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SINOPSIS
Una mujer está enamorada de un hombre pero descubre que éste se encuentra casado y que además tiene una amante, siendo ella la tercera mujer en su vida. Es entonces cuando trama su particular venganza...
INTÉRPRETES
ROMAIN DURIS, AUDREY TAUTOU, CÉCILE DE FRANCE, KELLY REILLY, SANDRINE HOLT, FLORE BONAVENTURA, JOCHEN HÄGELE, PABLO MUGNIER-JACOB, CLARA ABBASI
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ENTREVISTA CON CÉDRIC KLAPISCH...
Usted habló sobre la posibilidad de un tercer largo de la serie, e incluso avanzó el título: 'Nueva vida en Nueva York', en el año en que se distribuyó 'Las muñecas rusas'. ¿Ya sabía entonces que quería hacer esta película?...
.- Si, así es. Tras realizar ‘Una casa de locos’, no tenía planes para una secuela. Pero en aquel momento, mucha gente (actores, productores, distribuidores, e incluso el público que conocí durante algunos debates) me preguntaba siempre si se había planificado una secuela. Me resultaba extraño que siempre estuvieran preguntándome eso. Y entonces, dos años después de ‘Una casa de locos’, me sobrevino la idea para la historia de ‘Las muñecas rusas’, y me di cuenta de que realmente quería trabajar con los mismos actores nuevamente. También deseaba volver a aquella clase de noción libre de la realización cinematográfica que había logrado en ‘Una casa de locos’. Me llevó su tiempo, pero finalmente me di cuenta de que también yo quería ver una segunda entrega.
Cuando acabamos de rodar ‘Las muñecas rusas’ en San Petersburgo, creí que estaría bien continuar el proyecto y escribir un tercer capítulo para la historia. Incluso llegué a hablar de titularla ‘Nueva vida en Nueva York’. Pero sabía que tenía que esperar mi momento. Como mínimo tenía que esperar diez años para tener algo interesante que decir en la película. Les quería ver ya maduros, hablar acerca del tiempo pasado, de sus destinos, de las direcciones que sus vidas habían tomado. La idea de la trayectoria seguida era capital para esta trilogía.
Intuí que el siguiente estadio para los personajes había de ser devenir padres; eso sería algo interesante que explorar. Creí que sería bueno esperar hasta que los actores tuvieran niños ellos mismos, en su vida real, particularmente Romain. Quizá no hubiera realizado esta tercera parte si él no hubiera tenido su propia descendencia.
Su anhelo de realizar Nueva vida en Nueva York ¿ha interferido alguna vez en las películas que usted iba realizando mientras tanto?...
.- Nunca. Dado que el lenguaje de esta trilogía es tan especial que nunca ha habido una sola escena que haya escrito para ‘París’ o ‘Ma part du gâteau’ que haya considerado que podía funcionar en ‘Nueva vida en Nueva York’. Para mí, esta trilogía acerca de los viajes de Xavier es un proyecto del todo independiente.
¿Cuándo decidió que era el momento para la siguiente película?...
.- Cuando fui a presentar ‘Ma part du gâteau’ en el Festival de cine de Tribeca, en Nueva York, junto con mi productor, Bruno Levy. Se parecía al momento en que decidí que ya era hora de realizar ‘Las muñecas rusas’. Mi deseo de rodar en San Petersburgo me dio ideas para historias, y finalmente para un film. Del mismo modo, fue mi deseo de rodar en Nueva York lo que me motivó para el tercer largo. Le dije a Bruno que cada vez que regresaba a Nueva York me dominaba ese deseo de rodar allí.
Aquella misma noche, fuimos a cenar a Chinatown, y las ideas comenzaron a encajar: ‘Nueva vida en Nueva York’, Chinatown, Nueva York... En cierto modo, todo sucedió aquella misma noche. Nueva York es el mayor crisol de culturas de todo el mundo. Todos los continentes se hallan en Nueva York, todas las razas, todas las religiones. Mucho más que en Londres, Shangai o Pequín, que asimismo son ciudades muy cosmopolitas.
