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THE PALACE
INFORMACIÓN
Titulo original: The Palace
Año Producción: 2023
Nacionalidad: Italia, Suiza, Polonia, Francia
Duración: 101 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 12 años
Género: Comedia, Drama
Director: Roman Polanski
Guión: Ewa Piaskowska, Roman Polanski, Jerzy Skolimowski
Fotografía: Pawel Edelman
Música: Alexandre Desplat
FECHA DE ESTRENO
España: 26 Abril 2024
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Vértigo Films


SINOPSIS

El Hotel Palace es un extraordinario castillo diseñado a principios del siglo XX y situado en pleno valle nevado de Suiza. Cada año acoge a huéspedes adinerados de todo el mundo en este ambiente gótico y de cuento de hadas. En vísperas del año 2000 se han reunido todos para un acontecimiento irrepetible. Una multitud de camareros, porteros, cocineros y recepcionistas están allí para atender sus extrañas necesidades...

INTÉRPRETES

OLIVER MASUCCI, FANNY ARDANT, JOHN CLEESE, BROWYN JAMES, JOAQUIM DE ALMEIDA, LUCA BARBARESCHI, MILAN PESCHEL, FORTUNATO CERLINO, MICKEY ROURKE, LUISIANA KORNUTA STEFFEN, DANNY EXNAR, IRINA KASTRINIDIS, ALEXANDER PETROV, DANYLO KOTOV, ILIA VOLOK

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BREVE INTRODUCCIÓN Y ACERCAMIENTO A LA PELÍCULA...
   The Palace es la última película de Roman Polanski, producida por Luca Barbareschi para Èliseo Entertainment Moving Emotions Production con Rai Cinema, una coproducción internacional con Lucky BOB (Polonia), CAB Productions (Suiza) y RP Productions (Francia).
  Esta asociación en el ámbito de producción reúne a Polanski, Barbareschi y Rai Cinema después de El oficial y el espía, ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia en 2019.
  El guion ha sido escrito por el propio director junto al reconocido guionista Jerzy Skolimowski (con quien Polanski ya co-escribió su primer largomentraje como director ‘El cuchillo en el agua’) y Ewa Piąskowska. El reparto cuenta con un plantel de talentos internacionales de la talla de Oliver Masucci, Fanny Ardant, John Cleese, Bronwyn James, Joaquim de Almeida, Luca Barbareschi, Milan Peschel, Fortunato Cerlino y Mickey Rourke. Junto a ellos, un considerable número de originales y excéntricos extras que enriquecen con música y color, dando lugar a una espléndida comedia negra.
  Para ponernos en situación, hablaremos de un pequeño cuento: Érase una vez, y sigue existiendo a día de hoy... un lugar llamado Hotel Palace. Un extraordinario castillo diseñado a principios del siglo XX por un arquitecto místico, asentado en los Alpes suizos, en medio de un valle nevado. El Hotel Palace tiene un ambiente gótico y de cuento de hadas, donde se reúnen huéspedes adinerados, mimados y complacientes de todo el mundo. Este año, un acontecimiento único los ha reunido a todos: la fiesta de Nochevieja que dará lugar al año 2000. Al servicio de sus extravagantes necesidades hay una horda de camareros, botones, chefs y recepcionistas.
  A medida que se acerca el amanecer del nuevo milenio, Hansueli, el abnegado director cincuentón del lujoso hotel, inspecciona al personal con precisión casi militar antes de que lleguen los invitados a la fiesta, asegurándoles que no será el fin del mundo. “A las ocho, mucha gente muy importante cenará en nuestras mesas. El estado de ánimo con el que se marchen por la mañana repercutirá en la vida de millones de personas corrientes. Nuestro deber es asegurarnos de que a nadie le duela el culo por sentarse en una silla demasiado dura, de que todos se atiborren de caviar hasta hartarse y de que les salgan burbujas de champán por la nariz y las orejas. ¿Está claro?”
  Pero en el aire se cierne el conocido “efecto 2000”, y hay tanto miedo como esperanza de que, al filo de la medianoche, las cuentas de los grandes financieros experimenten vaivenes inesperados debido a la caída de los sistemas informáticos del mundo.
  En realidad, lo que aguarda es una batalla librada con extravagancia y excentricidad entre los propios huéspedes del hotel. Allí encontraremos a perros y pingüinos con necesidades humanas y a humanos con deseos animales. Una combinación perfecta.
  Así que las historias del Hotel Palace darán vida a una comedia absurda, oscura y provocadora.
Recordemos que estamos ante el final de 1999: no sólo es la conclusión de un siglo sino que es el final de todo un controvertido milenio.

