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NOTAS DEL DIRECTOR...
En el año 2018, Enrique Sánchez (Donen), un profesor de Educación Física jubilado, apasionado del ajedrez, que aprendió a jugar con los huéspedes que se alojaban en su casa natal, transformada en pensión de estudiantes, consiguió una hazaña impensable: Convertir a cinco alumnos de un colegio humilde, de un barrio obrero de Zaragoza, en campeones de España de ajedrez, derrotando a otros treinta y ocho centros, públicos y privados, a pesar de sus escasos recursos.
Lo primero que piensas, al leer la noticia, es que se trata del argumento de la última película de la factoría Disney o una nueva comedia social de adolescentes que son, prácticamente, un género en sí mismo en Francia. Pero era una historia real, que ocurrió en un modesto barrio de una ciudad de provincias de nuestro país.
Cada vez que vemos una película en la que los extraterrestres llegan a La Tierra, siempre nos preguntamos por qué nunca aterrizan en España. Ése mismo ejercicio lo podríamos hacer con ese conjunto de películas que tienen lugar en un instituto y que abordan el tema de la superación personal. ¿Por qué nunca ocurren en institutos españoles? Historias que conectan con el público de una forma muy especial. Quizá porque todos hemos pasado por una clase, todos hemos tenido compañeros de pupitre, hemos puesto motes a los profesores, nos hemos saltado clases o hemos copiado en algún examen. O quizá es porque todos hemos vivido momentos difíciles en nuestra adolescencia donde nos gustaba escuchar que cualquier cosa era posible si nos la proponíamos.
Por eso, cuando leímos la noticia sobre este profesor que consiguió que un grupo de alumnos de un colegio del popular barrio de Las Fuentes, con una importante población emigrante, fueran campeones de España de ajedrez, no lo dudamos ni un segundo: queríamos contar esa historia.
Pero Menudas Piezas no es una película sobre ajedrez, es una historia de superación. Una historia sobre unos personajes marginales que, en el marco de ese tablero de sesenta y cuatro escaques, luchan contra el destino que la sociedad les ha asignado y consiguen una hazaña excepcional. Siempre he sentido una especial fascinación por las historias de personajes comunes que hacen cosas extraordinarias. No hay nada que te toque más el corazón que unos personajes corrientes lidiando con situaciones insólitas. Y si estos personajes provienen de universos diametralmente opuestos, como sucede en nuestra historia, tendremos una excelente premisa cómica. Y es que, en nuestro país, pocas figuras narrativas emocionan y funcionan tan bien en el código de comedia como la del héroe común. Ese héroe de carne y hueso que podría ser tu vecino, y que hace que puedas sentir estas historias como propias, viviéndolas emocionalmente en primera persona.
En Menudas Piezas veremos que, en la vida como en el ajedrez, no todo es blanco ni negro. Que en medio hay un motón de grises y que, aunque a veces vengan mal dadas, siempre hay tiempo para echar unas risas, soltar unas lágrimas, emocionarte o enternecerte. Pero, sobre todo, pretendemos que, cuando se enciendan las luces de la sala, al terminar la película, en la cabeza de los espectadores resuene la frase que Donen le repetía a sus alumnos antes de los campeonatos: Delante de un tablero de ajedrez, todos somos iguales.