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SINOPSIS
La apacible ciudad de Centerville se encuentra luchando contra una horda de zombis mientras los muertos comienzan a levantarse de sus tumbas...
INTÉRPRETES
BILL MURRAY, ADAM DRIVER, TILDA SWINTON, CHLOË SEVIGNY, STEVE BUSCEMI, DANNY GLOVER, CALED LANDRY JONES, ROSIE PEREZ, IGGY POP, SARA DRIVER, RZA, CAROL KANE, SELENA GOMEZ, TOM WAITS, KEVIN McCORMICK
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CONFERENCIA DE PRENSA Y PREMIERE FESTIVAL CANNES
INFORMACIÓN EXCLUSIVA
LA PRODUCCIÓN...
El director y guionista Jim Jarmusch (Paterson, Gimme Danger, Solo los amantes sobreviven) nos trae su visión única de un apocalipsis zombi, impregnada del humor socarrón y con el tono de comedia amable que le han convertido en una voz emblemática en el mundo del cine independiente a lo largo de las décadas. Reuniendo un reparto multigeneracional y multicultural, y un equipo técnico plagado de nombres conocidos de pasadas producciones, así como de nuevas incorporaciones al portfolio de Jarmusch, como Danny Glover, Selena Gomez y Caleb Landry Jones, LOS MUERTOS NO MUEREN es una historia familiar, una dosis de vida tan oportuna como en ocasiones contundente en un momento crucial de la historia de Estados Unidos, cuando parece que los tiempos que corren nos están devorando vivos.
LOS MUERTOS NO MUEREN es la décima incursión de Jarmusch al Promenade de la Croisette, tras competir por última vez en el Festival de Cannes en 2016 con Paterson, el mismo año que estrenó Gimme Danger, un documental sobre Iggy & The Stooges, fuera de concurso. El cineasta ha estado presente en Cannes con la mayor parte de sus anteriores largometrajes, entre ellos Solo los amantes sobreviven, Flores rotas (ganadora del Premio del Jurado), Ghost Dog, el camino del samurái, Dead Man, Mystery Train, Down by Law (Bajo el peso de la ley), Extraños en el paraíso (ganadora del Premio Camera d'Or) y Coffee and Cigarettes, que ganó el Premio al Mejor Corto en 1993.
Bill Murray, Adam Driver y Chloë Sevigny, los únicos agentes de policía en la minúscula localidad de Centerville, se ven obligados a entrar en acción cuando los zombis los invaden dispuestos a devorarlos vivos. En manos de este director y guionista, LOS MUERTOS NO MUEREN es un macabro baño de sangre y una desternillante metáfora de las actuales tendencias estadounidenses.
«LOS MUERTOS NO MUEREN sucede en una versión de nuestro mundo propia solo de esta película, pero que resulta muy reveladora del momento que estamos viviendo», dice el productor Joshua Astrachan, que también trabajó en Paterson. «En la narrativa de Jim, Estados Unidos está realizando fracking en los polos, la Tierra se ha movido de su eje, los casquetes de hielo se han derretido, el sol no se pone por la noche, la luna sigue en el cielo de día... y los muertos comienzan a salir de sus tumbas».
Añadiendo un potente y cómico toque, los muertos vivientes de Jarmusch vuelven a caminar entre nosotros en busca de una afición o una obsesión pasada, capaces de pronunciar una única palabra en tono lastimero. El cantante country ganador del Grammy Sturgill Simpson, que compuso el tema principal de la película, hace un cameo como músico zombi, vagando por las calles de Centerville con una guitarra acústica en ristre, y repitiendo una y otra vez con su voz gutural: «¡Guitarra!».
«Básicamente, la población zombi de toda la humanidad está aquí concentrada», nos cuenta Tilda Swindon, que vuelve a trabajar con Jarmusch por cuarta vez, interpretando a la carismática dueña de las pompas fúnebres locales, Zelda Winston. «Tenemos zombis obsesionados con el móvil, zombis fans de la moda... Todo tipo de zombis imaginables. Hay muchas maneras de no estar despierto hoy en día, con el actual clima político que respiramos. Para Jim, es como disparar a peces en una pecera», añade Larry Fessenden, el director de culto del género de terror (Depraved) y compatriota de Jarmusch, que aparece en LOS MUERTOS NO MUEREN como el propietario del motel, Danny Perkins. Y prosigue: «Las películas de Jim siempre tienen un carácter episódico: muestran a gente viviendo su vida y tratando de lidiar con las peculiaridades del mundo. Si añades zombis a la fórmula, el resultado es deliciosamente extravagante... y horrible a la par. Hay violencia hasta límites de auténtica locura, otro de los alegatos de Jim sobre la humanidad hoy en día. Pero también destila una melancolía reservada que ha ido brotando en su último par de películas. Es su modo de decir que no sabe si vamos a salir adelante, que no sabe cómo podemos arreglar lo que está pasando».
APOCALIPSIS ZOMBIE...
Jarmusch comenzó a plantearse escribir un guion para una película de zombis hace años, antes de rodar Paterson, su drama cómico de 2016 sobre un conductor de autobús poeta de Nueva Jersey, interpretado por Adam Driver. El director y guionista ya es todo un experto en subvertir géneros cinematográficos, tras rodar un psicodélico western (Dead Man), una película samurái de gánsteres (Ghost Dog, el camino del samurái), una película de acción existencialista (Los límites del control), una comedia romántica muy particular (Flores rotas) y una comedia de vampiros bohemios ambientada en Detroit y Tánger (Solo los amantes sobreviven), también protagonizada por Swinton.
