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SINOPSIS
Unos secuestradores toman a la fuerza un avión lleno de pasajeros y lo obligan a desviarse de su ruta hacia Entebbe, para exigir a cambio la liberación de docenas de palestinos encarcelados en Israel...
INTÉRPRETES
ROSAMUND PIKE, DANIEL BRÜHL, EDDIE MARSAN, BEN SCHNETZER, DENIS MÉNOCHET, MARK IVANIR, KAMIL LEMIESZEWSKI, ANDREA DECK, LIOR ASHKENAZI, ANGEL BONNAMI, BRONTIS JODOROWSKY, DAVID ANNEN, PETER SULLIVAN, NOOF McEWAN, VINCENT RIOTTA
MÁS INFORMACIÓN DE INTERÉS
PREMIERE
INFORMACIÓN EXCLUSIVA
NOTAS DEL DIRECTOR...
El asalto de Entebbe, pese a su alabado éxito militar, ha tenido muchas consecuencias imprevistas, algunas de ellas de gran relevancia histórica. Por ejemplo, Benjamín Netanyahu ha dicho que decidió servir al interés público por su hermano, Yoni Netanyahu (comandante de las fuerzas de élite de la operación), que murió en el asalto. Creo que el simbolismo de la heroica muerte de Yoni y de la propia operación han influido en la carrera política y en las políticas de Netanyahu. No es coincidencia, por tanto, que la mayoría (no todos) de los documentales y los filmes hechos sobre Entebbe hablen de una proeza militar.
Mi película, 7 DÍAS EN ENTEBBE, cuenta dos historias paralelas sobre el asalto: por un lado, examinamos la saga de los rehenes y los terroristas, y cómo su interacción y estados mentales fueron evolucionando con el transcurrir de los días; por otro lado, examinamos el debate interno que suscitó el secuestro en el gobierno israelí, y las posturas contrarias adoptadas por el ministro de Defensa Simón Peres, que estaba por sistema en contra de negociar, y el primer ministro Isaac Rabin, que se planteó las negociaciones como una alternativa real.
El primer hilo narrativo, la saga de los secuestradores, me resulta de interés porque investigaciones recientes sobre Entebbe contradicen la forma habitual en la que se representaba a los secuestradores. Se puede tomar, por ejemplo, el siguiente extracto del estudioso británico Saul David, en su reciente libro “Operation Thunderbolt”: “De pronto, los cuatro terroristas de guardia volvieron a entrar tambaleándose por la puerta, encabezados por Wilfried Böse, que empuñaba un subfusil en una mano y una granada en la otra. Desde el fondo de la habitación, Ilan Hartuv podía ver a Böse apuntando su arma a los rehenes que había en el suelo, muchos de los cuales estaban sollozando, y estaba convencido de que se disponía a abrir fuego. También lo estaba Michel Bacos a quien, un par de días antes, Böse había dicho: ‘Si cualquier ejército de cualquier país viene a salvaros, podéis estar seguros de que los oiremos primero y, antes de que lleguen hasta vosotros, os mataremos a todos’. Así que ahora Bacos tenía la certeza de que Böse cumpliría su amenaza. El alemán sin duda tenía la oportunidad, al igual que los demás terroristas. Pero, en vez de apretar el gatillo, Böse meneó la cabeza hacia el fondo de la habitación e indicó a los rehenes que se encontraban cerca de él que se ‘retiraran’ y se pusieran a cubierto”.
La versión del profesor Saul, que nos repitieron por separado otros rehenes (entre ellos Jacques Lemoine, ingeniero de vuelo del vuelo 139 de Air France) conlleva dos cosas: 1) Tras pasar tiempo con los rehenes, al menos uno de los secuestradores empezó a examinar sus propios actos con pensamiento crítico. 2) El éxito militar conseguido en la operación se logró en parte porque los secuestradores, influidos por Böse, no convirtieron en su principal prioridad matar a los rehenes cuando se dieron cuenta de que venían los israelíes.
Leer esto en el libro del profesor Saul me llevó a pensar en los secuestradores, sus distintas motivaciones, y cómo los rehenes lograron hacer que algunos de ellos se cuestionaran las premisas de lo que estaban haciendo. ¿Fue el caso de que, al menos en parte, el éxito militar conseguido en Entebbe se debió a los propios rehenes? Ese me parecía un tema interesante de explorar. La construcción de algunos de nuestros personajes, en particular los de Böse, Brigitte, Jabber y Lemoine, estaba pensada para estimular el debate en torno a esas cuestiones.
