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Con un legado que abarca cuatro series de televisión, 11 largometrajes e incontables sueños galácticos, esta es la primera ocasión en que los espectadores van a ver ‘Star Trek’ a un tamaño enorme y en tres dimensiones.
Con “Star Trek: En la oscuridad”, J.J. Abrams regresa a su concepto del universo de Star Trek, que rinde un cariñoso homenaje a una obra emblemática de la cultura popular a la vez que la lleva hasta un territorio inexplorado.
La primera película recibió grandes elogios por mezclar el humor irreverente, los personajes carismáticos y la imaginación sin límites de la humilde serie de televisión de los años sesenta con el ritmo y la acción propios del siglo XXI, elaborando de paso una historia sobre sus orígenes fresca y emotiva. Haciéndose eco de la principal premisa de Gene Roddenberry, la “Star Trek” de Abrams parecía dirigirse directamente al soñador que todos llevamos dentro, y hacer que las posibilidades infinitas parecieran palpablemente reales.
En la estela del éxito de esa película, Abrams no tenía ninguna intención de dormirse en los laureles. Siguiendo la pauta de Star Trek para el segundo viaje, Abrams sabía que cada aspecto de la película tendría que llegar más lejos, explorar con más coraje que nunca lo que hace que los personajes de Star Trek respiren y que sus aventuras sean tan atractivas. Eso significó un montón de nuevos desafíos para los realizadores. La nave Enterprise llegaría más lejos de lo que nunca antes se había visto. Había que imaginar mundos enteramente nuevos, y después, construirlos. Y para llevar la historia hasta una nueva frontera, Abrams tomó la decisión de rodar la película en una mezcla híbrida de IMAX® y 35mm anamórficos, y presentarla en 3D.
“Esta película va más lejos que la otra en todos los sentidos: hay planetas volcánicos, frenéticas persecuciones de naves espaciales y tremendos efectos especiales, pero también hay un argumento con más matices”, dice Abrams.
Para llevar la energía dramática intensificada de la película a un nivel visual superior, Abrams utilizó IMAX® y una complicada conversión posterior a 3D en la posproducción para superar con creces las anteriores expectativas previas. No fue una decisión que el director tomara a la ligera, pues su principal regla es hacer que las cosas sigan siendo auténticas incluso en la más fantástica de las historias. Pero, tras observar atentamente las películas más innovadoras en IMAX® y 3D de los últimos años, y tras trabajar con el director Brad Bird, quien utilizó IMAX® en “Misión imposible: El Protocolo Fantasma”, Abrams se convenció de que había llegado el momento de unir la tecnología del aumento de la escala con la narrativa totalmente abierta de Star Trek.
A la hora de crear una sensación en 3D acorde con la chispa y la inmediatez del mundo de Star Trek, Abrams y su equipo subieron aún más el listón. Al principio los realizadores se mostraron completamente reticentes a utilizarlo, hasta que se dieron cuenta de que podían usarlo de una manera que estuviera a la altura de sus ambiciones visuales.
La magia visual también adquirió protagonismo al colaborar Abrams con el director de fotografía Dan Mindel, cuyo uso innovador de las lentes, la iluminación y los ángulos marcó la pauta para “Star Trek”.
A pesar de toda la fantasía e imaginación visual de la película, Abrams sigue prefiriendo crear todo lo que puede delante de la cámara. Utiliza la pantalla verde y los efectos por ordenador solamente cuando es necesario para llevar a los espectadores hasta galaxias que nadie ha visto nunca. Pero le gusta que la acción y el dramatismo sean más descarnados e íntimos, lo que suscita un vivo contraste.
Si “Star Trek: En la oscuridad” amplificaba la acción, la escala e incluso la psique de los personajes, los realizadores también coincidieron en que era hora de expandir la vista de la propia nave Enterprise desde el corazón palpitante de la nave, el Puente. Dieron un gran salto no sólo comparado con los decorados de cartón de la serie original, sino con los decorados de hace sólo unos años.
“Queríamos enseñarle al público muchas más cosas de la nave, y darle más profundidad”, dice Abrams. “En la primera película, nos esforzamos mucho para que pareciera real y épicamente grande, y en su mayor parte, funcionó. El problema era que el Puente estaba en un plató, la Sala de Transportes en otro, la zona médica en otro, etcétera. No se podía conseguir ninguna continuidad. Esta vez tuvimos la oportunidad de construir un plató que era continuo, así podíamos ir desde el Puente por un pasillo hasta la zona de la Turbo Plaza, y dar la vuelta a la esquina y pasar a la zona médica. Le da a la nave no sólo una sensación de escala, que es un efecto secundario divertido, sino una sensación auténtica de estar todo interconectado, y cuando los actores y el equipo técnico entran en un plató tan bellamente diseñado, eso les ayuda a creer en ese sitio. Lo realza todo: las interpretaciones, la iluminación, el trabajo de la cámara. Era útil en todos los sentidos, y le proporcionaba a la gente una visión más amplia de ese mundo que nos gusta tanto a todos”.
Del diseño se encargó una vez más el director artístico Scott Chambliss, quien ha colaborado frecuentemente con Abrams pero que realizó el trabajo más impresionante de su carrera en la primera “Star Trek”, reinventando la nave Enterprise bajo el prisma del diseño modernista actual. Ahora, se dispuso a subir el listón de su propio trabajo.
