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NOTAS DE LA DIRECTORA...
La capacidad de tener un hijo es un hecho biológico, pero el ejercicio de la maternidad te implica para el resto de tu vida. Cuando aparece Claire en la vida de Virginia, todo se equilibrará y su existencia cobrará el sentido que estaba buscando desde hacía tiempo. La niña llega a su mundo con cuatro años, después de que Sara, su madre biológica, haya sido declarada incapacitada para mantener la custodia.
A pesar de que a Sara, le ha tocado vivir una vida marginal, sin ayuda familiar y marcada por la tragedia, siempre ha tenido una meta: recuperar a Claire y llevarla a Francia, a conocer a su padre. Durante el tiempo que han estado separadas, ha ido cumpliendo con mejor o peor rigor, el régimen de visitas que le ha impuesto el Estado. Pero en estos momentos, lleva una temporada limpia de vicios y con el firme propósito de darse finalmente la oportunidad que ella y a su hija no han tenido nunca.
Pero con lo que no contaba Sara era con la implicación emocional que la nueva familia de Claire, había establecido con la niña. Virginia, cuya vida ha seguido los cánones de nuestra sociedad, tiene un trabajo fijo, un entorno apropiado y mucho amor para ofrecerle. Y no está dispuesta a ceder todo lo que ha conseguido, a pesar de que el programa de acogida de niños al que se sometió, siempre contempló la posibilidad de rehabilitación de la madre biológica. Virginia siempre dio por perdida a Sara, nunca valoró sus esfuerzos por salir del entorno marginal y no tuvo la capacidad de ponerse en el lugar de Sara como madre. Claire ya tenía una madre, ella, una madre responsable, que cumplía con todo lo que la niña necesitaba, cubriéndole además de un afecto y una sobreprotección extra para que a la niña no le quedase un resquicio de apego a su vida anterior. Por eso cuando Sara consigue por fin, la custodia de su hija, el mundo de Virginia se desmoronará...
Y es aquí cuando empieza nuestra película, “Marsella”, la historia del enfrentamiento entre dos mujeres por lo que consideran que les pertenece, algo tan delicado y frágil como el amor de una niña. Una historia de superación y aprendizaje en ambas direcciones. Una road-movie que se inicia cuando ambas deciden emprender el viaje, junto a la niña, para conocer al padre desaparecido hace años. Por el camino aflorarán sus miserias, pero a la vez darán lo mejor de si mismas, siempre teniendo como testigo la mirada de Claire. Para Sara, el viaje es determinante en el nuevo rumbo que ha decidido tomar en su vida. Necesita encontrar a ese hombre que la abandonó, embarazada y sin motivo aparente, para presentarle a su hija. Siempre la trató bien y nunca entendió el abandono. Sara necesita mostrarle a Claire que todavía pueden tener un referente de familia. A pesar de perderle la pista hace años, está convencida de que las recibirá con cariño y querrá conocer a su hija. Para Virginia, el viaje se plantea en un inicio como una locura, en la que participará para no perder de vista a Claire. Su intención es desenmascarar las buenas intenciones de Sara y aprovechar cualquier signo de debilidad para quitarle de nuevo la custodia de la niña, avisando al organismo de tutelas. Pero ese propósito se irá desmoronando conforme vaya conociendo a Sara. Su inocente optimismo, dejando de lado cualquier adversidad, su capacidad para ilusionarse con la nueva oportunidad que le ofrece la vida, desarmarán a Virginia. Y sobre todo, el comportamiento de Claire, que asiste entregada y con ilusión a la aventura que le plantean sus dos madres...