El segundo hilo narrativo de la película está directamente relacionado con una de las cuestiones más cruciales para líderes políticos tanto palestinos como israelíes: las implicaciones políticas de negociar. Y ciertamente, lo que sucedió en Tel Aviv y Jerusalén a medida que se desarrollaba la crisis ilustra este punto a la perfección. Si uno examina la forma en que Peres y Rabin abordaron el secuestro, ya sea leyendo las transcripciones de las reuniones de su gabinete o hablando con quienes estuvieron allí presentes –como Amos Eiran, asesor de Rabin–, se puede percibir que tuvieron dos clases de problemas que afrontar. Primero, tenían el problema objetivo de cómo salvar las vidas de los rehenes. Y luego tuvieron que considerar cómo el resultado de este secuestro tan destacado afectaría a la disposición de otros grupos terroristas a actuar contra israelíes en el futuro. Evidentemente, se trataba de problemas legítimos de política. Pero acechando tras ellos había un tercer problema que era exclusivamente político: dado que la mayor parte de la población israelí estaba por aquel entonces en contra de las negociaciones, Rabin y Peres tenían que considerar cómo entablar negociaciones afectaría a sus carreras políticas en el futuro. Si Simón Peres podía ofrecer a Rabin una opción militar defendible, y Rabin decidiera negociar, eso habría dado a Peres una ventaja política sobre su rival. Por el contrario, si Rabin acababa negociando a falta de una opción militar viable, la ventaja habría sido suya. Es interesante destacar que Rabin aprobó la operación pese a tener serias dudas sobre sus posibilidades de éxito. E hizo que Amos Eiran le preparara una carta de dimisión.
Esos siete días de 1976 arrojaron una luz esclarecedora sobre muchos problemas que seguimos afrontando en la actualidad. Eso, junto a la calidad de la documentación realizada por Kate Salomon y el guion escrito por Gregory Burke son las principales razones por las que acepté la invitación de Tim Bevan para dirigir la película. Ciertamente, investigar la dimensión política del secuestro me permitió entender mejor un fenómeno más general, que todavía sigue limitando las posibilidades mismas de negociación entre Israel y Palestina.
Pese a décadas de negociaciones, ¿por qué estamos hoy día en una situación en la que la postura de la línea dura es la vía políticamente segura para ambos bandos del conflicto? La respuesta, me parece, es que cada una de las poblaciones vive en un estado de miedo constante, un estado que es fácil de manipular por los políticos y líderes religiosos, que adquieren importancia al hacerse pasar por los únicos que pueden proteger a su pueblo del “enemigo”. Es irónico, pero parece ser lo cierto: para un soldado israelí, subir a un avión con rumbo a un enfrentamiento militar con palestinos es el supremo acto de valor. Pero para un político israelí o palestino, el verdadero valor es negociar, un hecho tristemente confirmado por el asesinato de Isaac Rabin al final de un mitin en apoyo de los Acuerdos de Oslo. En las semanas previas al asesinato de Rabin, ciertos políticos israelíes adoptaron una postura tan abiertamente contraria a las negociaciones que tres rabinos de Cisjordania llegaron al extremo de sugerir que sería aceptable matar a Rabin.
Lo que me lleva a por qué decidí introducir una metáfora en mi película, e intercalar momentos clave del filme con la pieza de baile de Batsheva, “Echad Mi Odea”, creada por Ohad Narahin mucho después del asalto de Entebbe (una licencia poética, sin duda). No voy a explicar en detalle la metáfora tal como se me ocurrió a mí, ya que una metáfora explicada pierde su magia. Pero prestad atención al baile. Los intérpretes, vestidos con ropa tradicional, cantan y bailan al ritmo de una canción de la Pascua Judía. Sus movimientos aluden al dolor autoinfligido. A medida que avanza la pieza, se van quitando prendas. El único bailarín que no lo hace, no deja de caerse de su silla una y otra vez.
SOBRE LA PRODUCCIÓN...
Los alabados productores Tim Bevan y Kate Solomon no pretendían convertirse en expertos en representaciones cinematográficas de terrorismo real; simplemente, resultó así.
Diez años después de llevar a la gran pantalla el drama nominado al Óscar sobre el 11-S “United 93”, propusieron a la pareja supervisar otro filme basado en hechos reales y centrado en un secuestro de un avión de pasajeros. Esta vez, se trataba de la extraordinaria historia real del vuelo 139 de Air France, que fue secuestrado por terroristas en 1976 y retenido en el aeropuerto de Entebbe, Uganda, a cambio de un rescate.
“Ron Halpern, de Studiocanal, nos abordó a Kate y a mí hace varios años y nos comentó que le parecía que del asalto de Entebbe podía salir una película interesante”, recuerda Bevan.
El concepto original de Halpern era contar la historia desde la perspectiva de los pilotos franceses, por lo que Solomon voló a Francia para entrevistar a varios miembros de la tripulación real de vuelo, entre ellos el ingeniero Jacques Lemoine, a quien acabaría dando vida en la película el actor Denis Ménochet. “Cuando Jacques me contó cómo fue la semana que pasó en Entebbe, supe que ahí había algo sumamente interesante”, asegura.
