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SINOPSIS
Corre el año 1789 y un pueblo y su rey cruzan los destinos de la población. Su lugar de encuentro es la joven Asamblea Nacional. En ese momento el destino del Rey y el nacimiento de la República se dan la mano...
INTÉRPRETES
GASPARD ULLIEL, ADÉLE HAENEL, OLIVIER GOURMET, LOUIS GARREL, IZÏA HIGELIN, NOÉMIE LVOVSKY, CÉLINE SALLETTE, DENIS LAVANT, JOHAN LIBÉREAU, ANDRZEJ CHYRA, JULIA ARTAMONOV, LAURENT LAFITTE, STÉPHANE DE GROODT, NIELS SCHNEIDER, LOUIS-DO DE LENCQUESAING
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ENTREVISTA AL DIRECTOR...
¿Por qué abordar hoy en día la Revolución Francesa?...
La Revolución Francesa fue un momento único en la historia. Al cabo de doscientos cincuenta años, su huella sigue estando presente en nuestras vidas, en nuestras sociedades y en nuestro imaginario. Por ello, al hacer esta película, estamos haciendo algo más que contemplar un pasado histórico: vamos a descubrir a los hombres y a las mujeres cuyo empeño, esperanzas y heridas fueron de tal intensidad que siguen estando presentes al cabo de más de dos siglos.
En Un pueblo y su rey, quería ofrecer una reconstrucción de la Revolución Francesa alejada del debate ideológico: una revolución a escala de los hombres, de los niños y, sobre todo, de las mujeres. Los personajes femeninos tienen un papel central en la narración.
Colocar a la gente de los barrios populares de París en el centro de los acontecimientos es una manera de ponerle –o tal vez de devolverle- una semblante popular a la Revolución Francesa. Decidí montar la estructura de la película describiendo el destino del rey.
En 1789 su majestad era el padre de la nación, elegido por la gracia de Dios. En junio de 1791 huyó, pero fue detenido. En septiembre estaba al frente de una monarquía constitucional. Durante el verano de 1792 fue depuesto y encarcelado. En otoño, fue juzgado. En invierno fue sentenciado. El 21 de enero de 1793 fue decapitado en la plaza de la Revolución. Fueron tres años trepidantes y caóticos en los que una monarquía fue abolida y el pueblo conquistó la soberanía.
El hilo de nuestra historia no es únicamente la intensidad del combate. Al tener que sumergirme en tanto detalle histórico, encontré muchos casos de valor y de esperanza, y en muchas ocasiones momentos alegres, de humildad, de deseo, o bien de simple entusiasmo. Quería filmar a la muchedumbre enfervorizada en toda su variedad humana. Vi que había hombres, mujeres y niños llenos de una energía vital que hoy en día es difícil encontrar.
Luchaban, bailaban, cantaban, lloraban a sus muertos, y se levantaban cada día con el corazón lleno de esperanza. Esta historia es una historia de heroísmo, pero de un tipo de heroísmo corriente, sencillo e íntimo. Fueron los mismos personajes los que me dieron la fuerza para hacer frente a todos los retos que implica un drama épico de época. El guión y la producción de Un pueblo y su rey han absorbido siete años de mi vida. Ahora que la película está acabada puedo afirmar una cosa: lo que descubrí durante esta aventura no fue nostalgia, sino una sensación de presente.
Junto a Basile, Françoise, Louis XVI y Robespierre, he vivido momentos de gloria y de tragedia. Esta película, en parte, es un relato de las emociones vividas no en el pasado, sino en el presente.
¿Cómo se escribió el guión?...
Tardé cuatro años en escribir el guión.
El mayor desafío consistía en construir los destinos de los personajes principales: el pobre Basile, que consigue vincularse a la sociedad; la trayectoria de Françoise y de Margot, dos lavanderas con un vínculo indestructible; y el compromiso político del vidriero, el tío. Es más, estas historias individuales se entrelazan constantemente con la historia más amplia.
Por ello tuve que dramatizar a las principales figuras de la Revolución Francesa, incluyendo a Luis XVI con su destino digno de una tragedia de Shakespeare –un hombre derrotado por la historia- así como a los líderes de la revolución: Robespierre, Marat y Saint-Just. El propósito del guión es darles vida, con una aproximación personal al sitio que ocupan en las grandes páginas de la revolución.
Por último, también están las mujeres, los hombres y los niños del pueblo que dejaron su marca en la posteridad: la célebre frutera Reine Audu, el radical Varlet, y la chocolatera Pauline Léon. Al haber sido atacado, el pueblo de París había aprendido a defenderse. Pero al ser traicionados, tuvieron que recordarles a sus representantes cuál era su deber.