NOTAS DEL DIRECTOR...
  “Durante casi medio siglo, yo solía visitar un lugar de Suiza donde se encuentra un hotel de lujo, perteneciente a una categoría 5* Superior, conocido como Gstaad Palace. Observaba la vida de este hotel, donde se aloja una élite extremadamente rica y políglota, en torno a la cual se mueve el proletariado de trabajadores del propio establecimiento. Estos dos mundos son, a su manera, hilarantes, a veces incluso grotescos. Todo los separa, empezando por sus opiniones políticas.
  Sólo les une la figura del director del hotel, que se ocupa de todos y trata de satisfacerlos, a veces haciendo la pelota francamente tanto a clientes como a subordinados. Con dotes diplomáticas, siempre encuentra una salida a las situaciones más inverosímiles.
  Una vez me invitaron a pasar la Nochevieja en este hotel. Sucedió en vísperas del año 2000, en pleno pánico general causado por el rumor del “efecto 2000”, que supuestamente iba a provocar el fin del mundo informático. Vi en todo su esplendor la absurda colección de animales que pululaba por allí. Enseguida se me ocurrió la idea de hacer una película sobre este mundo exótico. Tenía que ser una comedia, un poco brusca y sarcástica, severa con los personajes de la película, pero no exenta de un toque de indulgencia y simpatía.
  Se suponía que todo iba a ser tan bonito...
Por diversas razones, he ido postponiendo este proyecto durante años. Ahora, tras celebrar mi 90 cumpleaños, me dije que podía permitírmelo y que tal vez no se me presentaría una oportunidad mejor.
  Cuando, unos segundos después de medianoche en el último huso horario, resultó que el efecto 2000 no era más que una quimera, durante un tiempo el mundo se vio invadido por la euforia. La economía mundial parecía ir viento en popa. La medicina había inventado una cura para una epidemia mortal.
  El terrorismo se calmó, aparentemente extinguido para siempre. Un joven presidente tomó el poder en la antigua Unión Soviética, prometiendo al país libertad, prosperidad y el imperio de la ley. Nadie prestó atención al cuervo que sobrevolaba los Alpes. El cuervo sobrevoló el océano Atlántico. El 11 de septiembre de 2001 aterrizó con estrépito en el corazón de Nueva York”.

LOS ORÍGENES DEL PROYECTO...
  The Palace es el resultado de la aguda y grotesca visión de Roman Polanski: un guion elaborado por el genial cineasta en colaboración con la imaginativa pluma de Jerzy Skolimovski y la frescura creativa de Ewa Piąskowska. Esta comedia está habitada por vidas agobiadas, supersticiosas y miserables, junto a personalidades famosas y hombres de negocios que parecen personificar la riqueza pero, en realidad, son tan ricos que no poseen nada (más que dinero).
  “Durante el proceso de escritura, nos sentamos alrededor de una magnífica y larga mesa de madera.
En su superficie lisa, cientos de notas adhesivas amarillas se movían a medida que las ideas iban tomando forma. Cada una representaba a numerosos personajes e innumerables situaciones que debían interactuar en una historia tan compleja como hilarante”, explica el productor Luca Barbareschi. “Queríamos reunir a una horda de camareros, botones, chefs y recepcionistas con los huéspedes del hotel: personas adineradas y mimadas llegadas de todos los rincones del mundo para un acontecimiento irrepetible”.
  La escena en la que Hansueli inspecciona al personal antes de la llegada de los huéspedes sirve de claro prefacio, reflejando la fuerza de sus palabras y su objetivo. Aunque el ‘efecto 2000’ se cierne en el aire, y hay tanto miedo como esperanza de que al filo de la medianoche las cuentas de los grandes financieros experimenten oscilaciones inesperadas debido a bloqueos de los sistemas informáticos, no será el fin del mundo. El único objetivo es que las personas importantes que cenen esa noche salgan contentas y de buen humor al día siguiente”.

