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NOTAS DE LA DIRECTORA...
Lo primero y más obvio que me fascinó del personaje de Carlos es el hecho de que no quisiera bailar.
Porque no es la historia de una vocación al uso, sino al contrario, es la de alguien que se convirtió en bailarín a su pesar, empujado por su padre. De ahí nace una confrontación intensa que Paul en el guion convierte en el eje de la película: la relación de amor odio de Carlos con su padre, a quien a pesar de todo, Carlos dedicó su autobiografía.
La vida de Carlos, como recoge la película, transcurre también en paralelo a los últimos 40 años de vida en Cuba. El y su familia viven como tantos cubanos varios momentos clave: la separación, cuando la familia de su madre se va al exilio en Miami, el Periodo Especial en el que entra la economía cubana tras la caída del bloque soviético y el final de la ayuda, la Crisis los Balseros…
Pero además, la historia de Carlos es también un viaje fascinante del biznieto de un esclavo de la plantación Acosta, que desde un barrio humilde en la Habana, llega a convertirse en el primer Romeo negro en el Royal Ballet, rompiendo tabúes, y abriendo camino para los que vienen detrás.
Además de encontrar un niño y unos actores con el carisma y la energía para interpretar a estos personajes, yo tenía el reto como directora de contar esta historia con un elemento más: el baile.
Porque Yuli está contada desde el presente, desde un teatro de la Habana hoy, donde Carlos, interpretado por el mismo, esta ensayando con su compañía un montaje de danza que relata su vida. Y desde ahí, la película nos traslada a a su infancia, con el niño Yuli, y a su juventud, con el poderoso bailarían en el que mas tarde se transforma.
Pasado y presente, ficción y baile se mezclan a veces dentro de la misma secuencia...
Una apuesta difícil y apasionante.
Arropan a Carlos extraordinarios actores consagrados como Laura de la Uz y también jóvenes talentos como Cesar Dominguez o Andrea Doimeadios, que con el carismático Santiago Alfonso en el papel del padre, Pedro y el niño Edilson, en un debut espectacular, cierran un casting de lujo.
Pero además del cuidadoso y largo trabajo de casting, Yuli necesitó un proceso previo para diseñar las coreografías. Con Maria Rovira, la coreógrafa, nos embarcamos en la creación de unos bailes que no podían ser “abstractos”, sino que al contrario, debían ser narrativos. El baile, con la inspiradora y potente música de Alberto Iglesias, debía contar algunas de las escenas de pelicula: Su soledad en un internado lejos de casa, la fama y el éxito posteriores, el cariño de su padre, su violencia brutal...
Trabajar en estas escenas junto con el equipo, que ha hecho un trabajo extraordinario con la luz, el arte, el sonido, o el montaje, con Carlos, que baila el personaje de su padre y con los excelente bailarines de su compañía, ha sido para mi una experiencia increíble, con la que he disfrutado muchísimo. Ahora espero que el espectador disfrute con la magia y la belleza del baile tanto como nosotros lo hemos hecho.
NOTAS DEL GUIONISTA...
Fui honesto con Carlos y los productores y les dije que no estaba seguro de si podría hacer esto.
Nunca había hecho una adaptación y el libro de Carlos, No mires atrás, había sido publicado hacía más de diez años. Estaba convencido de que necesitábamos algo más y por eso me fui a La Habana a observar a Carlos ensayar con su joven compañía durante dos semanas.
Al verles tan de cerca, me cautivaron. Son algunos de los mejores bailarines del mundo, y su colaboración con Carlos es especial. Así que tuvimos una idea, ¿por qué no coreografiar parte de su vida, y que Carlos haga de sí mismo? ¡Usemos su talento en bruto! Veamos los tendones estirarse, olamos el sudor. Sin planos falseados ni actores tratando a duras penas de aprender unos cuantos pasos en dos meses. En otras palabras, capturemos la verdadera majestuosidad del baile, en toda su belleza y disciplina. No había visto algo así en un biopic y pensé que podría ser un gran reto para Icíar, quien estaba dispuesta a explorar las fronteras del género.
¿Podremos capturar lo incuantificable entre padre e hijo, no sólo en palabras, sino en movimiento y sugestión también? ¿Seremos capaces de convertir en baile las contradicciones de la fama?»
Pero el Carlos niño era clave también. Yo me fui de casa a los nueve años y nunca podré olvidar el nudo en el estómago. Carlos tampoco pudo olvidarlo; y por ahí finalmente yo empezaba intuir mi forma de entrar en su extraordinaria vida. Me di cuenta de que esta no era sólo una historia sobre Carlos y su familia sino también sobre esta Cuba excepcional que ha capturado la imaginación del mundo por todas las razones que conocemos. Esta historia era un regalo con múltiples capas y fue mágico ver a Icíar trabajar con tantos otros artistas, bailarines, la coreógrafa María Rovira y el brillante músico Alberto Iglesias, cuyo talento nunca deja de sorprenderme.