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NOTAS DEL DIRECTOR...
Me hubiese gustado comenzar hablando de la influencia de Melville en mi cine, o destacar como Dassin, mucho antes de que Mann o Lee nos maravillaran con sus películas de grandes atracos, ya me había seducido con la intensidad de 'Rififi'.
En realidad, todo fue mucho más prosaico. Llevaba tiempo con un guion especialmente dramático que no entusiasmaba ni a productores ni a televisiones y no sabía que escribir. Un día, tomando una cerveza, un amigo me preguntó por qué no hacía una de robos. “Son muy entretenidas”, me dijo. Siempre me he sentido cercano al cine policíaco. Creo que los elementos de intriga, el juego de la incógnita y la solución es, efectivamente, divertido para el espectador. También creo que las generalidades nunca son ciertas. Algunos subgéneros, en principio cercanos al suspense, como las películas de espionaje son muy exigentes con la atención del público. Lo pensé. Repasé mentalmente las películas de atracos que me venían a la memoria y, en casi todas, mi recuerdo era feliz. La formación del equipo, el control policial, la elaboración del plan, su ejecución… Compartí la sensación de mi amigo. Me apetecía escribir sobre un robo.
La realidad supera la ficción. Es una frase manida, pero no por ello menos cierta. Tenía algunas ideas de hacia dónde quería que se dirigieran mis personajes, pero lo primero que quise tener claro era el plan, y especialmente su desenlace, la fuga. Creo que los terceros actos, esos últimos treinta minutos de un largometraje, son especialmente delicados para la satisfacción del espectador. Una buena resolución del atraco era vital y para ello nada mejor que estudiar la realidad. Y realmente supera a la ficción. Huidas en zodiac por el alcantarillado de una ciudad. En helicóptero, tras saquear una joyería. O, quizá la más esotérica, después de varias horas rodeando un banco, la policía entraba en la sucursal… sin encontrar a nadie. Demasiado para mí. Los elementos de inicio que elegí fueron más clásicos. entidad bancaria y robo en su cámara acorazada. En la concepción de la huida, en ese plan de fuga que no puede fallar, intenté ser más infrecuente.
En un mundo en el que el poder asalta a los ciudadanos de una manera cada vez más cruel, el ciudadano, o en este caso el espectador, mira muchas veces con benevolencia a aquel que se atreve a retar al orden establecido y especialmente si lo hace de una forma quirúrgica, sin víctimas, sin sangre, únicamente tomando lo que más les duele, el dinero. El falsificador, el atracador de bancos estratega, el ladrón de guante blanco, goza de una simpatía inicial entre el público. El villano se transforma en héroe. Esto te da una ventaja, tu protagonista no es rechazado por sus pecados. También una desventaja, puedes entrar en el maniqueísmo de la justificación. De nuevo a las
fuentes, de nuevo a ver películas para elaborar mis personajes y, de nuevo, una estructura clásica. Crear héroes y villanos dentro de cada bando.
'Plan de fuga' es la historia de un ladrón que ingresa en una mafia para cometer un atraco. Técnicas de asalto y de huida, problemas inesperados, solución a cada una de las dificultades, pero también desencuentros personales. Situaciones de violencia donde se pone de relieve la crueldad de un mundo límite. Plan de fuga es la historia de un policía que persigue a un ladrón. Maniobras de vigilancia, tácticas de anticipación, estrategias al otro lado del tablero, pero también asfixia por la burocracia. Situaciones donde se pone en evidencia que el orden está controlado por el poder. Dos mundos radicalmente separados donde, paradójicamente, sus antagonistas, ladrón y policía, se comprenden y respetan más entre ellos que con su entorno. Una estructura que, sencillamente siguiendo sus cauces más clásicos, te lleva a lugares interesantes, a oportunidades de confeccionar una historia donde el bien y el mal no estén profundamente definidos sino, como en la vida misma, de una forma imprecisa y difusa.
Historia decidida. Personajes bosquejados. Ya sólo quedaba llevarla a cabo. Meses de versiones, días de rodaje, postproducción, decisiones equivocadas, otras más acertadas.