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SINOPSIS
Un joven que se dedica a la política y que no pasa precisamente por un buen momento entabla amistad con Norman Oppenheimer. Tres años después el joven se ha convertido en un influyente líder mundial, cambiando la vida de Norman dramáticamente para mal...
INTÉRPRETES
RICHARD GERE, LIOR ASHKENAZI, MICHAEL SHEEN, CHARLOTTE GAINSBOURG, DAN STEVENS, STEVE BUSCEMI, JONATHAN AVIGDORI, YEHUDA ALMAGOR, CAITLIN O'CONNELL
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ACERCA DE LA PRODUCCIÓN...
Joseph Cedar ha escrito y dirigido la historia de Norman Oppenheimer, un sencillo arreglador de Nueva York, en el que ha reimaginado un relato arquetípico que se repite a lo largo de la Historia y de la literatura desde hace miles de años: el Judío de Corte. “La historia de un Judío de Corte resigue una estructura clásica” –comenta Cedar–. “Un judío se cruza con un hombre que finalmente resulta alguien poderoso, pero lo encuentra cuando se halla en horas bajas. El judío le ofrece al hombre un regalo o un favor, y cuando éste alcanza el poder, incorpora al judío a su corte. Éste prospera y se convierte en un asesor privilegiado, hasta que deviene objeto de rencores y antagonismos, en cuyo instante el duque o rey, o lo que quiera que sea, no tiene inconveniente alguno en deshacerse de él. Se ha convertido en una carga y es fácil desembarazarse del mismo.”
El hecho de que hacerse banquero fuera una de las pocas carreras disponibles para los judíos en tiempos pretéritos creó a un tiempo experiencia y una red, dado que los judíos podían mover dinero de modos que el establishment no podía. Era un medio de supervivencia, tanto para el Judío de Corte personalmente como para los judíos que podía proteger. Desafortunadamente, su éxito atizó el resentimiento entre una población en la que ya anidaba antisemitismo, envidiosa de lo que se entendía una influencia indebida sobre el Rey por parte de él, lo que indefectiblemente le llevaba a su caída.
Esta historia se remonta cuando menos a tiempos bíblicos con el relato de José y el faraón. Otros personajes, como el Shylock shakespeariano de EL MERCADER DE VENECIA; el Fagin del OLIVER TWIST de Charles Dickens: y el Leopold Bloom del “Ulysses” de James Joyce no resiguen esta específica historia, pero esos hombres comparten ciertas características. “Cada uno de ellos son un intento de comprender quién es ese personaje judío” –comenta Cedar–. “¿Por qué se le odia tanto? ¿Por qué nos fascina su papel en el mundo?”
Cedar comenzó a considerar la narración del Judío de Corte mientras trabajaba en una película que nunca se finalizó acerca de Veit Harlan, el director del film nazi El judío Suss, la más infame de las cintas antisemitas jamás realizada: una distorsión llena de odio sobre la vida de Joseph Süss Oppenheimer, un banquero alemán del siglo XVIII que devino Judío de Corte para el Duque Carlos Alejandro de Württemberg, Alemania, y al que se arrestó y ejecutó tras la muerte de dicho noble. Otras aproximaciones a la vida de Süss, como “El judío Jud Süss”, la novela de Lion Feuchtwanger de 1925, y la adaptación británica al cine de la misma, de 1934, protagonizada por Conrad Veidt, resultaron más empáticas. Podrá discutirse si Süss abusó o no mientras estaba en el poder, pero lo que está claro es que su historia acaba en redención cuando se le da la oportunidad de salvar la vida si se hace cristiano, ante lo que prefirió ser fiel a su credo. Durante su investigación, Cedar dio con documentos que describían una conversación entre él y su rabino en su celda el día antes de ser ejecutado, en la que hablaron de su compleja personalidad y de su duda acerca de si procedió bien o mal para con el mundo y los judíos. “Me sorprendió lo próximo que me pareció Oppenheimer” –comenta Cedar–. “Al tratar de entenderlo, me pregunté si esos personajes se llevan la peor parte del acuerdo y acaban con la injusta reputación de procurar sólo por su interés y ser manipuladores. Por medio de NORMAN, trato de corregir parte de eso, o cuando menos ofrecer otra perspectiva acerca de este tipo de persona.”