Solomon recuerda a Lemoine describir un momento fundamental durante el asalto, en el que se encontraba tumbado en el suelo junto a los demás rehenes y los secuestradores estaban en la terminal con ellos. “Estaba tumbado muy cerca de Wilfried Böse, el terrorista alemán, justo cuando llegaban los comandos israelíes. Podían oír disparos fuera. Comentó que se cruzó la mirada con Böse, que apuntó su arma hacia otro lado y le dijo que se quedara agachado. En ese momento, después de haber pasado una semana con los rehenes, Böse se dio cuenta de que no podía matarlos. Para mí, ese era un momento que merecía la pena examinar”.
A medida que profundizaban en los acontecimientos de 1976, Bevan y Solomon empezaron a pensar que podía haber una manera aún más interesante de abordar la historia. “Había un montón de detalles históricos sobre lo sucedido que cubrían muchos puntos de vista diferentes”, explica Bevan. “Por ejemplo, está el punto de vista de los secuestradores, el punto de vista de los políticos israelíes y el punto de vista de los ugandeses. Así que era posible adoptar un enfoque prismático para contar esta compleja historia”.
Aun así, al haber abordado ya satisfactoriamente la cuestión del terrorismo en el aire en el pasado, Solomon no estaba muy segura de querer tratar de nuevo ese tema tan duro. “Cuando me ofrecieron inicialmente el proyecto, mi inclinación natural era no hacer otra película de secuestros”, admite. “Pero lo que me resultó sumamente interesante de esta historia fue lo diferente que era de ‘United 93’, que estaba ambientada en tres entornos relativamente reducidos. Aquí, tenemos ocasión de ofrecer una visión global y todo lo sucedido entre bastidores con Isaac Rabin y Simón Peres. Además, ‘United 93’ sucedió en un período de tiempo muy breve, mientras que Entebbe se alargó toda una semana”.
Bevan señala otra diferencia importante entre ambas historias: “Evidentemente, lo bueno de este acontecimiento histórico concreto en lo referente al cine es que acaba en una emocionante misión de rescate, así que a lo largo de la película estás dirigiéndote constantemente hacia un clímax sumamente emocionante”.
UNA SENSACIÓN DE APREMIO...
Para ayudar a transformar en un guion toda la documentación reunida, los productores recurrieron a Gregory Burke, que había escrito “’71”, un thriller histórico ambientado en Irlanda del Norte en la época de los disturbios.
“Era alguien con quien teníamos muchas ganas de colaborar”, afirma Bevan. “Esta es en última instancia una historia sobre conflictos. Conflictos internacionales y conflictos políticos. El conflicto entre los secuestradores y los pasajeros. El conflicto entre los secuestradores alemanes y los palestinos. Y dentro de cada conflicto sucede algo sorprendente. Así que hace falta un guionista muy diestro para sacarlo adelante, y Gregory lo hizo genial”.
Solomon se hace eco de los elogios de Bevan: “Gregory escribe estupendamente sobre hombres y mujeres jóvenes y furiosos, y logra captarlo todo con una sensación de apremio. Da la impresión de que los personajes de sus guiones están tomando decisiones sobre la marcha. Y eso es lo que hace que este guion resulte sumamente interesante”.
Aunque a Burke le interesaban todos los dinámicos personajes de la historia, las enigmáticas figuras de Böse y Kuhlmann resultaron ser especialmente cautivadoras. “Me fascinaban los vínculos entre los secuestradores alemanes y sus homólogos palestinos, y el hecho de que de algún modo estuvieran luchando en el mismo bando”, explica. “En el guion, Böse y Brigitte sienten que tienen que hacer lo que hacen porque el movimiento del que formaban parte en Alemania estaba llegando a su fin. Habían pasado ocho años desde el punto álgido de la protesta revolucionaria y todo estaba desvaneciéndose. Así que el secuestro de Entebbe era casi como una especie de fantasía para ellos”.
El complejo y a menudo contradictorio concepto de heroísmo de la historia era otro aspecto de 7 DÍAS EN ENTEBBE por el que el guionista sentía verdadero entusiasmo. “Todos los implicados en los acontecimientos querían ser los buenos”, comenta Burke. “Ese es uno de los asuntos que tratamos a lo largo de la película. Böse y Brigitte quieren ser héroes. Los palestinos quieren ser héroes. Los soldados de la misión de rescate quieren ser héroes. Los políticos quieren ser héroes”
Burke señala al ministro de Defensa israelí Simón Peres como ejemplo. “No resulta completamente simpático”, opina el guionista. “Evidentemente, quiere rescatar a los rehenes. Pero, al mismo tiempo, los políticos siempre están pensando en su propio legado. Tiene sus propios intereses durante esas escenas con el primer ministro Rabin. Hay cierto nivel de ego en ellas. También hay una lucha constante por ver quién sale vencedor. Eso es lo que resulta tan fascinante de una situación así”.
UNA DINÁMICA VISIÓN DIRECTORAL...
Una vez que contaban con el guion, los productores necesitaban entonces un director que pudiera captar el complejo drama, el apasionante suspense y la acción real de 7 DÍAS EN ENTEBBE. Decidieron recurrir a José Padilha, director de varios documentales galardonados, así como de varios capítulos de la alabada serie de televisión basada en hechos reales “Narcos”.