Jarmusch eligió poner su sello creativo en un tema que se ha convertido en omnipresente en la cultura popular: solo en 2014 se estrenaron nada menos que 55 películas o series de televisión relacionadas con zombis. «Mientras que los vampiros son criaturas seductoras, los zombis por sí mismos, al ser seres subhumanos, no resultan tan interesantes», explica Jarmusch. «Sin embargo, toda historia de zombis es en alguna medida una metáfora, porque representa la conformidad humana o alguna otra tendencia; entidades andantes sin alma».
Durante el rodaje de Gimme Danger, su documental de 2016 sobre Iggy & The Stooges (Iggy vuelve a reencontrase con Jarmusch en LOS MUERTOS NO MUEREN interpretando a un zombi obsesionado con el café), el cineasta y sus productores se fijaron en la cantidad de personas que andaban como zombis con la vista fija en su móvil por las calles de Miami; peatones aislados de todo cuanto los rodeaba, y absortos en la pantalla de su smartphone, cruzando como sonámbulos calles e intersecciones. La idea arraigó cuando Jarmusch comenzó a escribir tras finalizar simultáneamente Gimme Danger y Paterson, planteándose el siguiente interrogante: ¿y si los muertos volvieran a la vida obsesionados por lo mismo que les preocupaba cuando eran personas normales y corrientes?
«Estamos apegados a cosas del mundo material, y todos somos zombis de un modo u otro. No parece muy peregrino pensar que anhelaríamos justo lo mismo si pudiéramos resucitar», dice Carter Logan, productor desde hace años de Jarmusch y compañero de su grupo musical, SQÜRL, que ha colaborado con el guionista y director en la atmosférica banda sonora de LOS MUERTOS NO MUEREN. «Hacía mucho que Jim no escribía una comedia deliberada y, aunque hay cierto nivel de humor físico en la película, emplea convenciones del género de terror para reírse de la absurdez de los tiempos que vivimos. Estamos ante un Jim que vuelve a hacer cine de género, convirtiendo la película de zombis que tenía en la cabeza en una visión única de lo que podría ser una comedia de zombis».
Swinton añade: «Todas las películas de zombis son sobre seres humanos, y por eso nos encantan. Van de catástrofes, de gente que siente que está al límite y que nada puede ir a peor, y luego resulta que sí. Para eso son las películas de terror, y a los fans nos gustan precisamente por eso. Es genial imaginarnos a los muertos vivientes, y luego levantarnos por la mañana y recordar que era solo una película o un mal sueño».
La propia afición de Jarmusch por los zombis se remonta a los primeros clásicos del terror, como la película de 1932 La legión de los hombres sin alma, con Bela Lugosi en el papel del maestro vudú haitiano Legendre, que transforma a una joven en una muerta viviente en lo que se considera la primera película de zombis. También siente debilidad por Yo anduve con un zombie, una película de 1943 de serie B dirigida por Jacques Tourneur, que trata de zombis esclavos en una remota isla caribeña sin voluntad para hacer nada por sí mismos; un inquietante reflejo de la vida humana durante una guerra mundial, en la que resuena el mensaje fatalista del fin sin retorno de la humanidad que destila LOS MUERTOS NO MUEREN.
Pero es la impactante La noche de los muertos vivientes de George Romero, 1968, la que de verdad inspiró a Jarmusch durante casi todo el proceso de escritura y rodaje de su último largometraje. Los espectadores más observadores de LOS MUERTOS NO MUEREN vislumbrarán numerosas referencias y guiños al clásico de terror estadounidense de bajo presupuesto, que ha cobrado vida propia con el paso de los años, pasando de ser un proyecto independiente de baja estofa a tener un amplio espectro de lecturas, desde alegoría social de la era de Vietnam y de los derechos civiles a una metáfora del capitalismo y consumismo de estos últimos años. La película original en blanco y negro, con un presupuesto de 114 000 dólares, también pasó a ser la primera vez en la que los zombis devoraban a sus víctimas en pantalla, con las aterradoras implicaciones socio-políticas que conllevaba. Y ahora vivimos tiempos tumultuosos que, de nuevo, están devorando nuestra existencia.
«La noche de los muertos vivientes es una película brillante realizada con limitaciones increíbles, y hacemos referencia a ella con múltiples pequeños detalles y referencias que los más observadores sabrán distinguir», asegura Jarmusch, destacando el Pontiac Le Mans de 1968 que conduce en la película Selena Gomez, que es exactamente el mismo vehículo que vemos en el debut de Romero, hasta el más mínimo detalle de la pintura personalizada. «En nuestra película, como en Amanecer de los muertos, la secuela de Romero de La noche de los muertos vivientes, los zombis vuelven a los lugares y las cosas que les obsesionaban cuando estaban vivos, e intentan aferrarse a lo que más valoraban. Me intrigaba la idea de humanos reanimados que funcionasen como organismos de voluntad única, caníbales que devoran carne y cerebros, pero sin mucha razón de ser más allá de eso».
«Aparentemente, LOS MUERTOS NO MUEREN es una comedia de zombis, pero hay una lectura bajo eso, al igual que pasaba con La noche de los muertos vivientes. Tiene su mensaje socio-político, que yo creo que es importante, ahora mismo», dice Carter Logan. «Nos han bombardeado con películas y series de televisión que siguen una determinada fórmula, y gran parte del género de zombis son productos que casi podrían tacharse de culebrones con gente tratando de sobrevivir al apocalipsis zombi. Nuestra película tiene ese factor en cuenta, pero, en este caso, Jim lleva a los zombis de vuelta a su reiteración más famosa. Trata de la humanidad que nunca pierde su sentido del humor, pese a las calamidades del mundo».
EL ESTADO DE LA NACIÓN...
