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SINOPSIS
Cuenta la historia de Leonard Fife, un exiliado que huyó a Canadá durante la guerra de Vietnam. Al borde de la muerte, concede una última entrevista a uno de sus antiguos alumnos para contarle toda la verdad sobre su vida. Una confesión filmada delante de su mujer...
INTÉRPRETES
RICHARD GERE, UMA THURMAN, JACOB ELORDI, MICHAEL IMPERIOLI, JOSHUA BESS, SCOTT JAECK, VICTORIA HILL, KRISTINE FROSETH, ROBERT JOHN GALLAGHER, DYLAN FLASHNER, GREGORY CONNORS, SEAN MAHAN, AMANDA LEA MASON, JAKE WEARY
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NOTAS DEL DIRECTOR...
Cuando mi amigo y escritor Russell Banks (Aflicción) enfermó, estuve barajando otras opciones para la historia. Caí en que el tema tenía que ser la muerte. Russell se había documentado y había escrito un libro sobre la muerte cuando estaba sano, titulado Los abandonos. Quería llamarlo Oh, Canada, pero había conflicto con Canadá, de Richard Ford, así que me pidió que utilizara su título original. Y así fue cómo Los abandonos se convirtió en Oh, Canada.
Tras huir a Canadá para librarse de la guerra de Vietnam, Leonard Fife se convirtió en un exitoso documentalista.
SOBRE LA PRODUCCIÓN...
En Oh, Canada, de Paul Schrader, un prestigioso documentalista intenta, en sus últimos días de vida, redimirse de una existencia y carrera construidas sobre mitos y engaños durante uno de los momentos más oscuros de Estados Unidos.
La complicada historia de Leonard Fife, adaptada del libro Los abandonos del novelista estadounidense por antonomasia Russell Banks, aborda las decisiones personales y políticas a las que se enfrentaron muchos estadounidenses en la tensa década de 1960, y que aún resuenan hoy en día siguen, aunque de distinta forma. Es una reflexión vital sobre la muerte que revisa las decisiones tomadas por su protagonista en el pasado con la urgencia del presente.
Schrader descubrió la novela Los abandonos de Banks cuando este le envió un ejemplar. Ambos eran amigos desde hacía mucho tiempo. Además, Schrader ya había adaptado Aflicción de Banks en 1997, en una película sobrecogedora protagonizada por Nick Nolte. De hecho, Banks ya había escrito un libro semiautobiográfico sobre un cineasta enfermo antes de enfermar él mismo y fallecer el año pasado. Schrader explica que «Lo tituló Mi Iván Ilich», en referencia a la clásica elegía sobre la muerte del novelista ruso León Tolstoi. «Y me dije: “Si vas a hacer una película sobre la muerte, ¡más vale que te des prisa!”».
Oh, Canada transcurre tanto en el presente, durante el rodaje de la reveladora entrevista de Leonard, como en determinados momentos clave de su historia personal, que se remontan a los años 60. Para dar vida a todas estas épocas, Schrader escogió a dos actores para interpretar a Leonard Fife: Richard Gere y Jacob Elordi.
Gere encarna a Leonard en los fragmentos en los que un antiguo alumno (Michael Imperioli) entrevista al luchador pero decadente documentalista, así como en otros momentos. Oh, Canada reúne a la estrella de clásicos como Días del cielo con Schrader 45 años después de su inolvidable colaboración en American Gigolo. «Cuando intentas crear una película, piensas: ¿Qué hará que la gente agudice el oído?», dice Schrader al referirse a la elección del actor que encarnaría a Leonard, su protagonista.
Elordi interpreta a Leonard en sus primeros años, en su etapa como escritor frustrado y padre joven, cariñoso pero inquieto, en el contexto del cambio cultural y político de Estados Unidos. El actor (Priscilla, Euphoria) encajaba a la perfección en el papel del joven Leonard, cuyo ímpetu y carisma conducen al personaje por un camino complicado en el trabajo y en la vida. «Vi Euphoria y se parecía muchísimo al personaje que yo habría elegido para American Gigolo. Y así fue como elegí al personaje de Richard de joven», dice Schrader.
La historia de Leonard Fife se narra, por una parte, como un viaje a través de su pasado más personal y, por otra, como un análisis evolutivo en el presente. Oh, Canada crea un mosaico apasionante sobre una vida tal y como se muestra al mundo. Schrader declara: «Ya he hecho películas con narrativa no lineal antes. Mishima es un clásico de este tipo, mientras que las tres anteriores (El reverendo, El contador de cartas y El maestro jardinero) eran muy lineales y monoscópicas. En cambio, en una película con narrativa no lineal intervienen múltiples puntos de vista: ves las cosas desde diferentes direcciones y marcos temporales. De este modo, entrelacé los distintos marcos temporales con narraciones duales».
En la América de los 60 en la que vive el joven Leonard, la guerra de Vietnam y el servicio militar obligatorio ponen patas arriba la vida de los jóvenes ante la perspectiva de morir por una causa perdida. «Es un momento decisivo para esa generación», afirma Schrader. Leonard se siente tentado por posibilidad de escribir la gran novela americana, pero Canadá aparece como un medio para eludir esa responsabilidad.
Schrader todavía tiene muy presente aquella época de agitación política. «Una persona con la que fui a la universidad se fue a Países Bajos como objetor de conciencia. Otro conocido mío se fue a Canadá. Mi hermano se libró convirtiéndose en misionero y presentándose a la junta eclesiástica, como aplazamiento de tipo 1-D. Se fue a Japón. Y yo me libré por razones de salud. Todo el mundo tuvo que tomar una decisión».
