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LA NOCHE MADRILEÑA COMO ESCENARIO...
Madrid, la ciudad de los gatos donde no todos son pardos se transforma al anochecer, aparecen animales nocturnos de toda índole, la urbe cobra una nueva vida llena de movimiento y ambiente donde “los otros” se funden en la metrópoli.
Con el crepúsculo toman posesión de la ciudad personajes noctámbulos como taxistas, repartidores, basureros, camareros, prostitutas, camellos y borrachos. Todos ellos conforman una amalgama de situaciones y ambientes entre las sombras y luces de neón donde tiene cabida lo insólito, lo inquietante y lo extraordinario que no debe destaparse a la luz del día.
Las calles de Madrid servirán de escenario para que Adela inicie un viaje sin retorno como fruto de la venganza de su pasado, donde llevará hasta las últimas consecuencias el plan que ha gestado durante años, un siniestro propósito del que todos podremos ser testigos.
¿PORQUÉ UN PLANO SECUENCIA?...
Siempre nos han impactado películas que, gracias a la técnica utilizada han adquirido un aurea especial, han tomado una dimensión propia, un sabor único, una frescura o particularidad que nos ha dejado un poso que, con el tiempo, perdura.
Y es que, cuando se gestó la premisa inicial que nos ha llevado a lo que ahora es Adela no tuvimos duda, desde el inicio sabíamos que “esta película la rodaremos de noche, en plano secuencia y en las calles de Madrid”.
No es un capricho o una licencia, no hay ánimo de sorprender o impresionar con la complejidad que conlleva rodar de esta manera y orquestar la coreografía que requiere rodar todo un largometraje en un plano secuencia. Es una necesidad, es la manera en que se nos muestra la película en nuestra mente, la mejor forma de rodar un guion como este.
El plano secuencia transmite al espectador esa sensación de cercanía, de crudeza y realidad acorde con nuestro personaje y sus circunstancias, con la historia, con el tiempo en que todo sucede, porque necesitamos que el espectador sienta que está ahí sin separarse ni un solo segundo de Adela.