eso, son aliadas. Se atreven a hablar. Una se atreve a ser actriz; la otra, a ser abogada. Se arriesgan. Están apostando por su futuro como mujeres. Su relación es en sí misma una historia sobre el estatus de las mujeres, la presión sobre las mujeres y la revolución que están iniciando, lejos de los clichés maliciosos que las condenaría a devorarse entre ellas.
Para mí, el final de la película es un guiño irónico y una referencia a obras maestras como EVA AL DESNUDO de Mankiewicz, donde las actrices son rivales que se hacen la vida imposible. Por el contrario, MI CRIMEN defiende el concepto de sororidad. Mientras Pauline observa a Madeleine y a Odette triunfar en los escenarios, sabe que lo consiguieron porque todas se apoyaron y ayudaron. Y esa burla del sexismo le conmueve hasta las lágrimas.
NOTAS DE MANU DACOSSE, DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA...
Las primeras preguntas que nos hicimos François y yo fueron: ¿Usamos luz natural o no? ¿Rodamos en blanco y negro o en color?
Me enseñó películas de la época que le gustaban y quería emular en espíritu, sin recurrir a referencias abiertas o a pastiches. Películas de Lubitsch (UNA MUJER PARA DOS, UN LADRÓN EN LA ALCOBA, LA OCTAVA ESPOSA DE BARBA AZUL…) y Guitry (QUADRILLE, BONNE CHANCE!…).
Nuestro desafío consistía en crear un cine "realista" que fuera fiel a la época pero sin la pretensión de reproducir lo que estábamos viendo en esas películas de los años 30.
Los equipos de rodaje actuales son muy diferentes a los de entonces. En particular, lo digital ha cambiado la forma en que iluminamos las películas. Aparte de las escenas retrospectivas en blanco y negro, filmadas en una película de 16 mm con una relación de aspecto de 4:3 y sobreiluminadas para crear la apariencia de las películas mudas, siempre busqué iluminar las escenas desde dentro. Fue un placer recrear las atmósferas art déco. Evitamos la tentación de la nostalgia cinéfila al resaltar los elementos estructurales de la película, desde los rostros de los actores hasta los decorados, desde el vestuario hasta el lenguaje. Necesitábamos "ver" esos elementos, no dejarlos en la oscuridad, así que los resalté mediante la iluminación.
Tuve largas conversaciones con el diseñador de producción Jean Rabasse, que estaba obsesionado con que los detalles fueran perfectos, y con Pascaline Chavanne, la diseñadora de vestuario de François desde hace mucho tiempo. Antes del rodaje, habían reunido un archivo muy denso con imágenes precisas. Son personas brillantes que tienen mucho gusto y también son jugadores de equipo totalmente comprometidos. Quería adaptar mi trabajo a sus ideas. Cuando Madeleine entra en un plató discreto con un vestido suntuoso, destaco el vestido. Cuando Odette Chaumette hace su entrada en la película, la ilumino como si fuera una verdadera estrella, haciendo hincapié en la tela de su maravillosa ropa, en su peinado y en sus expresiones dramáticas.
El estilo visual de la película fue tomando forma a lo largo de las reuniones y de la búsqueda de localizaciones con François y el resto de los jefes de departamento. Para mí, la escena más difícil fue la del juicio. François quería que estudiara las escenas del juicio en LA POISON de Guitry y especialmente en LA VERDAD de Clouzot, por la forma en que están montadas, y cómo incluían al público en el juicio dándoles vida en las tomas. Esto nos lleva de vuelta al teatro. Fue un verdadero desafío debido a los extras, los diferentes ángulos, el uso de dos cámaras para que los actores pudieran decir sus textos sin interrupciones, y nos llevó tres días.
La escala de esta película fue mucho más importante que la de mis colaboraciones anteriores con François: EL AMANTE DOBLE (película de género), GRACIAS A DIOS (enfoque naturalista) e incluso PETER VON KANT (estilización en Technicolor), donde el decorado de un interior tenía grandes ventanales, por lo que pude aprovechar las variaciones que me permitía la luz exterior. En el caso de MI CRIMEN, filmar en el estudio, con todos los elementos adyacentes, equivalía en su esencia a una creación artística total. Tienes que resolverlo todo de antemano, crear todo desde cero. El estudio es una página en blanco por antonomasia.
NOTAS DE JEAN RABASSE, DIRECTOR DE PRODUCCIÓN...
Esta es mi primera película con François Ozon. Fue maravilloso combinar el tono alegre y divertido de la película con las imágenes frías y sorprendentes de estilo art déco. Pasamos mucho tiempo buscando localizaciones juntos, descubriendo lugares maravillosos nunca vistos en el cine.