UN LUGAR ÚNICO, TODO EN UNA LOCALIZACIÓN...
  La película se rodó en una única localización, el Hotel Palace de Gstaad. La elección de Suiza era inevitable, ya que el guion toma forma entre las paredes de este suntuoso hotel, y era impensable ambientarlo en otro lugar. Es un castillo de montaña con elegantes habitaciones, fastuosos salones y una nieve mágica que contribuye a su encanto como cuento de hadas.
  “Algunos dirán que en Gstaad todo es posible, pero yo nunca imaginé que esta idea, esbozada mientras tomábamos un café, se convertiría en realidad”, afirma Andrea Scherz, propietario del hotel. “Hace exactamente ciento diez años, en diciembre de 1913, se inauguró el Palacio de Gstaad y se hizo realidad uno de los proyectos hoteleros más ambiciosos de Suiza. Con el paso de los años, un sueño audaz se convirtió en el hogar de la jet set internacional y en brillante embajador de la hospitalidad suiza.”
  Para Paweł Edelman, el renombrado director de fotografía, esta es la sexta colaboración con Roman Polanski; explica: “La película que creamos era inusual por la localización. Normalmente, rodamos las películas de Polanski con decorados meticulosamente preparados. Esta vez, rodamos en un hotel real. Eso significa que tuvimos que adaptarnos a las condiciones existentes, lo que siempre es un reto interesante. Nuestro talentoso diseñador de producción, Tonino Zera, nos ayudó a crear los decorados necesarios en los espacios del hotel. El maravilloso diseñador de vestuario,
  Claudio Poggioli, creó las extraordinarias piezas que llevan nuestros actores. Los decorados estaban allí, ante nuestros ojos. Vivimos en la película y formamos parte de ella. Actores, técnicos, extras, personal de producción, jefes de departamento. Todos en el mismo lugar durante un tiempo muy intenso”.
  “Cuando el productor Luca Barbareschi me involucró en el proyecto, sentí fuertes emociones, es un verdadero hito profesional”, afirma el diseñador de producción Tonino Zera.”La relación humana y artística que se desarrolló con Polanski fue fundamental. Disfruté observándole, escuchándole atentamente durante nuestros encuentros cotidianos. En esas ocasiones, me describía con todo detalle cómo quería construir visualmente su película. Estudiamos los bocetos de los distintos escenarios, dejándonos llevar por el alocado concepto del Hotel Palace, donde los múltiples ambientes debían reflejar los personajes que lo habitaban.”>