“Había visto ‘Bus 174’, el documental de José Padilha sobre un secuestro de autobús en Brasil, y lo encontré sumamente emocionante”, recuerda Solomon. “José te mantiene en vilo en todo momento, y nunca sabes qué va a pasar a continuación. Es un documental verdaderamente apasionante, y siempre había querido trabajar con él”.
Para Bevan, el estilo y el dinamismo de las películas anteriores de Padilha lo convertían en el candidato perfecto para dirigir 7 DÍAS EN ENTEBBE. “Su trabajo posee una cierta visión y energía desbordante. Se puede percibir en su thriller ‘Tropa de élite’, y en los capítulos que dirigió de ‘Narcos’”, opina el productor. “Con una película como esta, era importante encontrar a alguien que no fuera a dejar la cámara quieta. Necesitábamos a alguien que supiera cómo moverla bastante y asegurarse de que todas las escenas poseyeran una cierta energía”.
Padilha, que estaba algo familiarizado con la historia del secuestro de Entebbe, quedó impresionado con el guion. “Se me ocurrían unas cuantas ideas sobre cómo seguir elaborándolo, pero me gustaba mucho cómo estaba escrito y cómo contaba la historia”, recuerda. “Greg tiene una capacidad increíble para escribir diálogos interesantes que suenen totalmente auténticos. Así que les dije que contaran conmigo”.
Según Solomon, las contribuciones de Padilha al guion ayudaron a elevar sustancialmente el listón. “Una de las muchas cosas que José aportó a la película, que la elevó por completo, fue la idea de incorporar a la compañía de danza moderna a la trama. Aunque la mayor parte del filme está inspirado en hechos reales, a José se le ocurrió la idea de hacer que la novia del soldado principal fuera bailarina de una compañía de baile contemporáneo que estaba actuando por aquel entonces por toda Israel”.
La película empieza con los bailarines, vestidos con indumentaria de judíos jaredíes, saliendo a escena y preparándose para interpretar la secuencia de la “danza de las sillas” de la obra de 1990 del famoso coreógrafo israelí Ohad Naharin “Echad Mi Yodea”. Eso simboliza la llegada del pueblo judío a Palestina justo antes y justo después de la Segunda Guerra Mundial. Entonces, cuando se abre el telón y los bailarines empiezan a danzar, aparecen unos rótulos que explican los problemas que sucedieron a continuación, proporcionando el contexto para los acontecimientos que tuvieron lugar en esos siete días en Entebbe.
La hipnótica danza, interpretada por la compañía de baile de fama mundial Batsheva, incluye una fila de sillas sobre el escenario. A lo largo de la película, se van intercalando más pasajes de la danza, que culminan en un final espectacular ejecutado durante los títulos de crédito finales.
Aunque las escenas de baile no se corresponden con ninguna interpretación concreta de la propia pieza de danza, en el contexto de la película reflejan muchas de las preocupaciones temáticas del filme, como la tensión entre el miedo y la paz, y el mismo debate que Rabin y Peres mantenían por aquel entonces: debería Israel invertir tanto en su defensa militar, o debería invertir en cosas como cultura y educación. Con su energía contenida, los cuerpos de los bailarines, sus movimientos que sugieren dolor autoinfligido, constituyen un comentario implícito sobre la historia que están presenciando los espectadores.
El baile también ayuda a hacer hincapié en la dualidad presente en el fondo de la situación de Entebbe, según Solomon. “Muestra las dos facetas de Israel. La novia no quiere que él vaya a luchar. Pero él dice: ‘Yo lucho para que tú puedas bailar’. Y ella responde: “¿Y si dejo de bailar?’”.
A medida que avanza el baile, los bailarines se van quitando su ropa jaredí. “Metafóricamente, se están despojando de su ortodoxia”, explica Padilha. “Se están liberando de la tradición a base de abrirse a nuevas ideas que podrían contradecir sus viejas creencias”.
El director lo ve como un símbolo del conflicto más amplio entre Israel y Palestina. “Para mí, la danza trata sobre desechar tus ideas preconcebidas a fin de vivir en paz con gente que es distinta a ti”, plantea. “Por supuesto, la situación política es sumamente complicada, pero creo que una solución podría necesitar que ambos bandos dejaran de lado las ideas preconcebidas”.
ASPIRANDO A LA VERDAD...
Padilha estaba completamente comprometido a mostrar fielmente los acontecimientos recogidos en 7 DÍAS EN ENTEBBE. “Era muy importante para mí tratar de reflejar correctamente el mayor número posible de detalles”, asegura. “Hablamos con muchas personas que estuvieron allí presentes, entre ellos cinco o seis de los soldados que formaron parte del propio asalto. Nuestro criterio era dar prioridad a los testigos directos, en lugar de a personas que decían ‘he oído que’ o ‘creo que’ sucedió así. Así que me parece que nos acercamos bastante a la verdad”.