LOS MUERTOS NO MUEREN se desarrolla en la pequeña localidad de Centerville, el típico pueblucho de solo tres policías, aislado de la carretera interestatal, con una calle principal, con su cafetería-restaurante, su ferretería y su motel, habitado por un elenco de ciudadanos con un inconfundible toque “jarmuschiano”. «Es un pequeño pueblito en un lugar genérico no identificado de Estados Unidos, de esos en los que todo el mundo se conoce», nos cuenta Jarmusch. Es un lugar ficticio, y la película trata de estos personajes tan diversos que comenzamos a seguir para contar su historia».
Este planteamiento diverge de algunas de las otras películas de Jarmusch, en las que un personaje central, véase el contable interpretado por Johnny Depp que protagonizaba Dead Man, o el jubilado al que encarna Bill Murray en Flores rotas, que, tratando de recuperar el amor, se embarca en una odisea en solitario por un paisaje surreal, conociendo a otros personajes por el camino. «Aunque en esta ocasión, la trama gira en torno a los tres agentes de policía, vamos saltando de uno a otro personaje», explica Jarmusch. «La cosa se complicó durante el montaje por ese motivo».
Jarmusch sacó el nombre de Centerville de la película musical de Frank Zappa del año 1971 200 Motels, otra odisea surrealista en la que el grupo Mothers of Invention, de gira por Estados Unidos, hace una parada en la pequeña localidad de Centerville («un lugar maravilloso para criar a tus hijos», tal y como insiste irónicamente Zappa) en plena situación de histeria colectiva de los músicos debido a la vida en la carretera. Rindiendo homenaje directamente al desmadre socio-político de Zappa, Jarmusch convirtió ese «Un lugar maravilloso» en el lema de su propio Centerville, a la vista de todos en el cartel de bienvenida al pueblo («A Real Nice Place») de las primeras escenas de la película.
En LOS MUERTOS NO MUEREN, un mundo en proceso de cambio visita el estilo de vida rural estadounidense de formas surreales en el transcurso de varios días. Sin que los habitantes de Centerville lo sepan, un fenómeno cósmico causado por el hombre (relacionado con la fractura hidráulica para la extracción de petróleo en el Círculo Ártico, que las autoridades describen en la película como «fracking polar») ha desviado los polos terráqueos de su eje, alterando su movimiento de rotación. Con un sol que se niega a ponerse a la hora esperada, el jefe de policía Cliff Robertson (Murray) y el agente Ronnie Peterson (Driver) deciden visitar el bosque a las afueras de Centerville para interrogar a Bob (Tom Waits), un ermitaño cascarrabias, sobre unos animales de granja desaparecidos que pertenecían a un granjero racista local, Miller (Steve Buscemi).
El resto de Centerville sigue su habitual rutina mientras el mundo, sin que nadie se dé cuenta, afronta su inexorable final. El propietario de la ferretería, Hank Thompson (Glover), se deja ver por la cafetería-restaurante local, regentada por Fern (a quien interpreta Eszter Balint, que encarnó a la adolescente Eva en la exitosa película de Jarmusch de 1984 Extraños en el paraíso). Es el primero de los muchos cameos que disfrutaremos en LOS MUERTOS NO MUEREN como eco de pasados trabajos del cineasta. Incluso RZA, el líder de facto del clan Wu-Tang de Staten Island, que produjo la banda sonora de Ghost Dog, el camino del samurái, y que apareció en Coffee and Cigarettes, se deja ver en esta ocasión interpretando a (¡cómo no!) el repartidor local Wu-P.S.
El característico humor solapado y la excentricidad de Jarmusch se despliegan sin complejos en LOS MUERTOS NO MUEREN. Zelda Winston (Swinton), la directora de la funeraria con acento escocés, juega con espadas samurái en su guarida de ambiente budista siempre que no está aplicando sus originales cambios de imagen a los recién fallecidos en Ever After Funeral Home; Bill Murray, con su habitual inexpresividad, mantiene la ley y el orden con un toque de picardía en el típico pueblecito de cuento, cuya oveja negra parece ser el cascarrabias Bob, un ermitaño sobre el que pesan muchas sospechas locales.
No es raro en Jarmusch contar con la aparición de músicos en sus trabajos, y, junto a RZA y Tom Waits, ahora añade a la radiante estrella de pop mundial y actriz Selena Gomez a su elenco de bichos raros en LOS MUERTOS NO MUEREN. En la cinta, Gomez interpreta a una joven trotamundos que llega a Centerville justo a tiempo para vivir el apocalipsis zombi. Jarmusch, pese a lo que muchos podrían pensar, es fan de la música de Gomez, especialmente de su éxito «Bad Liar» (entre otros), que califica de «temazo pop innegablemente bueno y rompedor».
«Tenía pensado que hubiese gente joven y guapa en pleno viaje por carretera y que acabaran por casualidad en Centerville», dice Jarmusch. «Quería incluir a diferentes generaciones en la película y Selena, junto con sus compañeros de viaje Austin Butler y Luka Sabbat, representa ese grupo de edad de los veinteañeros».
Mientras que Gomez y sus compañeros simbolizan la libertad sin límites y la despreocupación frente a la obstinada simplicidad y la formalidad de Centerville, otro trío de jóvenes, interpretados por los debutantes Maya Delmont, Taliyah Whitaker y Jahi Winston, sugieren algo más siniestro. Estos chavales, menores encarcelados en el centro de reclusión local, ven por la tele desde la prisión el caos que amenaza con invadir la sociedad del país en general..., y de Centerville en concreto.
