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En 2005, el novelista Jonathan Safran Foer, famoso por su mezcla de comedia incisiva y tragedia en su novela debut ‘Todo está iluminado’, publicó su continuación, ‘Tan fuerte, tan cerca’. Su segunda novela fue, por un lado, la traviesa historia de un niño inusualmente precoz y sensible que inventa artilugios fantásticos, sueña con astrofísica, colecciona inmensas bases de datos aleatorios y se enfrasca en una quijotesca odisea por toda la ciudad de Nueva York. Al mismo tiempo, la novela fue el primer trabajo literario importante sobre la tragedia de las familias afectadas por el 11-S y un estudio sobre cómo la imaginación de un niño puede ayudarle a superar un miedo abrumador y una pérdida incomprensible ante las consecuencias de un suceso que ninguna lógica sería capaz de explicar.
Cuando el director Stephen Daldry, leyó el libro, le impactó sobre todo el punto de vista subjetivo de Oskar.
“Es realmente fascinante que Jonathan Safran Foer contara esta historia no solo desde el punto de vista de un chico que está experimentando una profunda desazón, sino también desde la perspectiva de un chico que tiene su propia y singular forma de ver las cosas”, afirma Daldry. “Es una perspectiva atractiva, creativa y rica emocionalmente.”
Daldry, además, se vio obligado a investigar más a fondo el particular trauma que sufrieron los 3.000 niños que perdieron a sus padres en el 11-S, y su lucha por recuperarse de este drama. Pidió asesoramiento a un grupo de expertos y a Tuesday’s Children, una organización sin ánimo de lucro fundada por familiares y amigos de las víctimas del 11-S con el objetivo de ayudar a superar los desafíos del día a día de aquellos cuyos seres queridos murieron en atentados terroristas. Se enteró de que la naturaleza repentina, inmensa y pública de los acontecimientos dejó a muchos niños como Oskar en una sensación de indefensión que agravó su profundo dolor.
“Empecé a hablar con muchos especialistas distintos, entre ellos terapeutas que trabajan con niños que han perdido a sus padres”, comenta Daldry. “Quería entender mejor el proceso que atravesaron niños como Oskar los días, meses y años después del 11-S, cómo comenzaron a recuperarse, o cómo no lo hacían en ocasiones. Ese proceso de aprendizaje se llevó a cabo de forma simultánea al desarrollo del guión. También consultamos a expertos del espectro autista y Asperger; ya que a Oskar se le somete a varias pruebas para detectar alguno de estos síndromes, sin resultados concluyentes”.
La experiencia personal de Oskar del 11 de septiembre y lo que aconteció después se llevó a la gran pantalla gracias a una adaptación del guionista Eric Roth, que quiso ser fiel a la inmediatez característica de la novela de Foer.
El libro trata muchos temas diferentes: el trauma del individuo y de toda la nación, lo extraño de la infancia, la naturaleza de la tragedia y la fortaleza del amor ante los momentos más críticos a los que se enfrenta una familia. Cada uno de esos temas era clave para narrar la historia, pero Roth lo hizo utilizando un elemento particular: la relación entre Oskar y su padre, Thomas, que se observa en la película únicamente a través de los recuerdos subjetivos de Oskar, provocados a su vez por una confusa mezcla de amor, pérdida y preguntas sin responder.
Cuando Roth comenzó a compactar el amplio y variado argumento de Foer y a buscar la estructura cinematográfica, descubrió que el escritor era alguien a quien poder recurrir en busca de apoyo. “Jonathan es un novelista maravilloso, pero mi trabajo es ser buen dramaturgo y dar vida a las historias en la gran pantalla. Confió mucho en mí en ese proceso, y entre nosotros nació una relación cercana y de cooperación”.
Cuando se terminó el guión, enseguida empezó a atraer actores de gran talento. “Creo que la historia de Oskar conmovió a todos cuando leyeron el guión, y por ello pudimos reunir a un grupo de actores verdaderamente maravilloso”, comenta Daldry.
‘Tan fuerte, tan cerca’ pone a Oskar Schell en contacto con muchas personas de Manhattan, Brooklyn, el Bronx, Queens y Staten Island, por lo que la ciudad de Nueva York en sí juega un papel visual muy importante, y lo hace de forma diferente a la mayoría de las películas ambientadas en esta ciudad.
“La ciudad de Nueva York de esta película es la Nueva York de un niño”, afirma Stephen Daldry. “Hemos intentando destacar los rincones de la ciudad a los que iría un niño, antes que las principales arterias de la ciudad. Queríamos ofrecer el punto de vista de Oskar de la ciudad. No se trata de mostrar los lugares que la gente asocia con Nueva York, sino más bien de lo que puede ver un niño y su reacción”.
El rodaje no empezó en la calle, sino en los estudios de sonido de JC Studios en el barrio de Midwood de Brooklyn. En este estudio, que lleva en la ciudad desde 1907, el equipo de diseño de la película creó el piso de Schell en Manhattan. La producción se localizó allí y en las calles, parques, edificios de oficinas, puentes, túneles, callejones y casas de toda la ciudad.
“Buscamos lugares que reflejaran la visión que tiene Oskar de Nueva York”, dice K.K. Barrett. “También tuvimos que encontrar y, en muchos casos decorar, las casas de decenas de personajes a los que visita”.
Continúa Barrett: “Sobre todo, lo que queríamos mostrar era que la ciudad de Nueva York sigue siendo un crisol de muchas poblaciones de zonas geográficas diferentes y todas entrelazadas; una ciudad de diversidad, con diferentes niveles económicos, etnias y actividades de todo tipo”.
Como no es neoyorquino, Barrett se valió de sus primeras impresiones de la ciudad como guía. “En cierta forma, pensé que ser extranjero en Nueva York me ayudaría a ponerme en la piel de Oskar”, explica.
La legendaria diseñadora de vestuario Ann Roth, aportó la diversidad de la ciudad con sus diseños. La película es hasta ahora la más moderna que ha hecho con Daldry, ya que está ambientada hace diez años. Cuenta: “Investigué mucho al principio, utilizando fotografías de personas que estaban en la Sexta Avenida y en Chambers Street el 11S. La película transcurre entre los años 2001 y 2003, y hemos intentado capturar las pequeñas diferencias en la moda para distinguir un año de otro”.
Según progresa el rodaje siguiendo el rastro de Oskar, a través de los cinco barrios de Nueva York, Daldry estaba preparado para afrontar las dificultades de rodar en la ciudad con más densidad de población de EE.UU. Sin embargo, se encontró con que los ciudadanos de Nueva York fueron uno de los grandes placeres de la experiencia de rodar la película.
“Muchísima gente que nos encontramos en la calle conocían el libro”, dice Daldry, “y aprovechamos para que salieran en la película. No solamente la arquitectura de la ciudad aporta tanto carácter a la ciudad; también la gente que vive allí, y esto se refleja muy bien en la película. La ciudad es increíblemente generosa, se convirtió en una parte de la película, una parte de la historia de Oskar”.