Para dotar a las secuencias culminantes de acción de la película de un alto grado de verosimilitud, el equipo responsable del proyecto fichó a asesores técnicos y militares, varios de los cuales estuvieron en Entebbe durante la misión de rescate.
“Para nosotros, era importante contar con veteranos del asalto de Entebbe”, comenta Solomon. “Dos de los soldados que estuvieron allí ayudaron a preparar a nuestra gente, y estuvieron presentes en el set la noche que rodamos el asalto, lo que fue asombroso. Si cualquier actor o miembro del equipo tenía alguna duda sobre dónde sucedió algo o qué es lo que estarían haciendo, los veteranos podían responder al instante”.
Además de soldados y miembros del gobierno israelí, los responsables del proyecto contactaron con varios de los rehenes supervivientes. “Lo que descubrimos es que todos tienen algo distinto que contar”, recuerda Padilha. “Guiarse únicamente por los testimonios no te permite hacerte una idea completamente clara, dado que a menudo discrepan en momentos clave. Aunque aspiramos a la verdad, lo que contamos realmente es una versión de la misma. Intentamos aproximarnos lo máximo posible a la realidad, pero no creo que nadie pueda afirmar que sabe exactamente qué sucedió en Entebbe”.
Entre los asesores técnicos de la película se encontraba Amir Ofer, antiguo miembro de las Fuerzas de Defensa Israelíes y veterano del asalto. “El director José Padilha se puso en contacto conmigo y me dijo que estaba intentando hacer una película lo más precisa posible sobre Entebbe”, aporta Ofer. “Naturalmente, no deja de ser una película, así que tenía que incluir cierto material extra. Pero le interesaba mucho crear la representación más realista posible de la propia operación”.
Mientras estuvo en el set de rodaje, Ofer ayudó a los actores con detalles técnicos como cómo empuñar sus fusiles y cómo apuntar a los objetivos. “Pero lo que resultaba aún más importante era explicarles exactamente dónde nos detuvimos, cómo corrimos de los vehículos a la terminal, dónde giramos, dónde murió gente y todo eso”.
El equipo responsable del proyecto, deseoso de incluir tantas perspectivas distintas de los acontecimientos como fuera posible, intentó examinar la mentalidad de los propios secuestradores. Puesto que ninguno de los terroristas sobrevivió al asalto, Burke llevó a cabo su documentación hablando con individuos que tenían conocimiento directo del Frente Popular para la Liberación de Palestina y sus motivaciones y creencias políticas.
Para ayudar a arrojar más luz sobre el modo de pensar de los secuestradores, Solomon y su equipo también recurrieron a un documental de 1990 sobre el tema. “Lograron localizar al primo de Jaaber, uno de los secuestradores originales de Entebbe”, comenta Solomon, “que habló sobre algunas cosas que se incluyeron luego en nuestro guion, como la clase de persona que era Jaaber, cómo quería a su país y cómo se consideraba un mártir”.
A la hora de documentarse sobre la organización de las células revolucionarias alemanas, Solomon recibió la inmensa ayuda de la Dra. Katharina Karcher, profesora de estudios alemanes en la Universidad de Cambridge, especializada en protestas radicales y violencia política. “Asistí a una conferencia con los principales expertos mundiales sobre el tema, y hablé con ella de sus conclusiones”, recuerda la productora. “Ha visto la película y le brinda todo su apoyo”.
COMANDOS, POLÍTICOS, TERRORISTAS Y VIAJEROS...
Para dar vida a los desesperados y peligrosos personajes de 7 DÍAS EN ENTEBBE, los responsables del proyecto reunieron a un reparto internacional de actores galardonados de cine y televisión.
A la nominada al Óscar Rosamund Pike le atraía el papel de la terrorista alemana Brigitte Kuhlmann en parte por la perspectiva de trabajar con el director Padilha. “Cuando me reuní con José, pude ver su pasión por el proyecto”, recuerda la actriz nacida en Londres. “Estaba claro desde el principio que no pretendía hacer una película fácil. No quería darle a los espectadores los típicos héroes y villanos que ya han visto antes”.
La actriz, que ya está familiarizada con personajes que combinan elementos del bien y del mal, encontró irresistible la imagen de Kuhlmann que ofrecía la película. “El guion te mete realmente en la mente de los secuestradores”, opina la estrella de “Perdida” y “Hostiles”. “En la mayoría de las películas, los terroristas tienden a ser figuras desconocidas y desprovistas de personalidad. Así que resulta muy interesante tener ocasión de saber qué es lo que los motiva en esta historia. Si conseguimos hacerlo bien, puede que, en ciertos momentos, llegues a sentir algo por Brigitte y Böse”.
La complejidad de la motivación de Kuhlmann fue otra cualidad atractiva para Pike. “Me interesaba la incertidumbre de todos los bandos”, explica. “Hay un debate sobre moralidad en la película. ¿Qué es lo correcto? Mi personaje es una intelectual alemana de izquierdas que sentía que tras su causa había una cierta urgencia moral. No pretendía necesariamente matar a nadie, y eso lo hace muy interesante”.