Combinando en la balanza comedia ligera con un potente mensaje sobre la mala situación de la gente joven y diferente, Jarmusch muestra un palpable afecto por los personajes más jóvenes de LOS MUERTOS NO MUEREN. «Adoro a los adolescentes, siento empatía por ellos. Los jóvenes nos han guiado culturalmente en la música, el estilo y la moda, sea Mary Shelley con Frankenstein, la mitad de lo que Mozart escribió o la obra de Rimbaud, uno de los mayores poetas que ha habido», dice Jarmusch. «Los adolescentes suelen tener las cosas difíciles, así que quise retratar a esos tres chavales de diferentes etnias mezcladas en un centro de reclusión. En ningún momento vemos que se conviertan en zombis, porque para mí representan la esperanza para el futuro».
Cuando cae la noche en Centerville, estalla el apocalipsis zombi; los lugareños se alzan de sus tumbas en busca de carne humana y de algo que les sacie, sembrando el caos a su propio ritmo entre la sitiada y desprevenida población. Uno de los primeros zombis que vemos es una borracha indeseable del pueblo, interpretado por la mítica Carol Kane, con quien Jarmusch actuó en la película de Alexandre Rockwell de 1992 En la sopa (In the Soup), donde ambos compartían también cartel con Steve Buscemi; Kane y Buscemi son dos de los muchos antiguos colaboradores del cineasta que regresan para participar en su producción más expansiva hasta la fecha.
UN ASUNTO FAMILIAR...
Jarmusch escribió muchos de los personajes de LOS MUERTOS NO MUEREN con amigos o actores específicos en mente, entre ellos los tres agentes de policía de Centerville, que ocupan el corazón de la trama y que son lo más cercano posible a las estrellas protagonistas en una producción coral que abarca un reparto de docenas de personas.
«A Jim le gusta crear una familia de personas, reparto y equipo técnico, y auspiciar ese espíritu durante la creación de la película», dice Carter Logan. «Acude a actores que tiene en mente para determinados papeles, y eso acelera mucho los procesos en cierto modo. No necesita pasarse semanas de ensayos».
Bill Murray ha trabajado con Jarmusch nada menos que tres veces anteriormente, en Flores rotas, Los límites del control y Coffee and Cigarettes. En un irónico giro del nombre de su conquistador personaje de Flores rotas —que era Don Johnston—, Jarmusch ha optado en esta ocasión por bautizar a su jefe de policía como Cliff Robertson, en homenaje a otra estrella de Hollywood.
«Me emocioné cuando me llegó el guion, que me pareció muy divertido. No sabía que Jim tuviera mimbres para escribir este tipo de comedia», confiesa Murray. «Tras aparecer en la que considero la mejor película de zombis de todos los tiempos, Bienvenidos a Zombieland, sentí que LOS MUERTOS NO MUEREN podía casi encasillarme. ¡A lo mejor me convierto en sinónimo de película de terror de zombis!».
Quien también vuelve a la familia Jarmusch es Adam Driver, que acaba de protagonizar la anterior película del cineasta, Paterson. Mientras rodaban la comedia de tono poético, el actor y el director bromeaban con que, algún día, podían hacer una película de acción juntos llamada Peterson, protagonizada por un personaje sociópata y violento, en contraste diametral con el reflexivo y sensible protagonista de Paterson. Por eso, cuando Jarmusch escribió LOS MUERTOS NO MUEREN con Driver en mente para el impertérrito segundo al mando del departamento de policía de Centerville, no dudó en llamarlo Peterson.
Chloë Sevigny apareció en la película de Jarmusch Flores rotas tras trabajar inicialmente con el director en su segmento del compendio de cortos de 2002 Ten Minutes Older, titulado «Int. Trailer. Night». En el papel de la apacible agente Mindy Morrison en LOS MUERTOS NO MUEREN, Sevigny cambia su característica indiferencia ante todo por una disposición más tímida y, en ocasiones, histérica. «Es el único personaje que vemos en la película que está realmente afectado por el apocalipsis zombi; está realmente traumatizada», dice Sevigny. «Cuando me senté con Jim a repasar el guion, me pareció que no era precisamente una mujer muy fuerte. Me dijo que ya había muchos personajes femeninos fuertes, y que yo iba a ser la reina de los gritos. Supe que iba a tener que asumir ese papel para el equipo».
Tilda Swinton vuelve a las filas de Jarmusch por cuarta vez, después de protagonizar Solo los amantes sobreviven, la elegante película de vampiros hastiados del mundo de 2013, junto a Tom Hiddleston. Jarmusch recurrió a Swinton muy al comienzo del proceso de escritura y le preguntó a la camaleónica y viajera actriz qué clase de personaje le gustaría interpretar. «Le dije que me encantaría hacer de directora de una funeraria que está que se tira de los pelos porque, con el tema de los zombis, los muertos no se mueren», dice Swinton. «Así se lo propuse, y 18 meses después me mandó el guion».
En el papel de Zelda Winston, Swinton pone la nota glamourosa a un pueblo en mitad de la nada, con su acento escocés, ondulante pelo blanco, una serie de floridos kimonos y una fijación por las espadas samurái que le viene al pelo para el festival de cortar cabezas, con garra y velocidad, en la contundente segunda mitad del film. «Nadie sabe demasiado acerca de Zelda, o de su procedencia», dice Swinton. «Hay un momento en la película en la que están hablando de lo rara que es, y se comenta que es escocesa, algo bastante exótico para la gente de Centerville. El personaje de Zelda tiene un halo de misterio; entre tanto bicho raro, ella también lo es, pero de otro tipo».
Como guinda de un reparto de estrellas veteranas en los proyectos de Jarmusch, tenemos a Steve Buscemi, que aparece en LOS MUERTOS NO MUEREN encarnando al granjero racista Miller. Buscemi trabajó por primera vez a las órdenes del cineasta en 1989 en su tríptico sobre el hotel Memphis Mystery Train, donde compartía protagonismo con Joe Strummer. Buscemi y Jarmusch se conocen desde finales de los 70, cuando Jarmusch era estudiante de Cine en la Universidad de Nueva York y preparaba su largometraje debut, Permanent Vacation, y Buscemi era un actor tratando de buscarse la vida, que aún no había dado el sato en el cine independiente.