En Oh, Canada, Leonard también se enfrenta a las decisiones con respecto a su vida amorosa que él mismo confiesa a lo largo de la entrevista. El alcance completo de su historia amorosa puede revelar secretos a su actual esposa y compañera, Emma, quien escucha la entrevista y descubre historias de su anterior matrimonio en Virginia y de sus aventuras amorosas.
Uma Thurman interpreta a Emma y le aporta una autoridad tranquila a un personaje que tiene que interceder como moderadora mientras se desarrolla la entrevista de Leonard. «Pensé que sería muy interesante», dice Schrader sobre el casting de la estrella. «Llevaba un tiempo sin trabajar demasiado, al igual que Richard. Recuerdo que un día me dijo: “Me había olvidado de lo divertido que puede ser actuar”».
La narración de Leonard en Oh, Canada es una de las señas de identidad de la obra de Schrader: la voz en off, que ya se aprecia en el guion de El reverendo, El maestro jardinero o Taxi Driver. «No considero la voz en off como es un recurso expositivo, que es por lo que suele ser tan mala», afirma Schrader, «sino más bien como una especie de alimentación intravenosa: te nutre, te aporta calorías, pero no puedes saborearla ni olerla. Simplemente, se filtra en tu organismo». La buena voz en off, como la de Bresson, es mundana en muchos sentidos».
La entrevista con Leonard es solo una de las muchas formas visuales que componen el pulso estilístico de Oh, Canada. La cámara que utiliza Malcolm para grabar a Leonard se llama Interrotron, en homenaje al dispositivo del que fue pionero Errol Morris, ganador del Óscar. «Es mi amigo Errol, sí», se ríe Schrader. «Nunca he hecho documentales. Tuve que inventar algún tipo de truco visual para mantener viva la sala. Y aquello se convirtió en un pozo al que podía volver una y otra vez».
La película también recurre a una gama de enfoques de cámara diferentes para las distintas épocas de la agitada vida de Leonard. «Tenía cuatro marcos temporales y cuatro relaciones de aspecto de la imagen», explica Schrader. El viaje de Leonard desde Virginia hasta la frontera canadiense está grabado en pantalla panorámica, con efecto difuminado, mientras que la entrevista es en color y con una relación de aspecto más ajustada. Algunos recuerdos aparecen en blanco y negro, mientras que una escena clave con alguien del pasado de Leonard está «rodada en una especie de rojo y naranja, al estilo de Bergman», explica Schrader.
Para estas imágenes, Schrader aprovechó la versatilidad de su director de fotografía, Andrew Wonder, que ha dirigido documentales. «Andrew solía ser mi ayudante en la oficina, hace unos 20 años. Luego se convirtió en director de documentales. Es de los que inventan sus propios equipos de cámara».
Parte de la producción se llevó a cabo en un colegio para niños sordos de Long Island, que incluía una antigua mansión y una serie de espacios anexos y de gimnasio. «Para hacer una película así, necesitas agrupar las localizaciones. Estuvimos rodando en esta escuela durante casi dos semanas. Aparcábamos los camiones y nos pasábamos el día rodando, y así es cómo consigues una película que parece que se ha rodado en muchas partes». Para las paradas de Leonard en su viaje hacia el norte, el condado de Dutchess y Queens sustituyeron al Vermont rural y urbano.
Se prestó especial atención en reproducir de manera fiel el aspecto y el ambiente de los años 60, una época muy representada en el cine. «Me acuerdo de aquellos años, claro, porque estaba en la universidad», dice Schrader. «Algunos directores de cine no se acuerdan de cómo era la década de los 60, así que utilizan su imaginación y la convierten en algo supersesentero. Yo simplemente quería que fuese tal y como la recordaba». Schrader atribuyó el mérito a su talentoso equipo y reconoció que fueron más allá, incluidas la diseñadora de producción, Deborah Jansen, y la diseñadora de vestuario, Aubrey Laufer.
Las canciones de Phosphorescent, también conocido como Matthew Houck, a quien Schrader vio actuar hace dos o tres años en el Brooklyn Steel, conforman la banda sonora de Oh, Canada. «Me gustaron sus letras lo-fi disonantes y melancólicas», dice Schrader. Durante su carrera, ha buscado artistas que sean noveles en composición para cine. «He recurrido a muchos primerizos: Jack Nitzsche, Giorgio Moroder, Dave Grohl, Michael Been. Es divertido ir al estudio y seguir el proceso con ellos. Fui a Nashville, donde vive Matthew Houck, y trabajamos en estas canciones».
Todos estos matices y texturas de Oh, Canada están al servicio del personaje, el corazón latiente de los inquebrantables retratos cinematográficos de Schrader. «Tienes varias salidas para los personajes, porque puedes ver su interpretación, oír su registro vocal, escuchar sus pensamientos y conseguir que alguien interprete sus pensamientos con música», afirma.
El resultado en Oh, Canada es un retrato característico e intransigente de Schrader sobre un hombre al borde del precipicio. Su agonizante protagonista ya no puede seguir postergando el momento de rendir cuentas sobre todo lo que hizo y no hizo cuando se enfrenta a encrucijadas morales y éticas en su país y su vida personal. El intento de confesión de Leonard ofrece la perspectiva liberadora de renunciar a los mitos para siempre. Pero, como conclusión de una vida en la que se ha faltado voluntariamente a la verdad, es una imagen provocadora de la redención como huida.
GALERÍA DE FOTOS
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