FUNCIONANDO COMO UN RELOJ...
  “La preparación de la película fue exhaustiva; tres meses de trabajo en Italia, Francia y Suiza.
Después, nos trasladamos a Gstaad, donde vivimos y discutimos hasta el más mínimo detalle. Roman es un director que, cuando rueda, ya tiene todos los detalles claros en la cabeza”, afirma el productor Luca Barbareschi. Y como dice Joaquim Almeida: “El cuidado con que Roman construye cada personaje sólo puede compararse a la precisión del mejor relojero”.
  Cada personaje tiene su propia historia, un pequeño mundo en medio de una multitud de planetas palpitantes, que comparten espacios y necesidades. Cada uno de ellos necesitaba tener el espacio adecuado.
  Es una gran comedia coral, donde todos, incluso los que desempeñan los papeles más marginales, son importantes. Hansueli, el director del hotel, Tonino y su ayudante, los recepcionistas, el chef, el maître, el camarero, el fontanero, los guardaespaldas, los camareros, y luego la
marquesa, Bongo, Arthur William Dallas III, y su joven esposa Magnolia, el Dr. Lima y su esposa, Caspar Tell y Bill Crush, el embajador ruso y su esposa, los invitados rusos, Vaclav, las camareras de piso, la señora Frautschi y el señorito Ravi, los botones, la señora Robinson y Alice, el borracho, el enfadado, los músicos, los bailarines y los innumerables extras de la escena de la fiesta. Todos los que aparecen en pantalla son considerados “protagonistas”.
  “Trabajar con un gran director como Polanski es como estar al lado de un volcán de ideas, incansable, meticuloso y atento a cada pequeño detalle, no sólo en lo que se refiere al vestuario del reparto, sino también para todos los extras del rodaje, que eran realmente numerosos; todos vestidos como si fueran protagonistas de la película”, afirma Carlo Poggioli, diseñador de vestuario de la película.
  “El gran reto fue crear más de ciento cincuenta trajes nuevos (tanto para el reparto principal como para los extras) en un tiempo limitado, que se confeccionaron en varias sastrerías italianas de Roma y en nuestro taller dentro del Hotel Palace. Además, hubo que buscar muchos trajes, ahora considerados vintage por ser de 1999, necesarios para recrear el mundo mágico y tragicómico que exigía el guion. Una experiencia inolvidable”, completa Poggioli.
  El rico y extravagante diseño de producción y el meticuloso vestuario desempeñan un papel fundamental en la historia. Todo ello se ve realzado por un cuidadoso y delicado trabajo de maquillaje y peluquería. Los departamentos colaboraron desde el principio. “Cada mañana, ir al plató se convertía para mí en un reto estimulante porque, en cualquier momento, Polanski podía tener nuevas ideas sobre los personajes o los peinados. Tenía que crearlos rápidamente”, exclama Desiree Corridoni, la diseñadora de pelucas y peinados.
  “Es un director que da a todo el mundo indicaciones precisas porque ya tiene la película visualizada en su mente, pero al mismo tiempo te da mucha libertad siempre que todo lo que crees encaje dentro de su visión y sus ideas”.
  Si uno lo analiza bien, el verdadero protagonista es Oliver Masucci en el papel de Hansueli, el gerente del hotel que orquesta las vidas de los huéspedes con un toque magistral. A este respecto el actor comenta: “Me gustó tanto trabajar con Roman Polanski que le dediqué un capítulo entero en mi nuevo libro. Aprendí mucho. Seis meses emocionantes y agotadores que no me habría perdido por nada del mundo. Le estoy muy agradecida a Roman. Fue una pasada”.

