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SINOPSIS
Dos amigas de la infancia, terminan casándose y teniendo un hijo cada una. Una de ellas cae enferma haciéndole prometer a su amiga que cuidará tanto de su hijo, como de su marido. Tras la muerte, la superviviente irá a visitarlos, pero la sorpresa que se llevará será mayúscula...
INTÉRPRETES
ROMAIN DURIS, ANAIS DEMOUSTIER, RAPHAËL PERSONNAZ, MICHÉLE RAINGEVAL, JONATHAN LOUIS, ELYNA BERGER, JEAN-CLAUDE BOLLE-REDDAT
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INFORMACIÓN EXCLUSIVA
¿Cómo surgió la idea de 'Una nueva amiga'?...
- La película es una adaptación libre de un relato de Ruth Rendell, The New Girlfriend, una historia de quince páginas muy en la vena de la serie “Hitchcock presenta”: Una mujer descubre que el marido de su amiga se trasviste a escondidas. El marido se convierte en su nueva amiga, pero cuando le declara su pasión e intenta hacerle el amor, ella le mata. Lo leí cuando rodé el cortometraje Une robe d’été, hace unos veinte años, y había escrito una adaptación muy fiel para otro corto. Sin embargo, no encontré la financiación ni el reparto ideal, y abandoné la idea.
Pero seguí pensando en la historia, es más, me perseguía. Me di cuenta de que en las grandes películas que me gustaban acerca de travestidos, los personajes no se travestían por deseo personal, sino por una obligación exterior: músicos perseguidos por la mafia en Con faldas y a lo loco; un actor en paro que se convierte en actriz para trabajar en Tootsie, y otra actriz sin dinero en Víctor o Victoria… Las circunstancias externas permiten que el espectador se identifique con los personajes y que disfrute con el travestismo sin culpabilidad ni malestar, y Billy Wilder es, en mi opinión, la referencia perfecta para hablar de un tema semejante. Es verdad que en mi historia, el personaje sí sentía el deseo antes de consumarlo.
¿Por eso introduce la idea del duelo, para permitir al espectador identificarse a pesar de todo con David/Virginia?...
- La idea del duelo, que no está en el relato, hace posible que el espectador y Claire entiendan el comportamiento de David antes de aceptarlo. Por eso es tan importante la escena del flash-back en la que David consigue calmar y alimentar a la niña gracias al olor de la blusa de su mujer fallecida.
Se me ocurrió después de charlar con Chantal Poupaud, la realizadora de Crossdresser, un documental sobre los transgéneros (el ritual concreto de la transformación es apasionante: la depilación, el maquillaje, la ocultación de la barba…). Conoce muy bien el ambiente y le pedí que me hablara de los travestidos que habían participado en el rodaje. Mencionó a un hombre cuya esposa estaba muy enferma, ella sabía que se iba a morir y había preferido desaparecer de la vida de su marido. Para hacerla revivir, se le había ocurrido vestirse con la ropa de su mujer y había empezado a travestirse regularmente. La idea me fascinó y me conmovió. Por fin tenía la clave para adaptar y escribir el guión.
Pero el origen mórbido no tarda en desaparecer. Laura cede poco a poco su lugar al tercer y liberador personaje encarnado por Virginia...
- El principio de la película es bastante dramático, ya que gira en torno a Laura y a su muerte, pero en cuanto la nueva amistad cobra fuerza, la ligereza, el placer, la alegría reaparecen yendo de compras, al cine, a una discoteca. Las dos se ayudan mutuamente. La película regresa hacia la vida, David/Virginia nunca ha sido tan feliz como ahora y Claire se abre totalmente. Hubo un momento en que escribí una nota de intención bastante irónica: “Mi idea es que todos los hombres, al salir de la proyección, corran a comprar medias, maquillaje y vestidos, no para sus novias o mujeres, sino para ellos”. Pero los productores pensaron que podía asustar a los financieros… Mi objetivo era hacer descubrir los artificios femeninos a los hombres, hacerles entrar en el universo del travestismo suavemente, con ternura y humor. Con la idea de no burlarse nunca de los personajes, de acompañarlos y de estar siempre en empatía con ellos.