Aunque a Padilha le entusiasmaba la idea de que Pike interpretara el papel, en un primer momento le preocupaba la cuestión del idioma. “Quería que los secuestradores alemanes hablaran entre ellos en un alemán fluido, porque eso es lo que habrían hecho en la realidad”, aporta Padilha. “Así que buscábamos a una actriz que hablara alemán”.
Durante la primera reunión de Padilha con la intérprete, le preguntó directamente si sabía hablar alemán. “Sugirió que podía aprenderlo fonéticamente”, recuerda Padilha. “Y pensé, ¿de veras? O sea, ¿cómo vas a aprender alemán fonéticamente?”.
Al final, Pike interpretó en alemán todas las líneas de diálogo que fueron necesarias. “Contamos con un tutor de dicción alemán que trabajó exhaustivamente con ella para lograr que quedara lo más realista posible”, comenta Padilha.
Para interpretar al terrorista alemán Wilfried Böse, los productores eligieron al actor hispanoalemán Daniel Brühl. La complejidad y profundidad psicológica del guion de Burke despertó de inmediato el interés de Brühl en el proyecto. “Me quedé estupefacto y sorprendido cuando leí el guion”, recuerda Brühl. “Sabía de Entebbe y había visto una de las películas anteriores sobre el tema, pero al leer este guion en concreto fui consciente de muchos detalles más que son absolutamente fascinantes. El guion dejaba muy claro qué fue lo que motivó a cada uno de los grupos implicados”.
Pike se quedó encantada con la decisión de elegir a Brühl. “Quería trabajar con Daniel desde que lo vi en ‘Good bye, Lenin!’”, asegura la actriz. “Y me pareció que estuvo fenomenal como el piloto de carreras Niki Lauda en ‘Rush’”.
Para prepararse para el papel, Brühl leyó varios libros sobre el grupo radical alemán de células revolucionarias y estudió documentales y películas que trataban sobre esa época a fin de volver a familiarizarse con el aspecto que tenía entonces la gente, su forma de hablar y de moverse. El actor también se valió del testimonio de primera mano de Ofer, el antiguo soldado que participó en el asalto.
“Fue impresionante contar con un verdadero testigo con nosotros durante el rodaje”, opina Brühl. “Él, por supuesto, tenía su propio punto de vista de los acontecimientos. Aunque era fascinante hablar con él, tuve que mantener las distancias para poder interpretar adecuadamente a Böse. No podía estar completamente de acuerdo con algunas de las cosas que me contaba, resultaba un tanto extraño”.
Pese a la naturaleza del tema, el actor comenta que el director Padilha creó un ambiente animado y contagioso en el rodaje. “Al trabajar con José, tienes que estar muy bien preparado, porque siempre se le ocurren ideas nuevas en el último momento”, aporta Brühl. “Es un proceso muy ameno. Tienes que estar preparado siempre para reinventar escenas, probar algo nuevo o improvisar. Es una forma documental de abordar el material, y como actor resultó muy gratificante”.
Para los papeles de crucial importancia del primer ministro Isaac Rabin y del ministro de Defensa Simón Peres, los productores eligieron al actor israelí Lior Ashkenazi y al actor británico Eddie Marsan, respectivamente. Aunque el filme enfrente entre sí a los dos políticos en cuanto a la mejor forma de tratar con la situación de Entebbe, ambos intérpretes abordaron sus papeles desde un punto de vista casi idéntico.
“Interpretar a Rabin es un reto enorme, al tratarse de una figura histórica tan importante”, opina Ashkenazi, que protagonizó el drama nominado al Óscar “Pie de página (Footnote)”. “No quería hacer una imitación ni una caricatura. En vez de eso, hablé con José sobre crear la interpretación valiéndome de pequeños detalles, como su forma de fumar o su forma de mover la cabeza. Detalles menores de ese tipo. Hablé con su familia y les pedí que me prestaran películas caseras que pudiera ver. Curiosamente, aunque siempre estaba grabando, nunca se grababa a sí mismo”.
Al igual que su compañero de reparto, Marsan se esforzó mucho para evitar una imitación superficial. “La clave para encarnar a Simón Peres es evitar interpretarlo como un arquetipo”, explica. “El objetivo es interpretarlo como a un ser humano auténtico, con pensamientos paradójicos y la clase de complejidad que no permitimos que tengan los arquetipos”.
La disposición de la película a explorar los aspectos éticamente turbios que rodearon a los acontecimientos atrajo a Marsan y contribuyó a convencerle para aceptar el papel. “Creo que 7 DÍAS EN ENTEBBE es una respuesta al populismo, que exige que haya héroes y villanos”, opina Marsan. “El populismo pinta el mundo de una forma mucho más simple de lo que realmente es. Esa es una de las cosas de las que hablé con José la primera vez que nos reunimos. En esta película, todos los personajes ven y oyen las cosas desde sus puntos de vista individuales”.