CIRCUNSTANCIAS Y CARACTERÍSTICAS ÚNICAS...
  Un equipo internacional y un equipo técnico altamente cualificado, incluidos algunos de los más estrechos colaboradores de Roman Polanski, trabajaron incansablemente para dar vida a sus ideas. “Nunca he conocido a un director tan feliz de trabajar, tan curioso por comprender todos los aspectos de una historia y todas las disciplinas del cine”, declaró Lucien Balibar, director de sonido y estrecho colaborador del realizador.
  “Podría comparar trabajar con él a ser miembro de una orquesta filarmónica. Cada uno está ahí por sus habilidades instrumentales, pero bajo su dirección, todos se convierten en intérpretes, ya no sólo centrados en su especialidad, sino en su contribución a la narración.”
  El proceso de montaje también tuvo su peculiaridad. “Con Roman, siempre estábamos acostumbrados a empezar el montaje simultáneamente con el rodaje”, dice otro de los colaboradores de Polanski desde hace muchos años, el editor Herve De Luz. “No editábamos sobre la marcha, por supuesto, pero aun así él siempre quería asegurarse de que no faltaba nada”. Así, la sala de montaje estaba situada en el hotel donde rodamos The Palace, y él venía cada vez que quería comprobar qué plano precedía o seguía a la escena que estaba a punto de rodar.”
  A la llegada de Fortunato Cerlino al plató para el papel del conserje Tonino, todo era ya un bullicio: “Desde el primer día me di cuenta de lo extraordinario del acontecimiento. Roman se movía por las habitaciones del hotel donde rodamos, dando indicaciones a todos los departamentos, como un maestro de arte en su estudio. Con apasionada y maniática precisión, pero también con amabilidad, comprobaba cada peluca, cada traje, cada zapato, cada tono de maquillaje, cada elemento decorativo, la luz y el encuadre. A menudo señalaba detalles que otros podrían pasar por alto, y entonces, armado de tijeras o de su siempre presente visor, intervenía para corregir. El trabajo con los actores se enriqueció con el mismo cuidado y atención al detalle. Antes de rodar, ensayábamos las escenas durante horas. En la primera toma de “acción” de la primera escena que rodé, Roman gritó «corten” casi de inmediato. Se levantó y ajustó personalmente una pantalla de lámpara en el fondo del encuadre porque no estaba perfectamente alineada con su gemela en el lado opuesto del encuadre. En otra ocasión, me observó muy atentamente, luego sacó sus tijeras de bolsillo y recortó dos pelos sueltos. Por esta razón, describo la experiencia de rodaje como estar en el taller de un artista”.
  En línea con las palabras de Cerlino, la maravillosa Fanny Ardant, que interpreta a la anciana marquesa de la película, expresa: “Roman es un apasionado. Lo bonito de trabajar con él en un plató de teatro o de cine es que aprendo, recibo instrucciones estimulantes, encuentro colores, tonos y gestos que enriquecen el personaje y la historia. Roman improvisa sobre la marcha, aporta sugerencias espontáneas; nunca hay nada previsible. Y me gusta la idea de empezar de cero.
  Escucharle y verle trabajar era como ver trabajar a un pintor o a un escultor, que busca constantemente perfeccionar lo que intenta dar, ver y sentir”.