Jarmusch nos habla de uno de sus colegas y amigos desde hace más años, que en la película luce una gorra roja con el mensaje «Keep America White Again» («Recuperemos una América blanca»): «Escribí el personaje de Farmer Miller como un tipo increíblemente racista y estrecho de miras, precisamente porque Steve es la persona menos racista y estrecha de miras que conozco».
NOCHE AMERICANA...
Como sucede con los actores, muchos miembros del equipo técnico que trabajaron anteriormente con Jarmusch vuelven a LOS MUERTOS NO MUEREN como responsables de cometidos nuevos o ampliados. Alex DiGerlando, que empezó su carrera en el departamento de arte de Flores rotas y, con el tiempo, se encargó del diseño de la primera temporada de "True Detective", de HBO, es ahora el diseñador de producción de Centerville y sus alrededores. Por su parte, la responsable del departamento de maquillaje Judy Chin y la diseñadora de vestuario Catherine George comparten un rico e ilustre pasado con el cineasta, ya que la primera colaboración de Chin se remonta a Ghost Dog, el camino del samurái, y la de George —antes de diseñar el vestuario de Paterson— a Coffee and Cigarettes, donde fue la supervisora de vestuario de Cate Blanchett. El mezclador de sonido Drew Kunin, por otro lado, lleva trabajando con Jarmusch desde 1984, cuando se encargó del sonido en Extraños en el paraíso.
El director de fotografía Frederick Elmes, frecuente colaborador de Jarmusch —y que filmó Cabeza borradora y Terciopelo azul con David Lynch, además de decenas de clásicos— vuelve a formar parte de la familia Jarmusch tras haber rodado Paterson, Flores rotas, Noche en la Tierra y gran parte de Coffee and Cigarettes, incluido el cortometraje "Algún lugar en California".
«Fred es uno de los más grandes directores de fotografía vivos, es extremadamente centrado e innovador, capaz de mejorar lo que aparece en pantalla de forma sencilla y hermosa», afirma Jarmusch. «Llevamos trabajando juntos mucho tiempo; me ha enseñado muchísimo sobre cómo hacer una película».
Elmes decidió rodar gran parte de la película en «noche americana»: en la jerga cinematográfica, es la técnica por la cual se simulan escenas nocturnas grabándolas de día, un regreso a los rodajes de escaso presupuesto al estilo de La noche de los muertos vivientes. Así, la mayoría de las escenas nocturnas en la película —incluidas muchas del apocalipsis zombi— se rodaron a plena luz del día y se retocaron en postproducción para simular la oscuridad.
La habilidad de Elmes para solucionar problemas —fraguada durante décadas de trabajo desde los años 70, cuando realizó cortometrajes con David Lynch— resultó útil para varias secuencias grabadas en el interior de automóviles, en especial dentro del Pontiac Le Mans con Selena Gomez y sus compañeros de viaje, y las escenas con el coche de Policía con los agentes Robertson, Peterson y Morrison. De hecho, la mayoría de las escenas de conducción de LOS MUERTOS NO MUEREN se rodaron dentro de un estudio; lo que los actores veían a través del parabrisas mientras las cámaras grababan eran paredes vacías. Elmes y el increíble equipo de efectos visuales insertaron digitalmente imágenes de exterior en la postproducción; un proceso muy meticuloso.
INSUFLANDO VIDA A LOS NO MUERTOS...
El mayor reto de Jarmusch al hacer esta última película fue trabajar con efectos especiales —mecánicos y digitales— para crear los zombis, complejos pero intencionalmente anticuados. El director, notoriamente minimalista en su manera de entender del cine, se sumerge con LOS MUERTOS NO MUEREN por primera vez en el mundo del maquillaje protésico, los efectos visuales y los efectos mecánicos (que incluyen órganos y vísceras de silicona), utilizados para que las numerosas decapitaciones y cuchilladas queden mucho mejor en la fase de postproducción.
«Todo el mundo ha visto "The Walking Dead", así que se ha establecido cierto listón sobre cómo debe ser un zombi hoy en día», comenta el diseñador de producción Alex DiGerlando. «Nosotros dimos con una versión de zombi que no es tan grotesca ni tan seria, algo con un pie en la tumba de anteriores clásicos del genero zombi, como La noche de los muertos vivientes».
«Mata la cabeza», una frase recurrente en LOS MUERTOS NO MUEREN, se convierte en un mantra para varios personajes tras descubrir que la única forma efectiva de aniquilar a los no muertos es decapitándolos violentamente. En una de las escenas más memorables de la cinta, Swinton les corta la cabeza a varios zombis seguidos con su catana mientras pasea elegantemente por las calles de Centerville con un ondulante kimono, diseñado por Catherine George, frecuente colaboradora de la actriz. En LOS MUERTOS NO MUEREN, las cabezas no solo ruedan: se separan y erupcionan, revelando un misterioso polvo negro.
«Quería una cosa en particular para nuestros zombis: que no tuvieran sangre ni fluidos», explica Jarmusch. «Cuando se les decapita, dentro solo hay polvo oscuro».
El cineasta tenía claro que no quería rodar un baño de sangre al estilo de Tom Savini, el llamado «sultán del gore», cuyos maquillajes protésicos y característicos chorros de sangre poblaron durante los 70 y 80 las películas de George A. Romero, Tobe Hooper y Dario Argento. Para sus propios efectos mecánicos, incluido el maquillaje protésico, Jarmusch contactó con la empresa de efectos especiales de Nueva Jersey Prosthetic Renaissance, cuyo trabajo ha aparecido en Cisne negro, El luchador y varios títulos de Martin Scorsese.