En la piel de Jacques Lemoine, el ingeniero de vuelo francés cuyo valor bajo presión ayudó a mantener a salvo a los cientos de rehenes, el actor Denis Ménochet aporta una sensación tranquilizadora de calma y franqueza al papel. Ménochet, que interpreta a menudo a matones violentos o villanos diabólicos, estaba encantado de cambiar de registro en 7 DÍAS EN ENTEBBE.
“Me entusiasmó el guion porque era muy dinámico”, asegura Ménochet. “Además, mi personaje era uno de los buenos, para variar. Jacques está todo el tiempo intentando ayudar. Intenta proteger a los pasajeros dentro del avión, e intenta mantenerlos a salvo a lo largo de todo el incidente, lo que fue muy divertido de hacer”.
Aunque Ménochet encontró la experiencia sumamente gratificante, admite el reto que supone interpretar a un héroe de verdad. “Pude hablar por teléfono durante dos horas con la persona a la que encarno en la película, lo que fue inestimable”, recuerda. “Jacques me contó paso a paso todo lo que pasó desde su punto de vista, y cómo se sintió al respecto. Eso tuvo un valor incalculable para mí”.
Aunque su personaje consigue salir ileso en la película, el propio Ménochet no tuvo tanta suerte. Un accidente en el estrecho set de la cabina del avión mientras filmaban la escena inicial del secuestro se tradujo en una situación bastante dolorosa para el actor. “Daniel Brühl es amigo mío y fue muy fácil trabajar con él, salvo cuando me partió la cara”, comenta riendo Ménochet. “Yo me encontraba justo detrás de la puerta de la cabina, cuando él la abrió de golpe y me dio en toda la cara. Me dejó dos cicatrices y hubo mucha sangre y mucho drama. Pero adoro a Daniel. Es increíble”.
También aparecen en el filme los actores Angel Bonanni, como el legendario comandante de las Fuerzas de Defensa Israelíes Yonatan Netanyahu, y Ben Schnetzer, como Zeev, un soldado de élite que participa en el asalto de Entebbe.
Bonanni admite sentir “una inmensa sensación de presión al interpretar a una figura tan emblemática”, pero el estilo de dirección sin contemplaciones de Padilha sirvió para tranquilizarlo. “José no se anda con rodeos”, opina el actor. “Es muy franco y si no le gusta algo, lo dice. Rueda las cosas de manera muy realista, y nunca sientes que las cámaras te estén enfocando. A veces ni siquiera sabes dónde están las cámaras. Es como un documental”.
El personaje de Schnetzer, Zeev, es una amalgama de varios miembros de la unidad que asaltó Entebbe. “Es un soldado que toma parte en la misión y acaba siendo la primera persona en la terminal cuando aterrizan en Uganda”, explica Schnetzer.
Aunque muchos de los actores del filme pudieron documentarse para sus papeles con relativa facilidad, Schnetzer se topó con un obstáculo imprevisto cuando trató de ahondar en la historia del equipo de Entebbe.
“En cuanto conseguí el papel, me puse a documentarme, pero fue peliagudo, porque la propia unidad de comandos es alto secreto”, explica Schnetzer. “Y buena parte del material que se ha escrito sobre esta unidad en concreto se ha idealizado a lo largo de los años. Los hechos se han ido distorsionando. Así que poder hablar directamente en persona con miembros del equipo de asalto real durante el rodaje fue una ayuda inestimable. Están hechos de una pasta especial”.
El reparto internacional se completa con los actores arabeisraelíes Ehab Bahous y Amir Khoury, que hablan ambos árabe palestino a lo largo de la película, y los actores marroquíes Noof McEwan y Omar Berdouni. “Tim y yo ya habíamos trabajado anteriormente con Omar en ‘United 93’”, comenta Solomon. “Es increíblemente sensible y un actor verdaderamente maravilloso”.
RECONSTRUYENDO EL PASADO...
Encontrar un lugar en el que filmar las secuencias de la terminal abandonada del aeropuerto de Entebbe resultó ser uno de los mayores retos que tuvo que afrontar el equipo responsable del proyecto. “A la hora de construir la terminal, la cuestión era cómo hacerlo”, explica Padilha. “Siempre había querido construirla sin efectos visuales, o utilizando la menor cantidad de efectos posible, porque me gusta la cualidad documental de rodar en un set real”.
Según la productora Michelle Wright, la respuesta se hallaba en Malta, el país insular del centro del Mediterráneo. “Hubo que realizar una amplia labor de localización de exteriores para decidir cuál sería la mejor opción para filmar las escenas de la terminal”, comenta. “Eso se debía a que teníamos que trabajar con aeronaves muy grandes, como el avión de transporte Hércules C-130. Malta resultó ser una elección estupenda”.
Para construir la terminal aeroportuaria de Entebbe hizo falta un gran número de personas trabajando sin descanso, pero los resultados merecieron totalmente la pena, opina Wright. “En Malta, contábamos con un equipo de unas 138 personas, de las que 60 se dedicaban a la construcción física. Crearon una réplica perfecta de la terminal original de Entebbe en siete semanas y media, lo que en otro sitio habría llevado mucho más tiempo. Realizaron un esfuerzo tremendo”.