ARMONÍA EN EL RODAJE...
  Entre lo más destacado de la película encontramos una épica escena: la fiesta. En ella vemos a cincuenta personas maquilladas, peinadas, algunas sentadas en mesas, otras moviéndose por la sala… Hay también una banda de músicos. Un grupo de baile, una banda de swing, camareros... música, voces, risas, instrumentos que afinar, conexiones que establecer.
  Para filmar todo ello, pedir silencio a cien personas acaloradas y cansadas, pero dispuestas a dar lo mejor de sí mismas, no era tarea fácil. Aun así, el silencio fue absoluto y Polanski logró el objetivo.
Y entonces llegaron los campaneros... una escena muy difícil de orquestar. Un reto para el responsable de sonido Lucien Balibar: “Roman está muy atento al ritmo de su historia, lo que le hace naturalmente dotado para la comedia. Nunca quiere que se note ninguna ralentización en la acción. Me divierte un detalle: cuando monta una escena, en cuanto una acción no avanza lo bastante rápido, grita a los actores desde su monitor: ‘¡Aburrido! Aburrido!’ y juntos encuentran soluciones para mantener el ritmo”.
  Milan Peschel -que encarna al divertidísimo Caspar Tell, destinado a ser presa del despiadado Bill Crush- llegó al plató entusiasmado por trabajar en esta película. “Pero lo que aumentó mi entusiasmo fue el don de Roman para observar y valorar mi interpretación de una manera muy acertada e imparcial. Experimentar su alegría casi infantil, su jovialidad y su entusiasmo fueron grandes regalos para mí. Su risa se convirtió en el impulso de mi actuación, y me siento unido a Roman por su alegría y su imaginación infantil.”
  Trabajar con el icónico Mickey Rourke fue paradigmático. Encantado por estar junto al legendario Roman Polanski, estaba dispuesto a seguir cualquier instrucción del director, incluso algún detalle que le irritara sobremanera.
  Rourke ha confesado, sobre este rodaje: “Teniendo un profundo respeto y admiración por Roman, escuché e hice todo exactamente como este genio quería; nadie más habría tenido nunca este placer, y para mí, que le escuchaba como un niño, fue realmente un esfuerzo mínimo. Incluso le permití que me pusiera su “peluca rubia”. Odiaba tanto esa peluca que el último día la saqué del plató, la empapé de líquido para encendedores y le prendí fuego. Roman se acercó por detrás, miró la peluca y, muy tranquilo y curioso, me preguntó: “¿De verdad la odiabas tanto?”. Finalmente, conseguí decirle la verdad: “¡La odio más de lo que puedas imaginar!”. Entonces Roman dijo: “Me parece bien... Pero quiero hacer otra película con este hombre, sin la peluca rubia”.
  Elegir a los actores fue un reto pero al mismo tiempo un gran privilegio, como atestigua la directora de casting Teresa Razzauti. “Enfrentarse a un genio, a un artista creativo y divertido no es cosa que ocurra todos los días. Fue una experiencia que me cambió. Trabajé a su lado durante meses y cada vez que me encontraba con él era una emoción, un descubrimiento, una experiencia nueva. Magia”.
  Razzauti continúa: “Roman siempre me preguntaba qué pensaba de los actores y escuchaba con mucha atención mis ideas, con absoluto respeto y consideración”. Un trabajo que, junto con el del sonidista, tiene una motivación específica: “Un equipo muy cosmopolita y notable, y un reparto multilingüe, con una amplia gama de tonos vocales que caracterizan bien a los protagonistas. Roman presta atención al carisma vocal de sus personajes, lo que añade muchos aspectos cómicos a esta película. Un ejemplo es el dúo de Bill Crush (Mickey Rourke) y Caspar Tell (Milan Peschel), donde el viril macho sucumbe a la influencia de la voz aguda del hombre más frágil”.
  “El último día, agotado después de tres meses en el plató y un año preparando la película”, cuenta el productor Luca Barbareschi, “apenas podía mantenerme en pie por el cansancio. Me tumbé en la cama de mi cuarto de producción, agotado pero consciente de que sólo nos quedaba una toma, la del detalle de mi bota. En un momento dado, oigo que Roman me susurra: “Soy tu director, ¿no vienes a por la toma final que he guardado sólo para ti?”. Le digo: “¡Pero si es sólo la bota!” .Y él contesta: “Dios está en los detalles”. Me levanté y me vestí. Todavía tengo la foto de Roman delante de mí, arrodillado, poniendo la gota de sangre que se suponía que estaba en mi bota. Gritó ‘Acción’, se movió la claqueta, nos abrazamos, nos emocionamos; era el último día”.

IMAGINANDO LO QUE NO ESTÁ AHÍ, PERO ESTARÁ…
  Teniendo a John Cleese, una leyenda del humor anglosajón y miembro de los célebres Monty Python, había varios retos que alcanzar. El primero y más importante, la imposibilidad de rodar con un pingüino de verdad. Para sustituir el bulto y la forma de lo que luego se añadiría en postproducción, entró en juego la creatividad de los técnicos, que fabricaron un pingüino de madera con ruedas que podía moverse durante la acción.
  “Era fascinante observar a nuestro director”, dice John Cleese, “que nunca se dejaba llevar por las prisas a la hora de tomar decisiones. Incluso cuando estaba agotado, seguía evaluando varias opciones, nunca satisfecho hasta el último detalle.” Otro ejemplo es de la escena del ascensor y la de la cama, que se ensayaron una y otra vez, con una mezcla de diversión y profesionalidad.
  Lograr el equilibrio perfecto entre lo mágico y lo cómico era primordial. Eso es lo que buscaba Polanski.

UN EQUIPO MULTILINGÜE Y COSMOPOLITA...
  Al tratarse de una coproducción internacional entre Italia, Suiza, Polonia y Francia, el plató era un entorno cosmopolita y multilingüe. Esto creó una comunidad con un nuevo lenguaje híbrido nacido de la fusión de lenguajes personales y estilos de trabajo. Por suerte, ¡no hubo necesidad de comunicarse con el pingüino!
  Durante la posproducción, los meticulosos efectos especiales y la creación de música por parte del célebre compositor Alexandre Desplat acabaron por dar vida a la película, añadiendo valor a la técnica de rodaje, ya de por sí de alto nivel.