Esos tres largometrajes, que ahora bautizo como “la trilogía de los viajes de Xavier,” narra la historia de cómo las vidas de la gente de esa generación se han visto marcadas por la cultura del viaje. Se puede comprobar eso ahora: los antiguos estudiantes Erasmus se han convertido en “auténticos ciudadanos del mundo”. Esos tres filmes describen una generación de gente que creció en paralelo con la forja de Europa y la noción de globalización.
Así que la elección de Nueva York como la capital del mundo de los que migran se ve justificada. Lo que resulta tan inspirador es la idea de Nueva York como núcleo.
Igual que Xavier, usted fue a Nueva York para escribir Nueva vida en Nueva York. ¿Por qué?...
.- Hay muchas y buenas razones. Actualmente, cuando empiezo a trabajar en una nueva película, sé que la elección del film también implica la elección de un estilo de vida. Durante dos años, este proyecto significó que mi vida diaria resultaba muy particular. Tras ‘París’ y ‘Ma part du gâteau’, me veía en una situación que me llevaba a necesitar estar en otra parte. Y necesitaba afrontar un nuevo enfoque para realizar una película. Ir a los Estados Unidos era un tipo de reto, un modo de reexaminar cómo hacía las películas. Y necesitaba hacerlo, mucho más de lo que creía porque el modo en que las películas se hacen en los Estados Unidos me hizo sentir como si estuviera haciendo mi primer largo. Allí, me pareció como si estuviera aprendiendo un nuevo oficio.
Así que ir a Nueva York era la suma de todos esos deseos. También era, inconscientemente, un retorno a mis raíces. Igual que Xavier en ‘Una casa de locos’, yo fui ese estudiante extranjero en Nueva York; allí fue donde estudié. Las primeras imágenes que filmé fueron en Nueva York. La primera vez que pensé sobre qué guión escribir, qué historia narrar, fue en Nueva York. Nueva York es la ciudad donde aprendí mi modo de hacer películas. Había una cierta lógica en que regresara adonde todo comenzó e hiciera el tercer capítulo de las aventuras de Xavier.
¿Fue algo emocional regresar adonde comenzó todo?...
.- Si, había muchas emociones. Estuve allí entre los 23 y los 25 años, y he regresado veinticinco años después de mis estudios. Tuve que aprender a entender la ciudad de nuevo, porque no había nada del Nueva York de los 80. Entre los shocks emocionales, estaba el hecho de que mi hijo, que tenía cuatro años cuando comencé a escribir ‘Nueva vida en Nueva York’, fue a escuela en la misma calle del East Village que yo frecuentaba como estudiante. Su escuela estaba justo al lado del café al que solía ir. Este cortocircuito en el tiempo era realmente extraño. Y todos estos cortocircuitos personales alimentan la película.
Rodé una de las últimas secuencias con Romain Duris y Benoît Jacquot, quien da vida a su padre, inmediatamente después de que el Huracán Sandy golpeara la ciudad. No teníamos permiso de rodaje, pero filmamos de todos modos. Había tenido en la cabeza esa secuencia durante veinticinco años, desde que realicé mi corto ‘In Transit’ (1986). Todo el mundo se preguntaba por qué quería improvisar una toma en la calle cercana al plató. Pero es que ¡llevaba veinticinco años pensando en ella!
Hay mucho de eso en ‘Nueva vida en Nueva York’; es una película llena de referencias personales, y es extrañamente densa, aunque lo que esté narrando no sea exactamente la historia de mi vida.
A diferencia de ‘Las muñecas rusas’, esta película no incluye todos los personajes de ‘Una casa de locos.’ ¿Abandonó pronto la idea de incluirles?...
.- Si, porque tenía muchas cosas con que lidiar en dos horas. Había nuevos personajes que incluir, particularmente los niños, y como tal, para mi disgusto, tuve que abandonar a algunos de los otros, pese a querer añadir a toda costa cierta noción de familia. De verdad que traté de escribir escenas con William, Anne-Sophie y los otros compañeros de habitación de ‘Una casa de locos’, pero, sencillamente, no funcionaba.
Tras ocho meses de escritura, debía tener realmente ganas de comenzar a rodar...
