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LA ISLA...
La isla de Socotra se halla en el océano Índico entre Somalia y la península de Arabia. Tiene el tamaño de la isla de Rodas.
No posee ningún abrigo natural y los monzones, que en otras regiones del Índico propiciaron la navegación y el intercambio, en las costas de Socotra resultaron un gran peligro.
El aislamiento ha preservado una flora que parece de otra era.
En la isla crecen los árboles del incienso y de la mirra. Abunda el árbol de la sangre del dragón, en forma de seta gigante, de savia roja que utilizaron tanto los gladiadores del Coliseo para embadurnar sus cuerpos, como los lutiers de Cremona para dar la pincelada decisiva a sus Stradivarius.
Durante siglos, atraídos por la riqueza de sus resinas olorosas, indios, griegos y árabes del sur, acudieron a Socotra. Tras ellos, los piratas.
Algunos historiadores sitúan en Socotra el lugar dónde acudió Gilgamesh en busca de la planta de la inmortalidad tras la muerte de su fiel Enkidú.
Para los egipcios quizá fuera la isla del relato del náufrago, el primer relato marinero de la historia. Herodoto situó en Socotra la morada del ave Fénix.
Para los árabes era la isla del ave Roc. Marco Polo afirmó que los socotríes eran los nigromantes más poderosos del mundo.
Los portugueses invadieron el sultanato de Socotra, durante un tiempo, para salvaguardar su ruta marítima hacia la India. Desde finales del sXIX fue protectorado británico hasta su incorporación a Yemen del Sur. Antes de la reunificación del país, se creía que la isla albergaba una base de submarinos soviética.
Los primeros vuelos comerciales, a principios de este siglo, pusieron fin al aislamiento secular.
A pesar de los importantes cambios, Socotra sigue siendo un lugar remoto y fascinante.
Para reencontrar la Socotra de los tiempos del sultán hay que caminar varios días hacia las cumbres del Haggar donde anidaron las aves monstruosas de los antiguos y donde Urano tenía su trono antes de ser castrado por su hijo Cronos.
Sin embargo, los socotríes, que siguen hablando una lengua emparentada con la del Reino de Saba, desconocen las historias que egipcios, griegos, árabes y los viajeros renacentistas fabularon sobre la isla.