DATOS GENERALES SOBRE EL PALACIO DE GSTAAD (*)...
(*) Texto de Andrea Scherz – Director General Manager & Propietario del Palacio Gstaad
  Hace 110 años, en diciembre de 1913, el Gstaad Palace abrió finalmente sus puertas y uno de los proyectos más ambiciosos de Suiza sobre la construcción de un hotel se convirtió en realidad.
  Cuando el propietario original construyó el establecimiento, las ideas atrevidas se convirtieron en grandes retos, los buenos pensamientos acabaron en partes del hotel no perfectamente pensadas, por lo que todo el proyecto corrió un alto riesgo financiero. Al mismo tiempo, mi abuelo entretenía a los lugareños y a sus invitados cantando en el pueblo de Gstaad, justo al pie de la colina. De hecho, le fascinaba este “pequeño” castillo blanco que resplandecía sobre Gstaad.
  En 1938 un sueño personal se hizo realidad; mi familia, la familia Bezzola-Scherz se hizo cargo del Palacio e inmediatamente empezó a hacer realidad, de nuevo, sus sueños audaces. Pero esta vez, lo hizo yendo paso a paso, donde los retos del pasado se convirtieron en maravillosas historias de éxito, las aspiraciones a largo plazo por fin se hicieron realidad, se añadieron nuevas características y, con el paso de los años, lo que una vez fue un atrevido sueño imposible se convirtió en el hogar de la jet set internacional. Este Palacio fue desde entonces un flamante embajador de la hospitalidad suiza.
  El glamour de Hollywood celebró su llegada estacional en Gstaad, los famosos agasajaron a los ricos sobre, delante o detrás de los escenarios, a veces, dependiendo con viveza de cuánto champán se sirviera.
  Para nuestros queridos huéspedes, volver al Palacio cada invierno, y más tarde incluso en verano, siempre significaba algo muy especial. Para ellos era una escapada de lo ordinario, para nosotros (mi familia, y desde luego para mí) era y sigue siendo nuestro hogar. Mi padre recogió el legado de su padre y siempre admiré cómo ambos llevaban una enorme responsabilidad con orgullo y siempre con una pequeña sonrisa en la cara. Hace algunos años, me tocó a mí tomar el “asiento del piloto” del Palacio de Gstaad, y acepté con orgullo la responsabilidad que conlleva un legado como éste, propiedad de mi familia, desde hace 3 generaciones.
  Las tradiciones y la amistad son lo que realmente nos importa, y como mi padre se hizo muy amigo de Roman Polanski, yo también llegué a conocerle muy bien.
  Desde hace años, puedo decir que Roman y yo somos tan buenos amigos como mi querido y difunto padre lo era para él. Aún recuerdo aquel día en que a Roman y a mí se nos ocurrió la idea, espontánea y simultánea, que dio lugar a la película The Palace. Una idea construida de nuevo
sobre una creatividad audaz, enormes retos, riesgos financieros y, fundamentalmente, sobre un sueño muy emotivo. Algunos dirán que en Gstaad todo es posible de alguna manera, pero yo nunca hubiera esperado que esta idea, esbozada mientras tomábamos un café, llegara a hacerse realidad.
  Y aquí estamos. No tengo palabras para expresar lo agradecido que estoy a Roman y a todo su equipo. The Palace es una película, un entretenimiento, realmente divertido, pero para mí es un reflejo del hogar de mi familia, que se emite internacionalmente, espero que para millones de personas que -y puedo asegurarlo- se lo pasarán en grande mientras se sumergen en otro mundo, nuestro pequeño mundo, nuestra vida cotidiana, con sus altibajos, con lágrimas y risas, de día y de noche... ¡a veces incluso con pingüinos!

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