Reformamos muchos de esos sitios para alejarnos del omnipresente trabajo en madera que tan a menudo se usaba para crear el estilo de los años 30. Para la segunda oficina del juez, fuimos al Ayuntamiento de Charleroi en Bélgica, un lugar increíble donde no se había rodado nunca. Su estilo art déco es más duro y recargado que lo que vemos en Francia. Tiene algo de norteamericano, siguiendo el espíritu de las sofisticadas comedias de Hollywood de la edad de oro que habían inspirado a François.
La oficina de la fábrica de Bonnard cuenta con una ventana panorámica desde la que el jefe puede ver trabajar a sus trabajadores. La impresión general es precisa y auténtica, pero es una combinación de influencias de tres o cuatro arquitectos diferentes, además de una escena de TIEMPOS MODERNOS de Chaplin. Jugamos con los códigos, dando una sensación poco convencional. Estamos en los años 30, pero también es moderno, colorido y gráfico, casi pop. Estamos en una realidad que nos transporta a otra.
Recordamos la obra maestra de Blake Edwards, VICTOR VICTORIA, un remake de una película alemana de 1934 que transcurre en el mismo escenario. En esa película figura una calle de París que fue totalmente recreada en el estudio. No teníamos presupuesto para hacer eso, así que recreamos la Rue Jacob en Burdeos, donde encontramos la pátina de las antiguas calles parisinas, y pude construir elementos de estudio en un entorno natural. La combinación de lo real y lo fabricado (rehicimos varias fachadas), junto con la posibilidad de alterarlo en digital, estaba en consonancia con el espíritu del proyecto: teatralidad pero con un retoque.
Pascaline Chavanne y yo no queríamos que los decorados y el vestuario fueran tono sobre tono, así que usamos tablas de colores y trabajamos mucho los colores. También trabajamos estrechamente con Manu Dacosse para obtener, con la ayuda de su fotografía, los tonos pastel que quería François, una sorprendente desviación de sus habituales colores atrevidos y saturados.
Para el escenario teatral de Madeleine nos ajustamos a la tradición vanguardista, estilo Cocteau, con una clara intención pictórica. La película está salpicada de referencias teatrales más sutiles. Con pocas excepciones, la decoración no tiene por qué ser invisible. No solo está ahí para llenar el espacio; también cuenta la historia. Es un elemento de expresión muy potente.
En MI CRIMEN, cada plató tiene su propio estilo y un color característico que refleja los sentimientos y la evolución de los personajes. El piso con el que se abre la película es oscuro y pesado, y transmite la pobreza de las protagonistas. En cambio, tras su ascensión social, llegan los tonos blanco cremoso y luminoso de su hôtel particulier en Boulogne. La interiorista añadió objetos de ébano, telas ligeras y tono verdiazul para reforzar la tonalidad.
Veo MI CRIMEN como una película sobre la alegría y placer cuyos colores dominantes son el champán y el esmeralda.
NOTAS DE PASCALINE CHAVANNE, JEFA DE DISEÑO DE VESTUARIO...
En una película como MI CRIMEN, mi trabajo con François Ozon (nuestra vigésima película juntos) no se hace en un museo. No buscamos reproducir el período tal y como fue. Los cuerpos cambian y nos adaptamos al físico de los actores de hoy. Trabajo con sus figuras, sus complexiones, sus expresiones. Empiezan a interpretar a sus personajes en nuestras sesiones de pruebas de vestuario. Los trajes los guían, incluso los transportan.
Empecé recopilando un archivo de imágenes iconográficas. François y yo utilizamos estas imágenes para establecer la senda que tomaríamos para darle a nuestra adaptación un toque de Hollywood, hasta el realismo del principio, cuando las protagonistas son pobres.
Para vestir a la extravagante Odette Chaumette (Isabelle Huppert), necesitábamos ser tan teatrales con su vestuario como ella lo era con su comportamiento. Basamos nuestras ideas en Sarah Bernhardt, por lo que la ropa de Odette es más antigua que la de la época. Viste ropa de teatro de 1900 a pesar de que la película se desarrolla en 1935. Pero esto tiene mucho sentido en el caso de Odette Chaumette. Es una superviviente del cine mudo con toda esa teatralidad grandilocuente así que siempre está interpretando una escena. Su ropa cuenta esa historia. Odette viste los típicos verdes, burdeos y negros de principios de siglo... Trabajo mucho con colores complementarios, y estos colores complementan maravillosamente el cabello rojo y la tez clara de Isabelle Huppert.