Para los efectos visuales, que incluyen las decapitaciones, el director recurrió a los supervisores de efectos visuales Alex Hansson y Sam O’Hare, de Chimney, una compañía de efectos visuales con oficinas por todo el mundo, incluyendo Los Ángeles, Nueva York y Gotemburgo (Suecia). Chimney contribuyó recientemente a los efectos visuales de Atómica (Atomic Blonde), incluida una escena de lucha de diez minutos en la que Charlize Theron se enfrenta a varios enemigos cuerpo a cuerpo dentro un edificio.
El coordinador de escenas peligrosas Manny Sivero —otro veterano de varias producciones de Jarmusch— se encargó de coreografiar las escenas de la batalla y decapitaciones usando los efectos mecánicos (cabezas cortadas incluidas) de Prosthetic Renaissance, que se grabaron como cabezas cercenadas cayendo al suelo. Estos planos exigieron una meticulosa coordinación para que casaran a la perfección con otras tomas retocadas con efectos visuales en postproducción.
Durante la preproducción, Prosthetic Renaissance fabricó bustos a partir de las cabezas de intérpretes como Chloë Sevigny y Carol Kane. Sin tiempo para hacer un busto de Selena Gomez, el equipo, representado por el fundador de la compañía Mike Merino y el responsable de maquillaje Mike Fontaine, dieron con la forma de usar maquillaje protésico en el cuello de la actriz para simular una garganta desgarrada. Gracias a los efectos visuales, el equipo de Chimney eliminó en postproducción el cuerpo de Gomez. Así, dejaron solo su cabeza, que aparece cortada en una escena en la que Adam Driver la agita en el aire, mientras los ojos de la actriz parpadean tras su decapitación.
«Lo que mola de LOS MUERTOS NO MUEREN es que hay un verdadero cruce entre los efectos generados por ordenador y los efectos mecánicos, el maquillaje y el vestuario», asegura DiGerlando. «Fue divertido resolver cómo encajaría todo para conseguir un conjunto y un tono más completos que lo que está escrito en el guion».
ANATOMÍA DE UNA ESCENA: ¡CAFÉ!...
Los primeros zombis en aparecer en LOS MUERTOS NO MUEREN son «zombis cafeteros», interpretados por dos colaboradores de Jarmusch desde hace mucho tiempo: Iggy Pop y Sara Driver (Boom For Real: The Late Teenage Years of Jean-Michel Basquiat).
El presupuesto con el que Jarmusch contaba no podía permitir un elenco completo de zombis meticulosamente creados, lo que obligó a reservar un aspecto específico para grandes figuras como Pop y Driver; muchos zombis en la película llevan un maquillaje sugestivo más simple, aplicado por la responsable de departamento Judy Chin y su equipo, y prendas de la época de Catherine George.
«Tuve que decidir caso por caso qué zombis requerían maquillaje protésico y cuáles no, pero la idea era mezclarlos, guiándome por la sencillez de La noche de los muertos vivientes», comenta Jarmusch. «Es una mezcla en parte por elección y en parte por limitación económica».
Mientras los zombis cafeteros salen de sus tumbas en el cementerio de Centerville —Driver con botas de tacón alto y un desaliñado peinado bouffant; Pop vistiendo un chaleco de cuero y pantalones de campana de terciopelo a rayas—, el meticuloso trabajo de vestuario de George se refleja en pantalla: para la estética retro de la pareja se inspiró en Keith Richards y Anita Pallenberg, la pareja rockera por excelencia a principios de los 70. Antes de filmar, George ordenó que el vestuario quedara envejecido usando pintura, suciedad y papel de lija para simular un aspecto desgastado y arcilloso.
«El trabajo de Catherine juega un papel muy importante a la hora de hacernos sentir que cada uno de los no muertos es una persona específica. No sé si alguna película ha intentado esto antes», dice Joshua Astrachan. «Notas que estos zombis son individuos, que regresan de la tumba desde diferentes épocas. Es turbador».
Continuando con el proceso, la estilista Jasen Sica ensució el pelo de Iggy Pop, pero lo mantuvo casi intacto para que su figura resultara reconocible. Usando acondicionador y maquillaje de polvo (tierra, básicamente), transformó a Driver en una rubia cañón de 1972, con el añadido del peinado bouffant de la época, inspirado en Brigitte Bardot. «Quería que estuviera guapa», dice Sica, «no que pareciera un desastre».
Mientras la cadavérica pareja avanza tambaleándose hacia la cafetería-restaurante de Centerville en busca de cafeína y carne humana, el trabajo de Chin y su equipo de maquillaje, en colaboración con Marino y Fontaine de Prosthetic Renaissance, luce en todo su macabro esplendor. «Jim quería retroceder a la antigua versión de Hollywood de los zombis, alejarse de las intensas criaturas de series como "The Walking Dead"», afirma Chin. «Tiene razón cuando asegura que los zombis de La noche de los muertos vivientes dan más miedo que los de cualquier otra película. Si te fijas en los extras al fondo de las escenas, algunos ni siquiera llevan maquillaje. ¡Pero son terroríficos! El maquillaje no tiene que ser siempre sangriento o maníaco para dar miedo».
Mike Marino, por su parte, añade: «Jim no suele usar efectos fuertes en sus películas, así que el uso de efectos mecánicos y maquillaje de terror fue una novedad para él. En las películas con efectos, necesitas una gran planificación y mucho trabajo de preproducción. Él confió en nosotros para ayudarle a entender cómo sacar las cosas adelante».