El proceso creativo comenzó con los nuevos y ambiciosos diseños de Chambliss para la nave Enterprise a escala real. “Una vez que tuvimos el material gráfico conceptual, nos encantó a todos”, recuerda el director de producción Tommy Harper. “Y entonces ya todo fue cuestión de cómo elaborarlo, la logística para construirlo, iluminarlo y no pulir la cuenta del banco al hacerlo. El resultado fue un plató verdaderamente hermoso e impresionante. Le abrió realmente ese mundo a J.J., y creo que también se lo abrirá a los espectadores”.
Chambliss observa que su trabajo en las dos películas de “Star Trek” está en deuda con una influencia particularmente fuerte: los diseños industriales de Pierre Cardin, el diseñador francés de vanguardia que se hizo famoso por sus creaciones de la Era Espacial, que combinaban unos atrevidos colores reflectantes con unas formas geométricas. “Lo que hacía Cardin en diseño industrial es fundamental para todos los platós de la nave Enterprise”, dice Chambliss.
“Star Trek: “En la oscuridad” también introdujo a los realizadores más profundamente que nunca en el enrarecido desafío de crear mundos, unas habilidades que se necesitaron sobre todo para Nibaru, el rojo planeta volcánico donde comienza la película con un espectacular secuencia de acción, y Kronos, el planeta de los klingon desgarrado por la guerra. “Nada puede ser más increíblemente divertido y emocionante para un cineasta que crear mundos”, admite Scott Chambliss. “Tienes la extraordinaria oportunidad de hacer real lo inimaginable”.
Para las primeras escenas en el exuberante pero tecnológicamente primitivo Nibiru, Chambliss tuvo una gran inspiración al imaginarse una civilización como una isla. “Una cosa que me encanta de ‘Star Trek’ es trabajar con tantos entornos tan distintos”, observa.
No menos dificultoso fue Kronos, y una vez más, Abrams le dio a Chambliss una libertad creativa total para que expresara la sociedad guerrera klingon a su manera propia y original. “Para mí estaba claro que J.J. quería que Kronos fuera un impresionante patio de recreo, pero cómo iba a ser ese territorio tuvimos que irlo desarrollando a base de distintos enfoques”, recuerda Chambliss.
Encontró inspiración en una insólita localización terrestre. “Encontré una fotos de un parque acuático ruso abandonado, una cosa de una escala enorme de los años cincuenta o sesenta, que estaba hecho una ruina en cuanto a las construcciones y tenía un aspecto muy inquietante. Eso me inspiró mucho en cuanto a la estética”, explica Chambliss.
El plató de casi 15.000 metros cuadrados se construyó en un gigantesco estudio. “Su escala era monstruosa”, dice Tommy Harper. “J.J. quería hacer gran parte delante de la cámara, y que no fuera simplemente un mundo digital. Estábamos bajo presión, pero lo sacamos adelante estupendamente, incluyendo el muro de luz palpitante que se convirtió en un personaje más en el plató. Es uno de esos platós para recordar, ¡y simplemente llegar a Kronos es emocionante!”
El diseñador Michael Kaplan también iba a amplificar de nuevo su trabajo en “En la oscuridad”, un trabajo que, a diferencia de la mayoría del trabajo de vestuario, requería más imaginación que documentación. “Star Trek es como hacer una película de época, ¡pero es una película de época de la que no existe nada de esa época! No puedes irte a rebuscar por las tiendas y empresas de costura e ir reuniendo cosas”, observa. “En Star Trek, hay que hacerlo todo, y si hay cambios o añadidos en el guión, no tienes nada con lo que improvisar o que puedas tener a mano. Así que en películas como esta hace falta una enorme cantidad de trabajo de pre- producción”.
Para este nuevo viaje, incluso los uniformes habituales de la tripulación experimentaron cambios. “No queríamos enredar demasiado con ellos, pero sí que queríamos que parecieran un poco más sofisticados y sexys”, explica Kaplan. “Serigrafié los uniformes con marcas de búmerang, lo cual se ve en los primeros planos. Es un cambio sutil, y los colores también cambiaron un poco. El rojo es un poco más rojo sangre. El azul lleva un poco más de verde. El dorado es un poco más mostaza. Los pantalones también son un poco más ajustados, y además le incorporamos también algunos cambios prácticos, para que ahora los actores no tuvieran que ponerse la parte superior metiendo la cabeza, porque hay una cremallera invisible”.
Esta vez, estaba claro que uno de las indumentarias más fascinante iba a ser el traje para explorar volcanes de Spock, y Kaplan le dio un nuevo rumbo a la emblemática imaginería de los trajes espaciales. “Me lo pensé durante mucho tiempo, y se me ocurrió el color cobre, que no he visto nunca en una película de ciencia-ficción”, explica. “Un traje espacial siempre es gris, plateado, blanco o quizá incluso dorado. Pero no paraba de pensar en el reflejo de las llamas, y en lo bonito que quedaría”.
Sin embargo, la belleza del traje enmascara un alto grado de complejidad. “Es un traje muy exhaustivo, y en él hay mucho cableado e ingeniería mecánica además de la estética. Había que embutir literalmente a Zach dentro, así que le añadimos algunos mecanismos para que se pudiera soltar fácilmente”.
En cuanto a la parte sombría, Kaplan disfrutó mucho creando los uniformes para la tripulación de la nave Venganza (utilizando un acabado como de rejilla que hace juegos con la luz), y para el villano interpretado por Benedict Cumberbatch.