En el otro extremo del espectro, nuestras dos jóvenes protagonistas se definen por los colores pastel. Queríamos crear un contraste fuerte entre Odette, una leyenda viva que luce colores llamativos, y las protagonistas que acaban de empezar sus vidas. Pauline y Madeleine son totalmente de su tiempo, cada una a su manera y con su propio temperamento.
En un extremo del espectro tenemos la modernidad de Pauline (Rebecca Marder). Su ropa transmite una reserva masculina y rígida. Y en el otro extremo está la feminidad triunfante y traviesa de Madeleine (Nadia Terezskiewicz), con sus vestidos ceñidos, escotes pronunciados, caderas y senos acentuados…
Cuando Madeleine está en el escenario interpretando La dote de Suzette, su corte de pelo, su estricto vestido negro y su collar nos recuerdan la legendaria silueta de Louise Brooks en LOULOU de Pabst. Después, en el cóctel posterior a la obra, Madeleine lleva un vestido blanco con la espalda al descubierto. Aunque solo echemos un vistazo, este vestido transmite una sensación de erotismo rebelde. Un traje debe sugerir, físicamente, lo que sucede en el corazón de una escena, las tensiones entre los personajes.
Los trajes de los hombres se diferencian por una serie de elementos más sutiles: corbatas, telas, bufandas, relojes, zapatos. Cada hombre necesitaba tener su propia identidad visual así que profundizamos en los detalles. Esta es una comedia social, y esa peculiaridad debía verse reflejada en cada uno de los personajes.
Un nuevo rico de Marsella, Palmarède (Dany Boon) hace su entrada con un traje a rayas color crema, un poco de chulo. Es audaz; nos transmite su confianza en sí mismo y su determinación. Para Rabusset (Fabrice Luchini), necesitábamos resaltar su ascenso social. Al principio es un funcionario humilde, aburrido y gris. Después de que el juicio le permite subir peldaños en la escala social, lleva un traje de tres piezas hecho a medida.
El anciano Bonnard (André Dussollier) representa la tradición en su estado puro, el buen gusto y el clasicismo burgués. El joven reportero Raton (Félix Lefebvre) es un guiño a Tintín. Además, François quería que André Bonnard (Édouard Sulpice), el joven del que Madeleine está enamorada, tuviera un aire a lo Gary Cooper o James Stewart de joven.
El vestuario siempre es una parte importante de la esencia visual de las películas de François. Al igual que en las muy estilosas 8 MUJERES y POTICHE, MUJERES AL PODER, el vestuario de MI CRIMEN combina el glamour de Lubitsch con una pizca del realismo ácido de PROSTITUTA DE DÍA, SEÑORITA DE NOCHE.
NOTAS DE LAURE GARDETTE, MONTADORA...
En POTICHE, MUJERES AL PODER, la primera comedia en la que trabajamos juntos, François y yo tuvimos el placer de resaltar el humor. Pero en esta película, François quería acentuar la sutileza del guion y de las situaciones. Cada vez que tenía la tentación de seleccionar tomas que me hacían reír a carcajadas, con los actores haciendo muecas, usando tonos o exageraciones cómicas, todos los tropos que amamos en las comedias populares, François echaba el freno. En TODO HA IDO BIEN, buscaba continuamente controlar las emociones para que las lágrimas finales adquirieran todo su sentido. En MI CRIMEN buscó controlar la enormidad del humor para que pudiéramos sentir lo que está en juego.
Cuando se adapta una obra de teatro, puede parecer necesario sobreeditar, mantener las cosas en movimiento a un ritmo rápido, ser moderno. Pero a François le gusta que sus planos duren. Lo más importante es que el público empatice con los personajes. Necesitamos tiempo para verlos, sentir lo que están experimentando. Durante el montaje, François siempre pregunta qué nos dice la imagen. Debe tener una motivación dramática y una motivación emocional. Tiene una visión muy clara de la dirección que debe tomar su película. En este caso, quiso respetar la teatralidad. No debemos olvidar nunca que estamos en un juego de artificio, cuyos giros y vueltas corresponden a los movimientos de los tiempos. Es genial cuando te das cuenta de que el público está participando en ese juego. Después, el montaje se vuelve revelador, mostrando la destreza de la puesta en escena y destacando los elementos cómicos esenciales sin desmerecer los diálogos y los temas que siguen siendo tan relevantes en la actualidad. ¡Madeleine y Pauline están viviendo una situación 'MeToo' antes de que naciera ese movimiento! En el montaje, caminamos por la cuerda floja cuando seleccionamos las tomas, dando prioridad a la autenticidad de los personajes sobre la risa.
