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SINOPSIS
Un manager musical descubre a un adolescente con una sensacional voz y mientras realiza una gira por Afganistan se lo lleva hasta Kabul con la intención de que compita en un popular programa de televisión...
INTÉRPRETES
BILL MURRAY, BRUCE WILLIS, ZOOEY DESCHANEL, KATE HUDSON, TAYLOR KINNEY, KELLY LYNCH, SCOTT CAAN, DANNY McBRIDE, SARAH BAKER, FAHIM FAZLI, EUGENIA KUZMINA, MEGAN RAICH
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Desde “El gran dictador”, de Charlie Chaplin, a “M.A.S.H.”, “Trampa 22”, “El pelotón chiflado” e incluso “Good morning, Vietnam”, del propio Barry Levinson, Hollywood siempre ha tendido a reservarse algunas de sus sátiras más geniales y su humor más mordaz para historias que tratan sobre el caos de la guerra. Siguiendo esa larga y venerada tradición, llega ahora 'Rock The Kasbah', una visión desternillantemente sesgada de una Afganistán asolada por la guerra, desde la insospechada perspectiva de Richie Lanz, un charlatán fracasado del mundo del espectáculo, que encuentra una última oportunidad de triunfar en la forma de una chica pastún, a la que descubre en una remota aldea y a la que asesora para que gane la versión afgana del popular concurso televisivo “American Idol”.
La historia empezó con la determinación del guionista Mitch Glazer, hace más de seis años, de escribir un clásico de Bill Murray. Glazer trabajó con Murray en “Los fantasmas atacan al jefe”, cuyo guion también había escrito. Los dos se hicieron muy amigos y a Glazer se le ocurrió la idea de Murray como la máxima expresión del pez fuera del agua: un representante de rock acabado que se lleva a su último cliente a Kabul para una gira de la USO y sobre la marcha se ve metido en camisa de once varas. “Me pareció como una versión de la guerra de Hunter Thompson”, comenta Glazer. “Y mi sensación era que, históricamente, utilizar el humor para afrontar el absurdo de la guerra era una tradición inmemorial. ¿Y quién mejor que Bill Murray para hacer de guía por la locura del Kabul actual?”.
Fue una conversación de Glazer con su amigo Tom Freston sobre el mundo de los expatriados en Kabul lo que suscitó inicialmente la idea de ambientar el filme en medio del caos y los tremendos contrastes de una ciudad asolada por la guerra. “me habló de un club”, recuerda Glazer, “del que utilizamos una versión en esta película. Tenía paredes de 6 m de altura, cubiertas de sacos terreros, alambre de espino, guardias armados, un cuarto para las armas en el que dejar todo tu armamento, y luego pasabas a una sala tras una puerta metálica y te encontrabas con algo que parecía salido de Saint-Tropez”.
Glazer ideó entonces la situación perfecta, que permitiera sumir inmediatamente al personaje de Murray en este corazón de las tinieblas: “Richie… se tropieza por casualidad con la idea de hacer una gira de la USO por bases del Ejército en Afganistán en plena guerra. Así que coge a su única artista [Ronnie, interpretada por Zooey Deschanel] y se la lleva a Kabul, pero la sensación de peligro es palpable. A Ronnie le da un ataque de pánico y, en mitad de la noche, le roba el dinero, el pasaporte, el billete de avión y lo deja tirado”.
Desesperado y sin forma alguna de volver a casa, Richie se aventura aún más en los entresijos de los bajos fondos de los expatriados en Kabul y acaba con un grupo de mercenarios en una aldea de la frontera con Pakistán, vendiendo munición a un grupo de cabecillas tribales. “Y entonces escucha una voz, una voz de mujer”, prosigue Glazer, “que resulta hermosa y evocadora, así que la sigue hasta una cueva, en la que encuentra a una preciosa chica con un velo, una joven pastún, Salima, y tiene la epifanía de que esta es la voz que lleva toda su vida buscando y que, si se la lleva y la apunta al concurso televisivo de talentos ‘Afghan Star’, entre su experiencia y su inteligencia para el rock and roll, y la voz de ella, ganarán el concurso. Y podrá vender 50 millones de discos”.
Por inverosímil que pueda sonar esa situación, lo cierto es que Glazer se inspiró en hechos reales. “Afghan Star” es un verdadero fenómeno, el programa de televisión más popular del país. Ken Auletta escribió sobre este acontecimiento de la cultura popular en un artículo reciente de la revista New Yorker: “Cada jueves por la noche, aproximadamente la tercera parte de los 30 millones de habitantes de Afganistán se reúnen ante sus televisores para verlo. En zonas rurales en las que no hay electricidad, la gente llena generadores con gasolina y conecta sus televisores a baterías de coche”. Hubo incluso una concursante pastún en el programa que, como Salima en 'Rock The Kasbah', se encontró en el centro de un conflicto entre las tradiciones ancestrales y el mundo moderno.
Glazer lo plantea en los siguientes términos: “La idea de que hubiera un programa tipo ‘American Idol’, por el que, incluso en un país destrozado, la gente se reuniera para verlo y votar, a través de sus móviles, a sus artistas favoritos... Me pareció que sería algo con lo que los espectadores de todo el mundo se podrían identificar”. Glazer, que pasó los primeros años de su carrera como escritor trabajando para revistas como Rolling Stone, Vanity Fair, Crawdaddy y otras muchas publicaciones, estaba muy familiarizado con personajes como el protagonista del filme. Richie, explica Glazer, “se basa en mis muchos años como periodista de rock. Es una especie de representante de rock de los 70 venido a menos, que contó con talentos medianos. Pero no podía tratarse de una comedia sin más. Tenía que tener corazón y profundidad... A Richie lo mueve el dinero. Pero entonces, a lo largo de la película, al ir encariñándose con [Salima], y hacerse una idea del mundo en el que vive la joven, acaba haciendo lo correcto y consigue que aflore lo mejor de sí mismo”.