Cuando el espectador se ríe no es por el personaje de David/Virginia, sino porque el placer que siente al travestirse es contagioso, sobre todo en la escena de las compras en el centro comercial...
- La comedia nace a partir del placer que siente el personaje. Estamos con él, con su inocencia. El deseo de David es muy claro. Encuentra y acepta su identidad a la mitad de la película: será Virginia. Es el primero en pedirle a Claire que le diga la verdad a Gilles, que deje de mentir. Claire está más alterada, se hace muchas preguntas, da un paso hacia delante, se echa para atrás. Paradójicamente, es un personaje mucho más torturado y neurótico. Al principio, no sale de su asombro, incluso le dice a David que es un enfermo, un pervertido, pero recorre un cierto camino y acaba aceptando plenamente el deseo de David y su propio deseo por Virginia.
Al principio de la película, recorre veinte años del pasado utilizando unos pocos atajos visuales muy conseguidos...
- Era muy importante para identificar a los personajes. En el guión había una voz en off que lo explicaba todo, pero durante el rodaje intenté contar y visualizar lo máximo posible a través de los movimientos de la cámara. Al llegar a la sala de montaje, me di cuenta de que la voz en off sobraba. Me serví de las etapas estereotipadas de la vida, la infancia, la amistad, el matrimonio, el nacimiento de un hijo, la enfermedad, la muerte… Corría el riesgo de caer en el kitsch puro y duro, había que encontrar el distanciamiento adecuado para hacer surgir la emoción.
'Una nueva amiga' transcurre en un lugar poco definido desde un punto de vista geográfico...
- Algunas de mis películas están ancladas en una realidad muy precisa y muy documentada. Algunas crean un mundo propio, como Ocho mujeres, En la casa o UNA NUEVA AMIGA. Quería reencontrar la dimensión universal y atemporal de los cuentos de hadas, un género que aparece desde el principio con el cuerpo de Laura en el ataúd, y al final, cuando Virginia se despierta como la Bella Durmiente.
¿Por qué escogió a Romain Duris?...
- Vi a varios actores e hicimos pruebas de maquillaje y de pelucas para ver qué aspecto tendrían de mujer y si funcionaba. También era una forma de poner a prueba su deseo de feminidad. Romain se impuso, no porque fuera “la más guapa de todas”, sino porque comunicaba su alegría al travestirse. Había una auténtica encarnación, un placer fetichista cuando se ponía las medias, los vestidos, sin ironía ni distanciamiento. Me había fijado en su manera graciosa y lúdica de cantar la canción “Lola”, de Jacques Demy, en 17 fois Cécile Cassard, de Christophe Honoré.
Deseaba tanto interpretar a David/Virginia que me pareció obvio que debía ser él.
¿Cómo fue la construcción física del personaje?...
- Hicimos muchas pruebas de maquillaje y de pelucas. Luego le pedí que adelgazara, como hago generalmente con todas las actrices. Era importante que se sintiera cómodo con su silueta. No tardó en pedir un par de zapatos de tacón a Pascaline Chavanne, la diseñadora de vestuario, y empezó a trabajar por sí solo.
Era necesario feminizar a Romain sin enmascarar su masculinidad. Todo giraba en torno a la dosificación según las escenas y el estado del personaje. Virginia vuelve a andar como un hombre y enseguida tiene barba. Pero en otros momentos, debía estar muy guapa… Al principio, Virginia no está a punto, es demasiado sofisticada, exagera su feminidad. Al igual que muchos travestis que he conocido, y que al principio se visten con la ropa de su mujer o de su madre, a Virginia le cuesta encontrarse, busca un estilo… Poco a poco descubre cómo andar, la ropa adecuada. Al final de la película, lleva pantalones y chaqueta, ya no es rubia como Laura, ha recuperado su color. No le hacen faltan accesorios para sentirse femenina, sencillamente ha florecido. Por fin ha encontrado su look.
