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Con motivo del 40 aniversario de la Gran Victoria, el gobierno de la URSS le encargó al cineasta Elem Klimov una película sobre la II Guerra Mundial. La respuesta del director fue adaptar la novela "Soy de una aldea en llamas", del escritor bielorruso Alés Adámovich, quien se inspira en sus propias experiencias combatiendo en el bando partisano durante la Gran Guerra. Lo que vieron los ojos de Adámovich (coautor del guion) era de una dureza extrema, lo que provocó que los censores soviéticos tardasen 7 años en aprovar el guion del film. Se calcula que más de 600 aldeas en Bielorrusia fueron quemadas por los nazis durante la II Guerra Mundial.
Para el papel principal, Klimov confió en un actor no profesional, el niño Aleksei Krávchenko. Tuvimos que protegerlo de la tensión y de la dureza de algunas escenas para que no acabase en un manicomio después del rodaje. Por suerte, fue devuelto a su madre vivo y saludable, y con el tiempo se convirtió en un gran actor, recuerda el director. Él mismo temía que la dureza de la película provocase que el público no quisiese verla. ¡Pues que no la vean!, le respondió Alés Adámovich durante una conversación: Esto es algo que debemos dejar como legado, como evidencia de la guerra y como un alegato en favor de la paz.