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NOTAS DEL DIRECTOR...
   Nunca estamos solos. Nunca somos del todo nosotros mismos. No tenemos un carácter establecido, inmutable, definitivo. Evolucionamos en interacción con los otros, somos el resultado indeciso de nuestra negociación con ellos. Vivimos a través de ellos, para ellos, contra ellos. En la adoración o en el odio, somos la noche de su día. Los más débiles se rinden ante los más fuertes, los que aman ante los que son amados... Personalidades, opiniones, trayectorias humanas: no son sino las historias de sus encuentros. Los encuentros que realmente nos cambian son escasos. Mi película describe el anhelo de esos encuentros.
  Tampoco vivimos fuera de la Historia. No podemos escapar a la época que nos crea. Pero, ¿quién crea esta época? Cada uno es a la vez víctima y cómplice de su propia era... Lo que también es aplicable a mis personajes. Al someterse al presente, son también sus co-creadores.
  Nunca estamos solos es una película sin un personaje principal. Es una película coral que cede su tiempo a más de un destino, y que describe cómo se entrelazan, cómo se influencian, cómo se cruzan, o cómo se tutean sin saberlo. Es una película hiperbólica. La psicología de los personajes es algo extrema. Ellos mismos se sienten atraídos por los extremos. El extremo es también formal en el tratamiento de los colores o en el vínculo entre las palabras. Escenas de gritos y de diálogos abundantes se codean con largas playas de silencio. Los colores también están tratados con ese extremismo. Como en el fovismo, no hemos buscado ser fieles a la justicia del realismo, sino todo lo contrario: a expresar la fuerza de los sentimientos.
  Dirigí Nunca estamos solos después de un drama social, 'Cesta ven' (The Way Out en su versión en inglés), que rodé en su totalidad con actores romaníes no profesionales. Incluí a la heroína de esa película (Klaudia Dudova), así como a otro talento que descubrí en ese casting salvaje: Zdenek Godla. Los hice colaborar con los actores más conocidos de República Checa: Karel Roden, que también ha participado en películas de Hollywood, y Lenka Vlasakova, también conocida por su trabajo teatral. Esta participación fue para mí un gesto tan artístico como político. Quise poner en el corazón de la misma película a los actores más preciados y a los más desconocidos, que venían de una población marginal, despreciada y víctima del racismo. El encuentro de los actores profesionales y los que no lo eran, de los pudientes y los romaníes, no es para nada algo habitual en el cine checo.
  La historia de la película pasa en la República Checa actual. Un carcelero de profesión, padre castrador y nostálgico del régimen comunista se muda a un pueblo al lado de la carretera nacional con su hijo. Su nueva casa está situada delante de un supermercado... Donde Jana trabaja como cajera. Ella es infeliz con su marido, un hombre hipocondríaco en el paro. Un proxeneta gitano, enamorado de una bailarina de striptease que espera que su marido salga de la prisión donde cumple condena y donde también trabaja nuestro carcelero, entra en el supermercado para comprar cigarrillos. Empieza nuestra historia. Mientras unos avanzan hacia la flexibilidad, buscándose a si mismos y a la libertad, tomando caminos algo torcidos pero siempre auténticos, los otros hacen el recorrido inverso: aterrorizados por la apertura del mundo actual hacia horizontes llenos de posibilidades y de peligros, se transforman en partidarios del orden moral y el autoritarismo. Y mientras que los padres se debaten con su relación con el mundo y sus propios demonios, sus hijos buscan deshacerse de su influencia e independizarse, madurar, ser.

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