Tras descartar el uso de maquillaje protésico con Iggy Pop, el equipo de maquillaje palideció su piel para subrayar su estructura ósea, y simularon el decaimiento orgánico de su rostro para que resultara reconocible. «Tiene una cara y cráneo increíbles», asegura Marino. «No hizo falta hacer mucho, aparte de aplicar pintura y algunos efectos de venas y costras. Este tipo de zombi atenuado solo puedes hacerlo con alguien como Iggy Pop».
La estrategia para el maquillaje de Sara Driver fue aún más simple, con el uso de texturas y colores orgánicos y varios aerosoles y geles brillantes para mantener intacta su belleza retro. «El personaje de Sarah murió a principios de los 70, así que jugamos con sombra de ojos azul y pestañas falsas, esculpiendo sus rasgos como si estuviesen rotos, ajados», explica Chin. «Añadí un poco de color a sus mejillas para dar forma a los pómulos». Para los dientes podridos, Chin recurrió a una empresa llamada Mouth Effects, especializada en efectos orales.
Para que el imponente físico de Pop se viera rígido e inquietante en pantalla, se usó una pintura de látex aplicada con aerógrafo, cortesía de Mike Fontaine, que pintó el cuerpo del artista de la cabeza a los pies, proceso que exigió que Pop se sentara sin moverse en el tráiler de maquillaje con los brazos en alto durante largos periodos de tiempo. Pop explica el proceso: «Jim le dijo al departamento de maquillaje: “Iggy tiene un aspecto demasiado saludable para ser un zombi, tenéis que darle una paliza”. Te rodean y se abalanzan sobre ti como un aquelarre, cubriéndote de maquillaje durante una hora o dos sobre una silla. Entonces llega la pintura de látex y empiezas a sentirte como un personaje en un cuento de Edgar Allan Poe. Tienes porquería en el pelo y los ojos, mugre en la ropa y hay sangre falsa por todas partes».
Antes del comienzo de la producción, el equipo de Prosthetic Renaissance mantuvo varias reuniones acerca de la ingesta de carne —en concreto, sobre qué materiales podrían usar para imitar el efecto de los zombis comiendo carne humana en pantalla. Según cuenta Mike Marino, «Jim quería mostrar a Iggy masticando intestinos, así que llegamos al rodaje con un bidón lleno de salchichas, salsa barbacoa a modo de sangre y trozos de plátano blando para hacer de carne grasa. Todo a casi 40º de temperatura, por cierto».
Driver se come la carne de una empleada de la cafetería-restaurante interpretada por Eszter Balint, que apareció en Extraños en el paraíso en 1984 —película que Driver, entonces veinteañera, produjo. Durante el rodaje, la macabra escena se alargó lo que pareció una eternidad mientras Driver se comía las falsas tripas del cuerpo mutilado de Bailnt, creado especialmente por el equipo de Prosthetic Renaissance. «Jim no mandó parar, así que me seguí comiendo a la pobre Eszter», concluye Driver.
UN FRENESÍ DE ZOMBIS...
Sacar a Pop y Driver en la primera gran escena zombi de LOS MUERTOS NO MUEREN era una cosa; el apocalipsis zombi fue otra completamente diferente. Según la película avanza hacia una completa erupción de no muertos, los equipos de maquillaje, peluquería y vestuario tuvieron una ardua tarea por delante, que exigió mucha coordinación y cooperación según prepararon y vistieron frenéticamente numerosos zombis uno detrás de otro.
«Hubo días en los que teníamos a 20 personas preparándose a la vez en el tráiler de maquillaje; fue intenso», dice Fontaine. «Usábamos mucho material para hacer capas, incluida pintura, pero encontramos atajos para crear el efecto de costras negras que Jim quería, como usar café molido mezclado con pegamento y aplicarlo espeso con pinceles por las caras y cuerpos de los actores».
Añade Marino: «Fue un reto coordinar el número de zombis que podíamos tener listos en una corta ventana de tiempo, era un tira y afloja: queríamos darle rápidamente a Jim lo que quería, al tiempo que trabajábamos todo lo que podíamos para hacer que los zombis tuvieran buen aspecto».
Trabajando con montones de extras, cada uno de los cuales debía transformarse rápidamente en un zombi, junto a varios de los actores principales, en un proceso como una línea de montaje, Judy Chin y su equipo de tres asistentes tenían la misión de crear docenas de looks que debían filmarse bajo el calor del verano, justo cuando el maquillaje se resiste obstinadamente a permanecer en la piel.
«Si no eres un verdadero pintor, es un desafío hacer que alguien parezca orgánicamente muerto», asegura Chin. «De primeras suena fácil: ahuecar los ojos y los pómulos y pintar la cara para que el actor parezca demacrado y muerto. Pero es difícil cambiar el aspecto de alguien usando solo pintura para dar forma a los contornos de su estructura ósea sin que parezca, precisamente, un contorno. Nuestro trabajo con los zombis es conseguir que no parezca que un artista de maquillaje ha estado ahí.
BUSCANDO CENTERVILLE...
LOS MUERTOS NO MUEREN se grabó en el estado de Nueva York durante los meses de julio y agosto de 2018. Antes de comenzar la producción, el gerente de localizaciones Jeff Brown se reunió con Jarmusch y Alex DiGerlando para encontrar un lugar de rodaje en el que recrear Centerville que estuviera razonablemente cerca de la ciudad de Nueva York, pero que representara a la proverbial población con solo tres policías.
«Buscábamos una localidad que fuera vistosa y específica, que sobresaliera inmediatamente», explica Brown. «Debíamos saber de un vistazo si un lugar era la comisaría o un motel».
