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SINOPSIS
Cinco amigos se reúnen en una terraza, para celebrar el regreso tras 16 años de exilio de Amadeo. A lo largo de toda la noche, la pandilla recuerda la juventud perdida, la fe que tenían en el futuro y la decepción que ha supuesto para ellos el paso de los años...
INTÉRPRETES
JORGE PERUGORRÍA, PEDRO JULIO DÍAZ FERRÁN, FERNANDO HECHEVARRÍA, ALBERTO PUJOLS, ISABEL SANTOS
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PREMIERE
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INTRODUCCIÓN DE LEONARDO PADURA...
A lo largo de una noche, en una azotea de La Habana, Amadeo, Aldo, Tania, Rafa y Eddy desnudan sus conciencias: los recuerdos y traumas del pasado, las carencias y afinidades del presente, los interrogantes que siempre enturbian el futuro conforman los dramas individuales de estos cinco seres que luchan por no ser vencidos, que pelean por sostener uno de los pilares que hasta entonces los ha mantenido unidos y a flote: la amistad.
Cuando Laurent Cantet me propuso enrolarme en este proyecto cinematográfico, supe que tendría la oportunidad de expresar, de forma concentrada y dramática, una de las preocupaciones que recorre toda mi literatura: el lugar de mi generación en la historia cubana más reciente y las vicisitudes que han marcado su devenir individual y colectivo. Porque tanto en las novelas que se van a otras latitudes geográficas y tiempos históricos, como las que se centran en la vida contemporánea cubana, la expresión de los conflictos espirituales y materiales de mi generación ha tenido un espacio esencial en mi universo literario.
Tomando como punto de partida argumental la reunión de estos cinco personajes (inspirada en un encuentro similar descrito en La novela de mi vida), ubicados en el presente cubano y cronológicamente en una edad que ronda los cincuenta años, nos propusimos entonces crear una especie de resumen de expectativas, esperanzas, frustraciones, sueños y heridas de una generación muy especial en la historia cubana: la que crece con el proceso de la Revolución, que se forma, crece y estudia en el nuevo contexto político y social del país y que, al llegar la década de 1990, con todas sus crisis y carencias, vio tronchadas muchas de sus vías de realización personal y colectiva y debió enfrascarse en un dramático combate cotidiano por la supervivencia, de ellos mismos y de sus hijos.
A través de las revelaciones que provoca el regreso a Cuba de uno de estos personajes tratamos de montar una imagen posible y verosímil de estos hombres y mujeres que en su juventud participaron activamente del ambiente social existente en el país y que, como muchos otros, soñaron con los frutos del sacrificio realizado en el presente (ya pasado) que recogerían en el futuro. Pero la caída económica del país que siguió a la desaparición de la Unión Soviética fue, también, la caída de muchos sueños y esperanzas en los que hasta entonces habían creído, por los que habían estudiado, trabajado, peleado incluso en guerras lejanas.
Los dramas del exilio y sus consecuencias personales y colectivas, de la lucha por la supervivencia económica, de los enmascaramientos asumidos como forma de vida, de las pérdidas éticas o del aferramiento a una fidelidad y a una pertenencia nacional y cultural, las derrotas espirituales y la lucha contra todos los miedos son algunos de los ingredientes que aderezan el desarrollo reciente de esta generación que soñó y se sacrificó por el futuro mejor para todos. A través de las experiencias de Amadeo, Rafa, Tania, Aldo y Eddy, de las circunstancias en que forjaron su amistad en la primera juventud y los modos con que la han sostenido a través de los años, la película trata de poner sangre, sudor y lágrimas en una experiencia colectiva que se manifiesta a través de unos individuos propios de su tiempo y lugar.
'Regreso a Ítaca' pretende, pues, ser la historia de unas vidas y, con ellas, a través de ellas, el retrato de mi generación. Seguramente no es el único retrato posible, pero sin duda representa el reflejo de muchas de las incertidumbres, anhelos, logros y frustraciones de un grupo de cubanos a los que los vientos de la historia han arrastrado con doloroso encono hacia un mar abierto en el que muchos no pueden distinguir un puerto de acogida y salvación.