Mientras buscaba un equivalente moderno al Judío de Corte, a Cedar le sobrevino la idea del “arreglador”, alguien que ayuda a gente poderosa para que logre cosas que quieren; para ello, el arreglador afronta las acciones que aquéllos no se atreven a afrontar abiertamente. Este tipo de persona sigue existiendo en la actualidad como siempre, porque son necesarios, aun siendo objeto de escarnio a menudo. La incógnita está en ¿por qué alguien querría un rol como ése? En el caso del héroe de la película, Norman Oppenheimer (Richard Gere), la respuesta es que no tiene más remedio. “Norman sabe que si no ofrece algo a alguien no hay motivo para que nadie se mantenga en contacto con él” –comenta Cedar–. “Es extremadamente triste imaginar a alguien consciente de eso, o simplemente que lo sienta sin plena conciencia”. Gere añade: “Norman está fuera, y trata de dar con el modo de mantenerse dentro. Encuentras tipos así pululando por la periferia de todo negocio que dicen: ‘¿Qué puedo hacer para ayudarle? Puedo conseguirle una mejor mesa en el restaurante. Puedo lograrle un descuento’. Así es cómo Norman procura hacerse valioso”.
Dado que no tiene nada real que ofrecer, Norman se hace valer soltando nombres de VIPs a los que dice poder facilitar acceso, aunque su auténtico contacto con esa gente es remoto cuando no inexistente. Como de costumbre, hace referencia a su esposa e hija, quienes han solido trabajar para la persona importante, incluso como au pair. “Hablar de su familia casi es como un modo simple de comunicarse” –comenta Gere–. “Personaliza su vida y la hace inmediatamente empática” –sigue Cedar–: “Ha percibido que cuando quiera que no se le permita entrar, usar esa carta abre algo. Hace que la persona que trata de atraer se muestre algo más confiada.” Lo irónico está en que la película nunca establece si Norman ha llegado a casarse o si tiene hijos. “Descubrí que esto era igual en todas las personas que me servían de modelo para el personaje” –comenta Cedar–. “Todo el mundo sabía quiénes eran pero nadie sabía nada de ellas. Nadie quiere preguntar porque temen la respuesta”.
Las “exageraciones” sin medida de Norman pueden parecer molestas a algunos, pero él nunca resulta una mala persona del todo. “Hay algo infantil en él, en el modo en que un chiquillo puede explicar una historia creyéndosela a medida que se la inventa” –opina Gere–. “Pese a todas sus jactancias y medias verdades, lo único que de verdad quiere es que todos se sientan a gusto junto a él. En él no hay enojo, ni celos, ni resentimiento. No hay ni pizca de maldad en su cuerpo” –añade Cedar–: “Cuando comprendes que la actitud de Norman responde a una profunda soledad, te das cuenta de que no hay engaño, sólo es una herramienta de supervivencia.”
Norman Oppenheimer está muy lejos del tipo de papel que Richard Gere interpreta habitualmente. Gere y Cedar empezaron a trabajar juntos casi un año antes del rodaje: discutieron cuál podía ser la versión de Norman con Gere. “Transformar a Richard en Norman era muy delicado” –dice Cedar–. “No queríamos jugar demasiado con su apariencia, pero no renunciábamos a ofrecerle algo que cambiara el lenguaje de su cuerpo, su propia percepción de sí mismo”. Gere comenta: “En Norman hay toda otra fisicidad distinta. No es un macho alfa, no flirtea con mujeres, está como atado. Siempre hay cosas con él: abrigo, sombrero, auriculares, y un maletín; el abrigo y el sombrero siempre están ajustados. Hice algo con mis orejas para que sobresalieran bastante más de lo que lo hacen habitualmente. Parecía así que lo arrebujaran más dentro de sí mismo de un modo divertido”.
Cedar entiende los extenuantes esfuerzos de Norman como los de un crío que participa en el azaroso juego de las sillas. “Norman lo hace lo mejor que puede para dirigirse al punto preciso en el momento justo para lograr una silla” –comenta Cedar–. “Pero por el motivo que sea, no aparta la suficiente gente como para llegar y siempre se queda sin silla. Ésa era la imagen que tenía en mente mientras hacíamos la película. No tanto como para coreografiar literalmente la escena, pero sí para coreografiar el tono de cada escena”.
“Creo que el mundo entero gira en torno a los Normans” –apunta Cedar–. “Son como abejas que van de flor en flor. Son del todo necesarios, razón por la que existen. En cierto modo, molestarse con los Normans es natural, pero muy injusto. Crea esa situación trágica que me parte el corazón. Todo cuanto de negativo puedas decir de este personaje tiene su opuesto positivo. Se trata tan sólo de si sientes compasión por él o no.”
La incansable necesidad de Norman de sentirse valorado lo lleva a meterse en problemas porque todas sus estrategias se centran en lograr algo por nada ya que carece de los recursos para invertir en el juego. Sólo es capaz de importar de verdad al mundo cuando está dispuesto a pagar un precio muy alto. Esa elección sitúa sus habilidades de negociación en pro de un propósito positivo provisto de auténticos valores, redención, y hasta de un legado. “La plegaria del cantor litúrgico al final dice: ‘Todos aquéllos que honestamente se dedican a las necesidades de la comunidad, Dios los premie, líbrelos de toda enfermedad, téngalos sanos, y perdóneles todos sus pecados’ –informa Cedar–. “Norman merece aprobación. Y nuestra absolución.”