Después de dos semanas de búsqueda infructuosa en las arboladas y acaudaladas afueras de los condados de Rockland y Westchester, Brown y su equipo indagaron en el resto de condados con la esperanza de encontrar algo más pintoresco y rural.
«Si había edificios de más de tres alturas, desechábamos el pueblo», afirma Brown. «No iba a funcionar si había demasiadas construcciones o si contaba con tiendas de franquicias en los alrededores».
A sugerencia de la Comisión de Cine del Valle del Hudson, visitaron los condados de Ulster, Delaware, Dutchess, Sullivan, Greene y Orange, muchos de los cuales cuentan con pueblos pequeños y granjas rurales. Con la ayuda de la Comisión y de Google Maps, el equipo de localizaciones redujo la lista de candidatas a 15 poblaciones.
En la inspección subsiguiente, el equipo —formado por Jarmusch, Brown, Elmes, DiGerlando y el productor Carter Logan— llegó a la localidad de Fleischmanns, de solo 322 habitantes y situada cerca de Middletown, en Delaware, un condado predominantemente montañoso. La última película en rodarse allí fue la cinta independiente Las lágrimas de Julian Po, protagonizada por Christian Slater, allá por 1997. El pequeño pueblo, situado en las montañas de Catskill, a unos 30 kilómetros de Woodstock y lejos de cualquier autopista interestatal, se mostró entusiasmado por acoger el modesto rodaje.
«En el guion, Centerville es una pequeña población con una cafetería-restaurante, una ferretería y una comisaría, pero no quedan muchas localidades que sean tan pequeñas y pintorescas como necesitábamos que fuera la nuestra», comenta Brown. Felischmanns nos valió porque tiene una calle mayor con negocios y tiendas, pero también casas que dan a los terrenos agrícolas de alrededor».
El pequeño tamaño del pueblo facilitó el control de los zombis cuando, hacia el final de la película, caminan en gran número, y los diferentes edificios de la calle principal incluían una comisaría (creada por el equipo de producción en una tienda abandonada), un motel y una granja. Así, excepto la cafetería-restaurante y la gasolinera, los cineastas habían encontrado casi todas las localizaciones que necesitaban en una pequeña localidad del condado de Delaware. Lo mejor de todo fue que los vecinos de Fleischmanns y alrededores estaban dispuestos a aparecer de extras zombificados en el fatigoso calor de agosto.
Con los exteriores ya asegurados, DiGerlando construyó los interiores de la funeraria donde Zelda Winston (interpretada por Tilda Swinton) embalsama cadáveres y practica artes marciales, un lugar que es una curiosa mezcla de casa victoriana y templo panasiático. DiGerlando construyó la ferretería de Hank Thompson desde cero, llenando el pequeño lugar de intrincados detalles para una escena clave en la que los zombis atacan a Danny Glover y Caleb Landry Jones, atrincherados dentro.
La decoradora de sets Kendall Anderson peinó la región en busca de ferreterías que fueran a cerrar, para que el equipo de producción pudiera comprar el inventario y crear así una meticulosa réplica de una ferretería de pueblo.
También se construyó por completo el interior de la comisaría, con tres puestos de trabajo y dos celdas anticuadas, en una de las cuales Carol Kane protagoniza una escena memorable antes de ser decapitada.
FANTASMAS DENTRO DE UN SUEÑO...
Aunque la pretensión es que los espectadores hagan su propia interpretación de la película, aquellos que busquen un tema preponderante en LOS MUERTOS NO MUEREN pueden fijarse en la triste e inolvidable canción principal, escrita por el cantante de country ganador de un Grammy Sturgill Simpson, cuya melancólica y evocadora letra se hace eco del relato en su conjunto, y de la historia de Estados Unidos en particular, en estos tiempos desconcertantes que corren.
Es una canción sobre la apatía, la indiferencia y la transitoriedad en un mundo que cambia rápido, al tiempo que los personajes luchan con su libertad y libre albedrío cada vez más limitados, como si cada uno de nosotros fuéramos zombis que se tambalean hacia las comodidades del pasado. «Hay un vaso de café esperando en cada esquina», se lamenta Simpson en la canción. «Hasta el día que despertemos y la esquina esté vacía».
Jarmusch, fan de Simpson desde que el cantautor publicara en 2013 su álbum de debut High Top Mountain, contactó con el prolífico intérprete al comienzo del proceso de escritura del guion, pidiéndole una canción que pudiera reproducirse repetidamente en la película para subrayar los grandes temas de la narración. Entre otras referencias, se ve a los hipsters de la película, liderados por Selena Gomez, comprar al dependiente de la tienda de conveniencia (Caleb Landry Jones) un CD de la canción, mientras Ronald Peterson (Adam Driver) busca el título del tema durante un trayecto en patrulla por Centerville acompañado del jefe de Policía Robertson.
La única petición de Jarmusch para el compositor, tras enviarle el guion, fue que la canción siguiera el estilo clásico de country de mediados de siglo pasado y que mantuviera el título del guion. «“The Dead Don't Die” es una joya de canción, es preciosa, parece que está hecha en 1961 y que, de alguna manera, se perdió en las rendijas de la historia», asegura Jarmusch, cuyo grupo musical SQÜRL aporta al film la sugerente banda sonora no diegética. «Es la única fuente de música de toda la película, y a lo largo del metraje la canción se oye en parte unas cinco o seis veces».
La canción de Simpson, dolorosamente evocadora con su instrumentación de country clásico y su sentida interpretación, enfatiza la naturaleza efímera de nuestras vidas, e implora que nos despertemos y prestemos atención a los detalles de todo lo que nos rodea. «Encontraremos a viejos amigos en un lugar que nos quiere sonar», concluye Simpson, «de una vez que miramos, en vez del móvil consultar».
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