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NOTAS DEL DIRECTOR...
Esta película trata sobre el pasado, nuestra relación con nuestro propio pasado. Es también la relación que tanto Juliette Binoche y yo compartimos implícitamente.
Nos conocimos en el comienzo de nuestras dos carreras. Junto con André Téchiné, yo había escrito 'Rendez-vous', una historia llena de fantasmas, donde, a los veinte años, ella tenía el papel principal. Desde entonces, nuestros caminos han corrido en paralelo, cruzándose cuando rodamos 'Las horas del verano' en 2008.
Fue Juliette que había tenido primero la sensación de que era una oportunidad perdida, o más bien la película, que se mantuvo virtual en nuestra historia compartida, y que traería tanto de nosotros de vuelta a lo esencial. Con esta misma intuición en mente, empecé a tomar notas, a continuación, dar vida a los personajes, y luego en una historia que había estado esperando a existir durante mucho tiempo.
La escritura es un camino, y éste se encuentra a alturas vertiginosas, de tiempo suspendido entre el origen y el devenir. No es ninguna sorpresa que me inspiraban imágenes de paisajes montañosos y senderos escarpados. Tenía que haber luz de primavera, la transparencia del aire, y las nieblas del pasado. Un camino que tanto me trajo de vuelta a donde todo empezó, para Juliette y yo, y donde nos encontramos hoy, en nuestras preguntas sobre el presente y sobre todo el futuro.
La principal protagonsita es cada uno de nosotros a través de esta necesidad de revisitar el pasado - no para dilucidar, pero en lugar de encontrar las claves de nuestra identidad, lo que nos ha convertido en lo que somos y que nos sigue impulsando.
Ella se asoma al vacío y observa a la joven que estaba a los 20 años En el fondo, ella sigue siendo la misma, pero el mundo ha cambiado a su alrededor, y su juventud ha huido - la juventud como la virginidad, como el descubrimiento del mundo. Esto no viene alrededor de dos veces.
Por otra parte, no nos olvidamos de lo que nuestra juventud nos ha enseñado: esta reinvención constante del mundo, el desciframiento de la realidad hiper-contemporánea y el precio que uno debe pagar para ser parte de ella.
Dando a cada nuevo tiempo de la urgencia y el peligro de una primera vez.
Es la confrontación entre el pasado y el presente de un paisaje que se me apareció como un escenario ideal para una comedia - o el drama, dependiendo de la perspectiva que uno elija.
Cuando nos miramos en este vacío, que no refleja mucho, aparte de nuestra propia imagen, congelado en el presente absoluto. Esta instantánea se encuentra en el corazón de 'Sils Maria'.
Maria Enders, el personaje central, descubre a sí misma los mil avatares que resuenan en el mundo virtual de la fama - y odio - de los medios modernos. Aquí es donde la frontera entre lo más íntimo, se borra el espacio público más patéticamente banal, y virtual. Buscamos, pero no podemos encontrarlo. Tal vez simplemente ya no existe.
¿Es María Enders la joven que una vez jugó Sigrid en la película de Guillermo Melchior, se que el adulto, la mujer madura que otras personas la ven como ser; o tal vez es aún uno de los personajes que encarna, u otra de las caras que aparecen cuando uno los tipos de su nombre en Google o en YouTube?
¿Hay algo que aún puede aferrarse, si no es el secreto de su propia intimidad, el único lugar donde el tiempo no puede lea ve su huella?
Muy pronto, pensé en las nubes, del cielo sobre el valle de Engadina, de cómo al mismo tiempo inmutable y moviendo un paisaje puede ser, que es a la vez intimidante y lo humano. Está inscrita extrañamente en el tiempo, y ha sido testigo de todos los seres que han vagado a través de él, se fusionó con él, de todas las épocas. Y que han experimentado sus vertiginosas alturas.
En 1924, en los albores del cine, Arnold Fanck, uno de los pioneros de la fotografía en la montaña, filmó la extraña nube 'Fenómenos de Maloja' donde las cimas de las montañas, las nubes y el viento se mezcla abstractamente, evocando la pintura china clásica. Le disparó en blanco y negro, y la única forma en la que existe ahora es una impresión gastado y rayado en marcha. En una palabra, un recuerdo de lo que pudo haber sido y en el cual, a su vez, ha grabado a sí mismo.
Sin embargo, es inquietante para sentir una verdad íntima y misteriosa en estos espacios, a pesar de (o gracias a) los filtros que nos separan de ellos. Ellos se revelan a través de una subjetividad a distancia, con casi un siglo entre nosotros.
¿No es éste el proceso exacto de arte, que reproduce el mundo, pero a través de una mirada singular, que quita tanto como lo revela, indistintamente sacar a la luz lo visible y lo invisible?