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Seth MacFarlane y sus coguionistas Alec Sulkin y Wellesley Wild estaban dando los últimos toques a ‘Ted’, cuando se tomaron un respiro y aprovecharon para ver la clásica película del oeste ‘Cometieron dos errores’, de Ted Post. Los tres empezaron a lanzarse ideas acerca de un western nada convencional y no tardaron en concluir que su siguiente película se centraría en el Lejano Oeste con un toque cómico. Seth MacFarlane recuerda: “Los tres hablamos de que era una época que la literatura y el cine americano habían envuelto en un aura de romanticismo, pero que debía ser un lugar muy deprimente y peligroso, especialmente para los que no eran machos alpha. El guión nació a partir de ahí”. Los guionistas decidieron que la historia transcurriría en el Lejano Oeste, pero que los personajes serían modernos, sobre todo Albert Stark, el protagonista. “Seth lo tenía muy claro desde el principio: se trataba de situar a un hombre inteligente y observador en un mundo que no era el suyo, donde todo era horrible”, dice Wellesley Wild. Pero a Seth MacFarlane no le bastaba con que el improbable héroe viviera en el seco y polvoriento decenio de 1880, también había que buscarle un trabajo que no le gustara. Se documentó y descubrió que el pastoreo de ovejas era una de las profesiones más denigradas en la época. Seth MacFarlane es el guionista, productor, director y protagonista de esta comedia, y aunque nunca había asumido tantos roles al mismo tiempo, reconoce que disfrutó muchísimo.
La película transcurre en el Lejano Oeste, en la década de 1880, por lo que los cineastas decidieron viajar a Santa Fe, Nuevo México, para contar la historia. Sin embargo, el productor Scott Stuber reconoce que la decisión les planteó algún reto que otro: “Quedan muy pocos pueblos de aquella época. Hay unos cuatro en Nuevo México y otros tantos en Arizona que podían servirnos. Necesitábamos encontrar una granja para Albert, el pueblo en sí, la casa de Louise y un granero para el baile. Tuvimos la enorme suerte de contar con un ochenta o noventa por cien de decorados naturales”. Seth MacFarlane añade que el objetivo era que la comedia pareciera salir de un western de John Ford: “Fuimos a todas partes, desde Jemez Pueblo, una preciosidad, al Valle de los Monumentos, un sitio legendario. Michael Barrett, el director de fotografía, tiene mucho talento, es un verdadero experto de la iluminación. Me entendió perfectamente cuando le dije: ‘Piensa que estás rodando un drama’. La iluminación y las tomas corresponden a una película dramática”. El pueblo de Viejo Muñón se creó en el rancho Bonanza Creek, al sur de Santa Fe. Es un rancho de más de 400 hectáreas, con cinco estanques, un pueblo construido especialmente para rodajes y dos platós. Se han filmado más de 130 películas, numerosos videoclips y campañas publicitarias en el rancho. El equipo de decoración se encargó de transformar el pueblo en Viejo Muñón, que como su nombre indica está construido alrededor de un árbol muerto Aunque la zona en la que querían crear Viejo Muñón era reducida y estaba muy deteriorada, todos vieron que se trataba de un diamante en bruto. Stephen Lineweaver y su equipo hicieron modelos tridimensionales de los edificios existentes para planificar una serie de fachadas y calles que duplicarían el tamaño del pueblo existente. A continuación reconstruyeron los interiores de las casas. Fueron necesarios casi tres meses y medio para construir Viejo Muñón. El equipo de decoración se encargó de documentarse a fondo para que hasta el más mínimo detalle fuera auténtico. “Lo queríamos todo exactamente como entonces”, dice Stephen Lineweaver. “Seth lo tenía muy claro desde el principio: el decorado debía ser real y los chistes hilarantes”. También se creó una feria en el centro del pueblo, con barracones, fotógrafos, charlatanes vendiendo pócimas y remedios, y una parada de monstruos. Ah, y la muerte. Casi todos los westerns transcurren en exteriores, algo que ya planteaba dificultades de por sí. Después de esperar cuatro semanas a que el tiempo mejorara y que hubiera hojas en los árboles, todos estaban dispuestos a rodar. El sol brillaba a las ocho de la mañana. A las once se levantó una galerna con vientos de 60 kilómetros por hora. A continuación, un enjambre de abejas decidió visitar el plató y, tras todo esto, el cielo se nubló. Aunque se ven preciosos paisajes en la película, los decorados soportaron tormentas de arena casi a diario, tal como pasaba en el Lejano Oeste. Los actores y el equipo están de acuerdo en que ha sido el rodaje con más cambios de tiempo que nunca han vivido. El mal tiempo dificultó el trabajo de Stephen Lineweaver y su equipo ya que retrasó la construcción de los decorados. “Durante la construcción del decorado de la feria, levantábamos las tiendas de los feriantes, el viento empezaba a soplar y las derribaba. Tuvimos que superar muchos impedimentos”.
Para el sonido de la comedia, Seth MacFarlane eligió a Joel McNeely, galardonado con un Emmy, para componer la banda sonora, y a Rich Breen para encargarse de las mezclas. El director ya había trabajado con ellos en “Music Is Better Than Words”, un álbum de jazz orquestado. El director sabía que el músico se lo tomaría a pecho y que daría en el clavo: “La partitura sigue la filosofía que propusieron los hermanos Zucker. La música no debe ser cómica, sino seria. La partitura de Joel es sincera, dramática, ligera, detallada, energética, maravillosa y temática”. Hace tiempo que Seth MacFarlane está convencido de que cada película necesita una canción o un número musical distintivo. En este caso, se trata de una nueva versión de la canción de Stephen Foster “The Moustache Song” (La canción del bigote) con letra adicional de Seth MacFarlane, Alec Sulkin y Wellesley Wild. “’The Moustache Song’ es una vieja canción de Stephen Foster de 1860 totalmente ridícula”, dice el director. “La letra es muy clara: ‘Te tirarás a más chicas si llevas bigote’. Cambiamos un poco la letra y la convertimos en un número musical. Ya habíamos empezado a rodar cuando se me ocurrió pensar: ‘Dios mío, ¿qué habríamos hecho sin Neil Patrick Harris?’” Para la coreografía, el director contó con un amigo, el experimentado coreógrafo Rob Ashford. Seth MacFarlane sabía exactamente cómo quería que fuera el número musical. “Tenía una visión muy clara”, dice el coreógrafo. “No puede decirse que lleve toda la vida bailando ni que sea un coreógrafo, pero es capaz de describir con detalle lo que tiene en la cabeza”.