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‘Trascendence’, ambientada en un futuro no muy lejano, explora la posibilidad muy real de que l humanos, en nuestro intento de crear un mundo mejor, más eficiente y autosostenible a través de la tecnología, podamos ir demasiado lejos. Pues las emociones no son siempre positivas: ¿acaso una máquina con la capacidad para ser amable no poseería también la capacidad para ser amenazadora? Wally Pfister, director de fotografía de renombre, que debuta en la dirección con esta cinta, comenta: “Me sorprendieron la fuerza y el peso de las ideas que contenía la historia, ya que son conceptos que creo que la gente tiene muy presentes en la actualidad”.
La película pretende ilustrar la naturaleza coercitiva de las máquinas que creamos y de cómo nos controlan como cultura. Es un camino que podría decirse que ya estamos siguiendo y el filme intenta prever ese punto en que podríamos encontrarnos en 10 o 20 años, un momento revolucionario y emocionante... a la par qu preocupante.
El guionista, que llevaba cierto tiempo dándole vueltas a la premisa básica, empezó a desarrollar la historia hablando en primer lugar con su mujer, que es informática. “Es mi arma secreta”, sostiene sonriente.
A Pfister le encantó el guión y buscó más información de diversos expertos, como el Dr. Jose Carmena, profesor de Ingeniería Eléctrica y Neurociencia de la Universidad de California, Berkeley, y el Dr. Michel Maharbiz, profesor de Ingeniería Eléctrica de la misma universidad, que ejercieron de asesores técnicos de la película.
El equipo responsable de la película se tomó naturalmente cierta licencia artística al servicio de la trama y del factor de intriga especulativa del filme. También querían conseguir que lo que en el fondo no deja de ser un estudio sumamente intelectual resultara claro y accesible para los espectadores, y transmitir una sensación de suspense y peligro a medida que avanzaba la historia.
‘Trascendence’, rodada en Los Ángeles y Nuevo México, se desarrolla en toda una serie de lugares, desde las calles de Berkeley, California, a un pueblo perdido en el desierto o un escondrijo en plenas montañas. El diseñador de producción Chris Seagers colaboró estrechamente con Pfister, el director de fotografía Jess Hall y el supervisor de efectos visuales Nathan McGuinness para crear el aspecto y la atmósfera que deseaban para la película.
Seagers señala que, desde su punto de vista, “resultó ser un proyecto ligeramente insólito, ya que el estilo en sí trasciende de lo tradicional y familiar a un mundo casi inquietantemente estéril que no necesita humanos, sino que funciona por sí mismo. Así que empezamos con los humanos que levantaron el lugar y luego fuimos presentando cada vez menos humanidad”.
En Rio Puerco, la producción construyó un campo solar en el que se desarrollan muchas de las secuencias de acción de la película. Seagers estaba dispuesto a rodar en un campo solar de verdad, pero no tardó en darse cuenta de que no sería seguro realizar allí las escenas arriesgadas y las explosiones necesarias. “Al final”, explica, “decidimos crear la nuestra propia, tomando lo que está disponible en la actualidad y dándole una estructura algo más escueta. Y lo hicimos todo en blanco y negro, para darle un aspecto más contrastado”.
La gama de colores de la película cambia cuando la historia se traslada al desierto. “Una vez llegamos al Centro de Datos de Brightwood”, prosigue, “es muy neutral, con mucho cristal, así que también es reflectante y translúcida”. Esa translucidez alcanza su máxima expresión en la residencia de Evelyn en Brightwood, donde también reside Will en su mundo virtual, y ella puede ver su imagen mire donde mire. Hall rodó el filme en película fotoquímica de 35 mm. “Tiene una profundidad, una saturación de color y un contraste maravillosos. Se puede conseguir una textura de gran intensidad, a la vez que sutil y realista”, aporta. “Sabes que estás trabajando con luz y emoción, no con unos y ceros, y me encanta la forma que tiene de captar los rostros y tonos de piel de los actores”.
Además de aportar el mundo digital en el que reside Will, el equipo de efectos de McGuinness se encargó de ampliar y realzar los sets donde fuera necesario, sobre todo en los escenarios más grandes, como las huertas solares y el Centro de Datos de Brightwood.
“Por mucho que construyéramos físicamente en el propio set, cuando te encuentras en mitad del desierto, incluso 400 paneles solares habrían parecido poca cosa”, razona McGuinness. “Montamos 75, filmamos toda la acción entre ellos y luego creamos el resto para que se extendieran hasta donde alcanza la vista”.
Sin embargo, McGuinness señala que el efecto visual más específicoestaba mucho más vinculado al personaje de Will Caster y la evolución de sus aptitudes, “con el fin de que estuviera al servicio del concepto general de la película. La tecnología que Will diseña y pone en práctica era una extensión de aquello en lo que se había convertido. Podía ser orgánico, metálico, sólido, líquido o una combinación de todo ello. Por ejemplo”, comenta, en referencia a uno de los efectos más difíciles, “¿qué aspecto tendría una lluvia invertida? Tuvimos que resolver todo ese tipo de cuestiones y muchas más, hasta el mínimo detalle”.