Esta es una historia posible del presente cubano: pueden existir otras miradas -de hecho existen- pero con esta los realizadores de la película nos propusimos abrir nuestros ojos y conciencias a un presente dramático, a la vida cotidiana de la Cuba de hoy, donde es posible encontrar muchas historias de vida como las de Amadeo, Tania, Rafa, Aldo y Eddy.
ENTREVISTA A LAURENT CANTET...
¿Cómo nació la idea de escribir con Leonardo Padura?...
- Hace unos años me pidieron que participara en la película colectiva Siete días en La Habana, en la que Leonardo Padura se encargaba de supervisar los guiones. Le sugerí que pensáramos en el guion de un cortometraje basado en el personaje de su libro La novela de mi vida, que regresa a La Habana después de 18 años de exilio y se reencuentra con sus amigos de antaño. Viajé a Cuba para que trabajáramos juntos. Cada noche escribía varias páginas y me las entregaba por la mañana. Nos comunicábamos en una mezcla de español, francés e inglés. Era algo caótico, pero había leído sus novelas y nos entendíamos.
Al cabo de una semana llegamos a la conclusión de que los quince minutos de un cortometraje no bastaban. Le pedí que suspendiéramos momentáneamente el proyecto y me dediqué a escribir un guion que encajara en un largometraje conjunto. En cuanto acabé Foxfire, mi anterior película, llamé a Leonardo Padura y nos pusimos manos a la obra. Estuvo unos diez días en París, periodo en el que la película empezó a tomar cuerpo. Regresó a Cuba y escribió una primera versión. Trabajamos a distancia hasta conseguir un guion correcto.
¿Hasta qué punto se basa el guion en la obra novelesca de Leonardo Padura?...
- La película es un concentrado de los temas que teje en cada una de sus novelas. La dificultad de estar en un lugar y no poder estar en otro. La incapacidad de creer en algo y el cansancio que se apodera de uno. Todos sus libros hablan de esa generación perdida, la suya, nacida entre 1955 y 1960, a principios de la revolución, que realizó estudios con la idea de participar de forma muy concreta a una utopía en construcción y que, en el momento que debía adquirir responsabilidades, se encontró con el desmoronamiento de la URSS, el fin del apoyo soviético y la etapa de penuria consiguiente. Fue la generación que más acusó el “periodo especial” decretado por Fidel Castro a partir de 1992: unos diez años durante los que todos conocieron el hambre y unas privaciones tremendas, una economía de guerra en tiempo de paz y un endurecimiento político dirigido a detener la expresión de las frustraciones. Para muchos miembros de esa generación, el sueño se quebró entonces, cuando surgió el dolor producido por la comprensión de que gran parte de su vida no serviría para nada. Algunos intentaron adoptar una postura crítica, considerada en la época como una traición. Otros encontraron la forma de irse como fuera y acabaron exiliados en España o en Estados Unidos, el país del “enemigo”.
¿Rodó las escenas en orden cronológico?...
- Al principio del rodaje, para superar los problemas de luz, escalonamos las escenas del crepúsculo durante una semana. En cuanto a las secuencias nocturnas, seguimos el orden narrativo. Era importante para los actores, sobre todo porque solo disponíamos de diecisiete días de rodaje. Al tener tan poco tiempo, habría sido difícil encontrar la coherencia de los personajes. Luego, los sentimientos empezaron a tomar cuerpo en la cronología del relato. Creo que nadie se había dado realmente cuenta del dolor que expresa el monólogo final de Amadeo y la reacción de Rafa. Cuando acabamos de rodar la escena, todos estábamos agotados. Nos habíamos encaminado hacia ese momento, pero dudo que los actores hubieran podido encarnar la escena con tanta fuerza si no hubiesen hecho el recorrido durante diecisiete días.
¿Diría que 'Regreso a Ítaca' es una película que gira en torno a una depresión colectiva?...
- Se trata más bien de una película en torno a la ira. Todos los personajes tienen la impresión de que les han robado su vida e incluso de que ellos mismos han contribuido a ese robo de una forma u otra; les han traicionado y se han traicionado. En los años setenta tenían la sensación de estar en el centro de una historia en pleno desarrollo, de enfrentarse al mundo, de construir algo que podía funcionar. Cuando hablan del tema, Rada ironiza: “Escribíamos la historia, éramos el faro del mundo…” Incluso para los más críticos del grupo, en esos años reinaba una energía y una confianza que el personaje de Aldo intenta que perdure a pesar de todo, quizá porque es negro y sabe que sin la revolución, ahora estaría limpiando los zapatos a los americanos. Me conmueve cuando dice: “Dejadme creer que todavía creo…” Los demás no comparten esa opinión, pero les queda la energía de la ira.
