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'Muchos pedazos de algo' es un irónico y descarnado retrato de la ya desgraciadamente conocida como generación perdida de nuestro país: jóvenes altamente cualificados que, tras acabar sus estudios universitarios, ven como sus vidas se estancan, teniendo que elegir entre la falta de horizontes que les ofrece su país (60% de paro juvenil) y la incertidumbre de marcharse al extranjero dejando toda su vida atrás.
Esta búsqueda de rumbo vital en la que acompañamos a nuestros protagonistas, una pandilla de jóvenes con profesiones creativas (escritores, artistas, arquitectos…) que deambula sin rumbo por las calles de la ciudad en una ronda inacabable de incertidumbre, carpe diem y aburrimiento nos dará no pocos momentos hilarantes.
La historia es en sí misma una historia de historias, a la manera de una muñeca rusa. Un fiel reflejo del “aquí y el ahora” que nos toca vivir: presos de unos políticos incapaces, inundados de mensajes comerciales y pantallas táctiles, éxito fácil en la televisión y pesimismo en las calles. Nuestros protagonistas al igual que otros muchos jóvenes sienten que su adolescencia se extiende hasta el infinito, con todo lo bueno y todo lo malo que ello conlleva. Nada de responsabilidades, nada de problemas más allá de los que decidas buscarte. Todos viven ajenos a los sentimientos de todos mientras se sienten el centro del universo y lo pasan en grande, y el día después tienen resaca. La incapacidad de comunicarse, excepto a través de la música que suena sin fin y a los mensajes de texto camuflan apenas el frenesí de intentar comprenderse a sí mismos en el instante mismo del presente. Un presente que se despedaza.
El colectivo de cineastas Outcast Filmmakers vuelve a la carga con otra producción independiente, sobre el “aquí y el ahora”. Esta vez fijando su mirada en la desesperada situación que viven los miles de jóvenes, que como ellos, han heredado los deshechos de la especulación urbanística y la corrupción política que ha campado a sus anchas (y lo que es peor, que aún continúa). Atrás queda el ruido de las escavadoras de los tiempos felices, ahora sólo el silencio es el testigo mudo de esta falta de horizontes que se respira en cada calle. Pero todo, incluso lo malo, puede mirarse desde un punto que consiga arrancarnos una sonrisa.