El guion estuvo listo muy rápido, según recuerda Glazer. “Se lo di a Billy un viernes, me llamó al día siguiente y me dijo ‘cuenta conmigo’, y eso fue hace seis años y medio, y aquí estamos ahora, en un tejado de Marrakech”.
Sin embargo, no fue nada fácil convencer a los estudios para que financiaran el proyecto. Glazer y el productor Steve Bing llevaron el guion a toda una serie de posibles financieros, que no eran capaces de captar la idea de una comedia ambientada en Afganistán. Pero el proyecto acabó encontrando una productora interesada en QED, la compañía independiente de producción, financiación y ventas de películas fundada por Bill Block, como refugio para cineastas comerciales que trabajaran fuera de las convenciones habituales de los grandes estudios. En estrecha colaboración con Glazer y Bing, Block preparó una presentación del proyecto, vendió los derechos internacionales por todo el mundo y fichó a Barry Levinson para que la dirigiera. El resto del reparto no tardaría en apuntarse también al proyecto.
La elección de Salima era especialmente importante, y Levinson y su equipo de producción encontraron a la actriz perfecta para el papel en Leem Lubany, una actriz palestina que había protagonizado “Omar”, un filme palestino nominado al Óscar en la categoría de “mejor película de habla no inglesa”.
En la película, Salima canta cuatro temas de Yusuf Islam (más conocido como Cat Stevens), que ingresó en 2014 en el Salón de la Fama del rock and roll. Yusuf Islam se negó en un primer momento a permitir que los productores utilizaran sus canciones en el guion, pero Glazer volvió a abordarlo antes de que comenzara el rodaje de la película y le explicó: “Creo que esta película consigue lo mismo que intentas conseguir tú con tu música. Es un caballo de Troya. El exterior de 'Rock The Kasbah' es una gran comedia divertida de Bill Murray. Pero en el fondo contiene un mensaje de tolerancia y esas cualidades universales que son comunes para todos: amor por su familia, música y humor. Y me contestó por correo electrónico diciendo: ‘Vale, usad las canciones’”.
Una vez empezado el rodaje, Murray se dio cuenta enseguida de que el personaje de Richie y las situaciones en las que se veía metido le permitían enormes posibilidades cómicas. En palabras del actor: “Pensé que la película iba a ser un poco más seria de lo que es, porque tiene matices bastante serios pero... va a ser descabellada e increíblemente divertida... No tenía ni idea de lo plagado que estaba todo el guion de posibilidades cómicas”.
Es un sentimiento del que se hace eco Levinson: “Es una comedia, pero no es una comedia disparatada. Necesita cierta credibilidad. Necesita una sensación de realismo”. Para Levinson, el reparto era una parte crucial para conseguir establecer ese nivel de verisimilitud. “Tenemos actores pastunes haciendo de pastunes. Saben hablar el idioma, y otros que hablan darí, que es más bien de Kabul, e intentas crear una realidad en la que meter al personaje de Bill Murray, de modo que resulte creíble. Así que el humor surge a partir de esa sensación de realidad que desprende la obra”.
Levinson agrega: “Todo lo que he visto en cuanto a Afganistán es siempre relativo a la guerra. Siempre es cine bélico, de un modo u otro. Y lo que me fascinaba realmente era la simple humanidad de esta historia. Bill Murray es un representante de artistas de rock... Pierde su pasaporte y todo su dinero y, sin entrar en todos los detalles, se encuentra de pronto sumido en otro mundo y tiene que abrirse paso por él”.
La persona que sirve de guía y musa del personaje de Murray por estos bajos fondos es Merci, una prostituta de Kabul que busca su propia salida de este mundo, interpretada por Kate Hudson. “Creo que en realidad lo que Merci ve la primera vez que escucha la voz [de Salima] son signos del dólar”, opina Hudson. “Y, a medida que avanza la historia, acaba por importarle de verdad la lucha de esa chica por hacer lo que realmente le gusta, contra toda posibilidad, para seguir su pasión y hacer realidad sus sueños. Y creo que Merci se siente muy inspirada por ello”.
Era la primera ocasión en la que Hudson trabajaba con Murray y, sobre su experiencia, comenta que fue “como una clase magistral de comedia. Verlo encontrar su ritmo o descubrir el humor de algo... lo que tiene Bill es no falla nunca. Prueba una cosa y tiene gracia. Prueba otra y también tiene gracia”.
La comedia en tiempos de guerra de Levinson de 1987 “Good Morning, Vietnam” no rehuía mostrar los horrores de la guerra, pero a la vez lograba dotar a esos temas tan serios de cierto nivel de comedia disparatada y permitió a Robin Williams ganar un Globo de Oro. “La comedia”, explica Levinson, “si se maneja adecuadamente, es una forma estupenda de examinar muchos de los problemas que tenemos en el mundo. Si te remontas a los 60, cuando hablábamos de la proliferación nuclear, por aquel entonces se hicieron dos películas [que contaban] exactamente la misma historia. Una era ‘Punto límite’ y la otra era ‘¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú’. Y la forma de abordar el tema de ‘Teléfono rojo’ es la que ha perdurado hasta nuestros días”.