Dany Boon había improvisado un gesto divertido en la escena de la fábrica, alisándose el bigote con satisfacción. Al principio, François prefirió dejar fuera esos pocos segundos para que el público se centrase en lo que importa en esa escena. Pero a medida que el montaje iba concentrándose, volvimos a añadir el gesto improvisado de Dany Boon. Nos dimos cuenta de que el gesto no distraía en absoluto; en realidad reforzaba la tensión entre los personajes y enriquecía la escena. Se trata de obtener las dosis correctas.
Esta película tiene su propio ADN. Los diálogos de la obra de teatro son muy de los años 30. Los actores tienen diferentes estilos basados en sus orígenes y su formación. De sus años en La Comédie Française, Rebecca Marder tiene una sólida experiencia teatral, al igual que Isabelle Huppert, Fabrice Luchini, André Dussollier, Michel Fau, Franck de Lapersonne y Édouard Sulpice. Todos encajaron perfectamente con la estilización que quería François. Nadia Terszkiewicz aborda la interpretación desde un ángulo más visceral. Olivier Broche tiende al burlesque, al igual que Dany Boon, que en esta ocasión nos sorprende por su gran sensibilidad.
Equilibrar todos estos contrastes es una tarea maravillosa. El montaje juega con todos los tonos, todas las voces a medida que se van modulando de acuerdo con sus personalidades. Los actores Évelyne Buyle, Myriam Boyer y Daniel Prevost aportan a sus personajes una especie de atrevida sensibilidad de clase trabajadora. El montaje busca atemperar esos aspectos diferentes para que puedan coexistir. Montar imágenes es una tarea de armonización. Necesitamos escuchar las notas y hacer que resuenen. Los actores se soltaron muchísimo con este guion, que es lo que buscaba François. Nada es naturalista, pero todo parece natural. Encuentra la verdad en cada uno de ellos.
NOTAS DE PHILIPPE ROMBI, COMPOSITOR...
Mientras leía el guion de MI CRIMEN, “escuché” cosas muy diferentes, notas de alegría, nostalgia y suspense. Después, François me entregó documentos recopilados por el diseñador de producción y la diseñadora de vestuario. Gracias a esas referencias visuales y a esas fuentes de inspiración supe con claridad lo que buscaba.
A François y yo nos gustan los temas de amor en la música y enseguida comprendía que habría varios de esos temas en MI CRIMEN. Primero necesitaba encontrar el tema principal, la clave de toda la historia. Es como un resumen de la película, su ADN. Y después está la orquestación, que para mí es indisociable de la composición y aporta un color y una atmósfera particulares.
El truco estaba en no caer en un pastiche retro, algo que no nos interesaba hacer. La singularidad de esta película -ambientada en los años 30 pero con gran relevancia con temas contemporáneos- me permitió ampliar mi paleta musical. El sonido se percibe de manera diferente hoy que entonces, así que no tuve necesidad de reforzar sistemáticamente la imagen con una orquesta sinfónica completa. Podía reservar los grandes efectos para los momentos clave.
El tema principal tiene cierto lirismo y una melodía nostálgica. Puede ser glamuroso y sentimental, con escasa orquestación (cuerdas, algunos instrumentos de viento, un solo de violín, una trompeta de jazz y piano), como en la escena de los tejados de París, o lírico y apasionado, con toda la orquesta, como en la escena final. Un segundo tema añade metales de jazz a la orquesta y acompaña la investigación policial en una mezcla de cine negro de suspense y misterio.
Un tercer tema, más luminoso, acompaña momentos más ligeros, como cuando las dos jóvenes dejan atrás sus preocupaciones y van al cine.
Un tema de allegro animado puntúa las escenas del juicio y las inserciones de noticias de manera sincopada, como una apisonadora que anuncia los eventos que van a producirse.
Otro leitmotiv subraya el misterio de la escena del crimen y vincula a Madeleine saliendo de la villa de Montferrand al principio de la película con Odette entrando al final.
Y también está el humor de las situaciones teatrales, incluso de vodevil, que realcé con aires pícaros, como el de LA FLAUTA MÁGICA.
Después, mi trabajo se vuelve muy preciso. Compongo al mismo tiempo que veo la imagen y las tonalidades de los diálogos. Está mi música, y la música de los actores. En MI CRIMEN, Huppert y Luchini sugieren con claridad una melodía diferente a la de Deneuve y Depardieu en POTICHE, LAS MUJERES AL PODER. Mis notas se adaptan a sus ritmos y a sus silencios. Junto con los movimientos de cámara y los cortes del montaje, estos elementos constituyen una partitura paralela que me guía mientras yo compongo la mía. La música está ahí para ayudarnos a sentir lo que está pasando más allá de las palabras y las imágenes. Se cuela y orienta el punto de vista de uno u otro personaje.
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