Claire se ha vuelto más femenina...
- Vestía de una forma banal, pero redescubre el placer de vestirse gracias a un hombre que se traviste y que le devuelve algo de su amiga Laura, una parte más luminosa, más femenina. Al final, Claire también asume su propia feminidad. Lleva un vestido, está embarazada. Hubo un tiempo en que la película se llamó “Soy mujer”, pero cambié el título porque me dio miedo que los espectadores lo asociaran a David. El personaje que se convierte en mujer en la película es ante todo Claire, y de hecho, así lo canta.
Al igual que en muchas películas suyas, los personajes funcionan como reflejados en un espejo, y el deseo de Claire se hace patente al observar el de David/Virginia...
- A menudo construimos nuestro deseo con relación a lo que sienten los demás; nos alimentamos del deseo de los demás para saber quiénes somos. En mi película Regarde la mer, la relación-reflejo acaba mal; una de las dos mujeres se deja matar por la que le robaba su identidad. En esta, los deseos se nutren mutuamente gracias a la muerte de Laura. Su ausencia abre un abismo en el que Claire y Virginia se encuentran.
La escena de la discoteca tiene una dimensión casi documentalista...
- Quise mostrarla desde la mirada de Claire, que descubre ese ambiente. Me inspiré en las discotecas de los años ochenta. En aquella época había más mezcla de edades y clases sociales en el ambiente gay. Todavía no había llegado el sida, no había barreras, pero ahora ya no es así. El casting de la escena fue muy importante porque quería mostrar las caras y la belleza de toda esa gente. Es el corazón de la película, un momento de bienestar, de comunión, en el que la pareja “anormal” formada por Virginia y Claire es aceptada sin prejuicios. Cuando escribí ese instante suspendido, pensé en dos escenas de melodramas que me gustan mucho: la fiesta en casa de los amigos del jardinero en Solo el cielo lo sabe, de Douglas Sirk, donde de pronto, el amor de la pareja parece factible, y en la balada en casa de la abuela en la costa azul en Tú y yo, de Léo Mac Carey.
Como en los melodramas de Douglas Sirk, su película gira en torno a la diferencia y a la aceptación del otro...
- Sí, el travestismo no es el tema de la película, sino más bien la forma de enfrentarse a las diferencias y a los prejuicios. Aquí están más interiorizados que en la obra de Douglas Sirk; la época y la sociedad han cambiado, ya que incluso los suegros de David, a pesar de proceder de un medio burgués muy católico, son más bien tolerantes, mientras no se entere nadie… La película toca fantasías que el espectador puede o no compartir, no importa; lo esencial es ver cómo cada uno acepta la extrañeza del otro y encuentra su identidad más allá del género masculino o femenino. Al final del guión, la voz en off de Claire citaba la famosa frase de Simone de Beauvoir: “No se nace mujer, se llega a serlo”.
Además, quería que fuera un melodrama de verdad, llegar al fondo de la historia de amor sin perder el suspense sentimental que tiene el relato de Ruth Rendell: las llamadas telefónicas a escondidas, las citas secretas, la entrada en el garaje… Pero aquí, el suspense no está relacionado con el mundo exterior, sino con los dos personajes: ¿Cuándo se darán cuenta de que se atraen, cuándo dejarán de engañarse acerca de sus sentimientos? Claire y Virginia rehúsan ver que están enamorados porque están atrapados por las obligaciones sociales y familiares, pero al final, el deseo les puede.
Quizá sea su película más optimista, incluso más utópica. Plasma fe en el amor y en la posibilidad de asumir los sueños y las diferencias...
- Es la primera vez que cuento una historia de amor en una película, así de sencillo. He realizado películas sobre la identidad, pero es la primera vez que la identidad se construye y se alimenta a través de un sentimiento amoroso.