La diseñadora de producción Kave Quinn recopiló una enorme cantidad de fotografías de época y grabaciones de archivo —algunas filmadas por el presidente ugandés Idi Amin para su propio uso personal— a fin de recrear la terminal de Entebbe con sus especificaciones exactas.
“Con José, todo tenía que parecer real, pero también tenía que tener un aspecto excelente”, comenta Quinn. “Y como tenía que cumplir el reglamento de seguridad del aeropuerto, pusimos los correspondientes cimientos y levantamos una estructura de acero. No podíamos hacer la más mínima trampa”.
Charlo Dalli, el director artístico del filme, quedó igualmente impresionado por el compromiso de la película con el realismo. “Lo que logramos hacer en Malta fue absolutamente genial”, afirma Dalli, cuyos créditos recientes incluyen “Asesinato en el Orient Express” y “13 horas: Los soldados secretos de Bengasi”. “Trabajar junto a un aeropuerto de verdad supone que podemos traer nuestros aviones de atrezo y aparcarlos en nuestro set como si fuera el plató exterior de estudio más magnífico que pudiera uno imaginar. Cuidamos hasta el más mínimo detalle en todos los aspectos, desde la construcción a la dirección artística, el maquillaje y el vestuario”.
La ropa era un elemento que Padilha consideraba especialmente importante para que el filme quedara bien. “Los rehenes reales pasaron una semana en Entebbe sin poder cambiarse de vestimenta”, observa. “Así que buena parte de la película se cuenta a base de mostrar cómo fue cambiando su ropa a lo largo de ese tiempo”.
Al haber trabajado ya antes con Padilha y el director de fotografía Lula Carvalho en “Narcos”, la diseñadora de vestuario Bina Daigeler estaba segura de poder darle al director exactamente lo que necesitaba. En lo referente al vestuario de los pasajeros, dice que decidió evitar hacer hincapié en la moda de los 70 para que los espectadores pudieran identificarse más fácilmente con los rehenes. “Los pasajeros iban vestidos de manera muy informal en el avión, así que intenté darles un aspecto sumamente informal. No quería que pareciera que procedían de un pasado lejano”.
Trabajar con tejidos de la época, sin embargo, resultó ser un reto inesperado para la diseñadora. “La mayor parte de la ropa de la época era de poliéster y materiales sintéticos”, explica Daigeler. “Así que cuando empezamos a envejecerlas, o a añadir sudor —dado que hace mucho calor en Entebbe en julio— las manchas de sudor no se notaban en la ropa o ante la cámara. Puede que parezca algo ridículo, pero fue un verdadero problema para nosotros. Probamos mil tipos de mezclas distintas, con distintos tipos de agua y colores, hasta que al fin dimos con la forma correcta de hacerlo de modo que se pudiera notar el sudor de los rehenes”.
Para el productor Bevan, la extraordinaria imagen retro del filme es mérito de todas las personas involucradas. “Por lo que respecta a la dirección artística, el vestuario y la fotografía, queríamos que 7 DÍAS EN ENTEBBE diera la sensación de estar realmente hecha en los 70, en lugar de recordar simplemente a esa década. Y cada departamento nos ayudó a lograr ese objetivo”.
UNA DISCUSIÓN SANA...
Reflexionando sobre la experiencia de producir 7 DÍAS EN ENTEBBE, Solomon está convencida de que es el momento adecuado para volver a examinar esta importante historia.
“Sigue habiendo terrorismo y el conflicto entre Israel y Palestina no se ha resuelto ni mucho menos”, comenta Solomon. “Pero al examinar estos acontecimientos históricos desde muchos puntos de vista diferentes, podemos entender mejor el proceso de toma de decisiones que nos trajo hasta aquí”.
Para ilustrar su punto, señala a un momento crucial justo al final de la película. “Después de que todos los rehenes hayan sido rescatados, Isaac Rabin dice que si su gobierno no habla con el otro lado, nunca avanzarán más allá de donde se encuentran. Ese es uno de los mensajes más importantes de la película. Hay que dialogar con la gente”.
Al igual que Solomon, el coprotagonista Brühl ve muchos paralelismos entre los acontecimientos recogidos en el filme y el mundo en el que vivimos en la actualidad. “Resulta fascinante volver a los 70 y darse cuenta de lo increíblemente relevante que sigue siendo este tema”, opina Brühl. “Los problemas que tratamos en esta historia no se han resuelto, pero tal vez se puedan abordar con más éxito si se echa la vista atrás”.
Bevan se muestra de acuerdo:“7 DÍAS EN ENTEBBE es un thriller político sobre un mundo que no dista mucho del nuestro y que permite entender mejor políticas que siguen siendo pertinentes en el panorama actual”, opina el productor. “Espero que los espectadores disfruten de una forma visceral porque es emocionante. Y también espero que al salir del cine mantengan una sana discusión sobre el tema”.
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