.- Absolutamente. Quería reunirme con los actores de nuevo, y volver a esa manera de narrar una película. Lo que más me gustaba en cuanto a la idea de realizar un tercer largo estribaba en la increíble libertad narrativa de que disponía gracias al lenguaje de ‘Una casa de locos’, con la voz en off de Xavier. Sabía que disfrutaría poder disponer de ello otra vez. Sentía como si pudiera aportar el 100% de mi mismo en estas películas, toda mi esquizofrenia personal: estudié filosofía, y me encantan los hermanos Marx, así que podía incluir una escena con Hegel, ¡ejecutada en un estilo teatral tradicional! Ese enfoque inconoclasta, y la idea de mezclar géneros me resultaba realmente atractivo. No me pude resistir a hacerlo otra vez, y me excitaba trabajar con el equipo de nuevo, y también rodar en Nueva York.
Rodar en Nueva York ¿era la intención desde el primer momento?...
.- Era consciente de ello del mismo modo que con ‘Cada uno busca su gato’ (1996): había que rodar a un nivel humano, a nivel de calle, y evitar cualquier cosa turística. Es decir, no iba a rodar en Times Square, por ejemplo. También tuve un criterio complejo con respecto al color y al modo de encuadre, que me inspiró el fotógrafo Alex Webb de la Agencia Magnum. Se trata de uno de los grandes del fotoreportaje, un colorista que me proveyó de códigos visuales para el uso del color, la luz, el encuadre, y para expresar el caos mediante una imagen compleja.
Para mí, Webb es el maestro absoluto del arte de describir la vida como el caos absoluto al tiempo que compone sus imágenes de modos extremadamente sofisticados. Yo quería usar eso visualmente, porque para mí Nueva York es el combate entre el orden y el caos, lo cual se parece extrañamente a la propia vida de Xavier.
Cuando discutía la estética del film con Natasha Braier, la directora de fotografía de la película, ambos nos inspiramos mucho en eso en lo que atañe al modo en que definimos con precisión los códigos del color para delinear el desarrollo de la narrativa.
¿Cómo fue reunirse de nuevo con Xavier/Romain Duris?...
.- Él y yo estuvimos hablando cerca de una semana en torno a volver a la cuestión. El primer día, no sincronizamos en absoluto. Romain por lo que se refería a meterse de nuevo bajo la piel de Xavier, y yo en lo que atañía al uso de un enfoque nuevo en forma de equipo técnico americano. Tuve que habituarme a realizar un film con un equipo de más de cien integrantes, a disponer de veinte camiones enormes que rodaban cada día, y a obedecer las draconianas normas del sindicato, que eran completamente nuevas para mí. Aparte de eso, con Romain, Audrey, Cécile y Kelly fue tan maravilloso como siempre. Por supuesto, el hecho de que todos ellos se hayan convertido en estrellas crea un poco de distancia, pero nos conocemos de hace tanto tiempo, que no hay problema. Todos ellos tienen un status distinto ahora, pero está bien sentir que también hay algo más profesional en ellos. Yo solía apreciar el lado instintivo y animal de Romain. Ahora, me gusta su lado más maduro, más profesional. Su actuación resulta mucho más controlada actualmente. Nunca antes le había visto actuar de este modo. Definitivamente, está en su mejor momento.
La expectación es enorme. Cuando inauguró el Festival de Angulema, 4.000 personas hicieron cola para ver ‘Nueva vida en Nueva York’...
.- ¡Es de locos! Fue inaudito. Y era maravilloso porque no era a mí y ni siquiera a los actores a los que querían ver, sino a Xavier, Isabelle y Martine. Hay un tipo de realidad en esta ficción. Si algo he logrado hacer con esos tres largos, es esto: he logrado crear una realidad. Xavier se ha convertido en uno de sus amigos. Esto es enorme, porque hemos entrado en las vidas de estas gentes. A todos nos gusta un buen serial televisivo, se puede comprobar en cómo de populares son actualmente: “¿viste la temporada quinta? No te lo diré porque has de ver lo que le pasa a ¡la muñequita!” Está bien tener la cita con estos personajes. Pero soy cuidadoso al separar las expectativas con respecto a ‘Nueva vida en Nueva York’ de mí mismo, porque ya no tiene casi nada que ver conmigo. Es algo que pasa entre el público y los actores o, de hecho, los personajes. Ése es el motivo por el que la première en Angulema fue tan emocional, porque vimos cómo la gente tenía ganes de ver qué pasaba a continuación. Tener ese contacto físico con el público es una de las cosas más impresionantes que se pueden experimentar como director.