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NOTAS DE LA DIRECTORA...
Conocí a Pepi cuando trabajaba en mi primer largometraje documental La Chana, que también habla del flamenco. Un amigo me sugirió que me pusiera en contacto con Pepi para preguntarle si tenía algún consejos sobre dónde encontrar financiación para terminar La Chana. Llamé a Pepi y me invitó a su casa. Me encontré con un hombre muy simpático y enérgico, lleno de vida. Sacó un CD del cantaor de flamenco Niño de la Cava y lo puso. Mientras nos llegaba el cante profundo y áspero, el rostro de Pepi se contraía de dolor. Empezó a llorar. Luego, me contó su historia.
Salí de casa de Pepi profundamente conmovida y convencida de que allí había una película. No sólo fueron los detalles singulares de la historia de Pepi que me cautivaron. Me planteaba preguntas como: ¿Qué pasa cuando uno pierde su infancia y tiene toda una vida para llenar ese vacío? ¿Qué papel juega la música a lo largo del tiempo, el espacio y la memoria? ¿Qué se pierde y qué se gana en ese difícil y quijotesco proceso emocional por el que Pepi se somete una y otra vez escuchando flamenco? ¿Qué relevancia tiene la historia de Pepi en el mundo volátil y polarizado de hoy?
Pepi Fandango aborda estas preguntas y permite una exploración viva de estos temas a través de una road movie de muchas capas, llena de emoción, humor y tristeza, alegría y dolor, vida y muerte. En su esencia, habla de nuestra profunda necesidad humana de comunicarnos, ya sea a través de canciones, de la música o de un susurro. Habla del proceso de búsqueda de una voz y del anhelo de que te escuchen.
EL CONTEXTO...
Al final de la Guerra Civil española, cuando las fuerzas de Franco derrotaron a la República y entraron en Barcelona,
medio millón de españoles cruzaron la frontera hacia Francia.
Muchos huyeron a pie, cruzando los Pirineos en pleno invierno. A medida que llegaban a Francia, los franceses los arrearon como ganado en campos de de internamiento enormes.
El 10 de mayo de 1940 la Alemania nazi invadió la Francia. Los alemanes rompieron las líneas aliadas rápidamente, tomando el norte. Poco después, el primer ministro francés dimitió y asumió el poder un gobierno interino, conocido como el Régimen de Vichy que gobernaba el sur. Aunque Francia nunca se unió oficialmente al eje nazi, colaboró ampliamente con él.
Miles de judíos fueron detenidos y colocados en enormes campos de concentración junto con romaníes-sinti. Los refugiados españoles fueron reclasificados como “indeseables”, al igual que los gitanos y los judíos. Pepi tenía 5 años cuando su familia fue trasladada forzosamente al campo de Rivesaltes en el sur de Francia. Este campo originalmente fue un campo militar pensado para los ejércitos coloniales franceses. Se ubicó allí, al pie del Pirineo, por la dureza del invierno y el calor insoportable del verano. Allí separaron a Pepi de su madre, su padre y su hermano. Los colocaron en barracas abarrotadas. Las condiciones del campo eran infrahumanas. Algunos testimonios describen un puñado de lentejas en mal estado o una rodaja casi transparente de pan podrido como la única comida del día, o de varios días. A su alrededor, sumideros con aguas servidas, ratas, pulgas y piojos, y el viento constante de la Tramontana, azotando y tirando al suelo a aquellos que lentamente morían de hambre.
Desde el campo de Rivesaltes 2.313 judíos extranjeros, entre ellos 209 niños, fueron trasladados al campo de exterminio nazi de Auschwitz, donde fueron asesinados. Muchos gitanos fueron trasladados a campos de exterminio y asesinados y miles de españoles acabaron en Mauthausen.
Pepi tuvo “suerte”. Sobrevivió. Aún así, lleva el dolor y el sufrimiento, esa “duquela”, en su corazón, en sus entrañas. La música lo lleva al peor momento de su vida, pero contradictoriamente, también lo alivia. En un fandango él puede encontrar la muerte y el hambre, pero también, encuentra la vida