¿'Regreso a Ítaca es probablemente su película más teatral: predominio del diálogo, dramaturgia clásica, unidad en el tiempo y el escenario. ¿Fue un dispositivo que se impuso desde el principio?...
- Era un requisito del proyecto del cortometraje, y decidí conservarlo para la película. Leonardo Padura no estaba del todo de acuerdo al principio. Habría preferido que la película transcurriera durante varios días y en decorados diferentes. Yo, personalmente, prefería evitar las reconstrucciones y los flash-backs, estaba convencido de que solo podrían contarlo todo en un único escenario. Y tenía la sensación de que para hablar de Cuba debía dar la palabra a los cubanos, ofreciéndoles la posibilidad de contarse a sí mismos. Por eso era tan importante trabajar en estrecha colaboración con Padura.
La teatralidad, con todo su artificio, se ve compensada por una forma de naturalismo, tanto en la escritura como en la puesta en escena...
- Hemos intentado perturbar el dispositivo. Por ejemplo, había que compensar la duración teatral de los monólogos con un idioma trivial, lo menos “literario” posible. Padura domina el arte de escribir el cubano que se habla en la calle, sabe plasmar el ritmo de ese idioma.
He vuelto a rodar con dos cámaras, como hice para En la clase, en un intento de romper el marco limitante de un escenario único concebido para estar totalmente al servicio de los actores, para dejarles el mayor margen posible. Permite que ocurran cosas, filmar a la vez plano y contraplano, facilitar superposiciones para que el diálogo esté vivo y sea real.
En su película anterior se hablaba en inglés americano y en esta, en español cubano, ¿qué le interesa de rodar en un idioma extranjero?...
- La cuestión no se plantea en estos términos. El idioma viene impuesto por la historia que deseo contar. Hablo un poco de español y seguí un curso intensivo. Durante seis meses me dediqué a aprender español, sobre todo con mi ayudante de dirección, Elisa Rabelo de Juan, una cubana asentada en París. Me aprendí los diálogos de memoria para asegurarme de que los comprendería mejor. En cuanto a lo más difícil, saber reconocer el acierto de un actor, de una entonación, de una encarnación, por muy presuntuoso que parezca, no fue un problema. Del mismo modo que puede gustarme un actor japonés en una película, soy capaz de reconocer el acierto de un intérprete.
La última escena de 'Foxfire' sugería que el destino de la protagonista la había conducido a la Cuba de Fidel Castro. De hecho, 'Regreso a Ítaca' es como un eco y un contrapunto de su anterior película: son dos películas de “bandas” con ideas utópicas en épocas diferentes...
- No fue premeditado. A veces me reconozco en una idea o en un proyecto, pero nunca tengo la sensación de construir una coherencia. Desde luego, veo convergencias y resonancias en mis películas. Tengo ideas fijas: la cuestión del grupo, la presión del ideal, el riesgo de traición de dicho ideal, y también la nostalgia que no me gusta y a la que intento burlar. Al principio de la película quise que se tuviera la impresión de estar frente a los adolescentes que eran cuando se conocieron en el instituto, cuando escuchaban juntos a los Beatles, a Serrat o a The Mamas & the Papas, antes de seguir cada uno su camino. Me gustaba la idea de buscar a unos críos – que ya filmé en otras ocasiones – en personajes cincuentones. Quizá también se me parezcan un poco.
¿En qué medida se ve reflejado en esta historia cubana?...
- En la necesidad del colectivo, la nostalgia de una época en que estaba más inclinado a creer en un ideal. Hoy tengo la impresión de haberme rendido, pero todo esto me parece lo suficientemente universal como para sentirme cómodo. Cubanas o no, las desilusiones que se acumulan con el tiempo pueden ser una preocupación común. Cuando filmaba a unas crías americanas de los años cincuenta del siglo pasado, tenía la sensación de hablar de las crías con las que me cruzo actualmente en las afueras de París.