Durante la fase de escritura del guión, utilicé de manera intensa todos los archivos que se pueden consultar libremente online. Eso significa que puedo basar el relato en material histórico contrastado, aceptado por los grandes historiadores de la Revolución Francesa y del siglo XVIII: el americano Timothy Tackett, el italiano Haim Burstin, y los franceses Guillaume Mazeau, Sophie Wahnich y Arlette Farge. He conversado con todos estos reconocidos historiadores y hemos tenido discusiones muy profundas, siempre documentadas. Quería filmar la revolución francesa desde el punto de vista del compromiso del pueblo, desde el punto de vista de la gente de la ciudad.
El objetivo de mis investigaciones iba mucho más allá de la preocupación por la fidelidad histórica. Al tiempo que quería plasmar los grandes ideales revolucionarios, también quería que éstos estuviesen llenos de vida, de carne, de sangre y de emociones. El amor es un elemento clave para ello, al igual que el papel de la infancia, y del compromiso político, entre la esperanza y las heridas del combate.
Durante una revolución, casi todo el mundo tiene la posibilidad de ser testigo de un gesto de heroísmo, al margen de que el gesto pase a la historia o no.
¿Cómo fue su relación con los actores?...
Trabajar con los actores superó todas mis expectativas. El rodaje siempre estaba lleno de gente, con una docena de actores cada día, unos cien extras, y una cantidad igual de actores secundarios.
Para este proyecto quería reunir a una generación de intérpretes jóvenes y de gran nivel que ya ha dejado una huella en el cine francés. Ellos tenían la audacia y la ambición de dar vida a todas esas figuras excepcionales.
¿Nos puede contar algo sobre su aproximación histórica a las reconstrucciones?...
Conjuntamente con Denis Freyd, que producía la película a través de Archipel 35, decidimos muy al principio del proyecto hacer la película con vestuario de época y utilizar localizaciones en la zona de París, con un reparto francés.
Era parte de filmar la revolución francesa como una épica popular. Rodamos en muchos escenarios reales, y en algunos recreados. El París del siglo XVIII, con su densidad y variedad, queda reflejado sobre todo en las orillas del Sena y en la plaza de la Revolución. Siempre que era posible, utilizábamos extras reales para las escenas con muchedumbres y gentío.
En algunos momentos clave utilizamos efectos especiales, como por ejemplo en la ejecución del rey. Se tuvo mucho cuidado en la recreación del vestuario de Anaïs Romand (Holy Motors, Saint Laurent). Los tejidos, los algodones, las sedas y los terciopelos se tuvieron que buscar por todo el mundo. Luego se tiñeron, cortaron y se cosieron en París. Así conseguimos crear un vestuario de ropa auténtica que refleja con fidelidad la indumentaria de finales del XVIII...
Quería filmar de manera sencilla y simple, usando luz natural basada en velas, fuegos y antorchas. Tuvimos mucha suerte al poder rodar en el palacio de Versalles, en la Cour Carée del palacio del Louvre, en el castillo de Chantilly, y en el magnífico Teatro de la Reina en el Trianon: ha sido la primera vez en que se ha podido filmar en este lugar. Esta preocupación por la autenticidad también se extendió al taller de vidriero del tío.
Todas las escenas en las que aparecía la producción de vidrio se rodaron con los actores mismos y con utensilios de la época, ¡con el silicio a 1.400 grados! Tengo que mencionar la preparación del rodaje de los debates en la Asamblea Nacional. Durante esos años se produjo una actividad legislativa intensa, con un gran intercambio y florecimiento de ideas. En el otoño de 1789 la primera Asamblea Nacional de Francia se fue de Versalles para establecerse en París. Los 800 diputados se instalaron en la antigua escuela real de equitación, un gran espacio abovedado, con unos grandes ventanales que se asomaban a los jardines de la Tullerías. Recreamos este espacio en la Maison d’Education de la Legión de Honor, con sus múltiples bancos de madera, su estrado para dirigirse a los presentes y con sus espacios bajo los muros de piedra para que el público pudiese asistir a los debates.
Ese fue uno de los elementos clave del rodaje: poder escuchar todos esos discursos históricos arropados por la madera y el eco de las piedras antiguas.
¿Qué espera que el público retenga de la película?...
Como espectador saldría de la proyección pensando que ha sido una experiencia única, una que solo una revolución puede producir: con estas perspectivas, esos discursos, y las risas mezcladas con las lágrimas, nacimientos tras los lutos, destinos cambiados por una sola frase, tiros…
Espero también que la película deje una impresión de claridad, como si fuese un verano infinito, com momentos de luz brilantes, momentos sorprendentes e inesperados. Pero también están ahí las noches febriles, con sufrimiento y con heridas. Así es la vida durante una revolución, con tantas esperanzas y conquistas sorprendentes. La esperanza los guiaba para luchar y para conseguir su libertad. Como dice Adèle Aaenel (Françoise) en un momento de la película: “¿Qué son nuestras heridas comparadas con nuestras victorias?”
GALERÍA DE FOTOS
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