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CRITICA
Por: PACO CASADO
Narra el relato del revolucionario descubrimiento en 1879 de las cuevas más famosas de Cantabria, que cambió para siempre la historia de la humanidad y las vidas de su descubridor, en las que se demostraba la existencia del arte rupestre y la capacidad del hombre primitivo para obtener semejante obra de arte, aunque no se le dio autenticidad a las mismas hasta veinte años después, porque en principio revolucionaba la idea científica y religiosa de la evolución histórica.
Lo que en principio iba a ser un documental finalmente se ha convertido en una película que reivindica el honor para un hombre al que no se le hizo justicia en vida y al mismo tiempo dar a conocer al mundo su descubrimiento.
A finales del siglo XIX el abogado e industrial Marcelino Sanz de Sautuola y Pedrueca, bisabuelo de Emilio Botín, descubre, junto a su hija María de 9 años, las primeras pinturas prehistóricas con unos coloristas bisontes en una cueva de Cantabria en 1879 que cambiarán la concepción de la historia de la humanidad y su esfuerzo por dar a conocer la verdad.
El hallazgo le enfrenta a la Iglesia que considera que esas representaciones hechas por salvajes atacan a la verdad expresada en la Biblia, y a la comunidad científica, encabezada por el historiador Émile Cartailhac que cree que es una falsificación, que niega su veracidad, lo que supuso una auténtica pesadilla para su descubridor.
El hallazgo echaba por tierra la Teoría de la Evolución y origina un enfrentamiento directo con la Iglesia, lo que supuso un escándalo para la sociedad de la época.
Los científicos también dudaron de su autenticidad durante muchos años y cuando fue aceptada él ya había muerto.
A pesar de ser interesante y riguroso desde el punto de vista científico, el film es una historia de amor, el conocimiento y el aprendizaje entre un hombre, Marcelino, y una mujer, su esposa Conchita, de inquebrantable fe cristiana, que se quieren pero con pasiones muy distintas y forma de entender la vida diferente, que se ven enfrentados en su matrimonio debido al histórico descubrimiento que terminaría siendo considerado la capilla sixtina del arte rupestre.
Ella es una mujer muy religiosa, mientras que él es un apasionado por los descubrimientos prehistóricos que se ve enfrentado contra los dogmas y la hipocresía.
Y en medio la hija de ambos, María, muy unida a su padre que le enseña a amar lo que es su pasión y que fue en realidad la que primero vio la cueva tras haber sido hallada por el perro de un pastor.
El guion tiene el problema de ajustarse demasiado a la realidad, tanto científica como religiosa, que no sintetiza, lo que hace que sea discursivo, que esté falto de ritmo y de intensidad, ya que el descubrimiento ocurre muy al principio y la polémica no consigue elevar el interés de la historia, resultando bastante plana en este sentido, sin altibajos emocionales y por otra parte le sobran las pesadillas de María.
Tampoco Hugh Hudson desde la académica dirección eleva el vuelo de la misma, un director que se prodiga poco, siendo sus cintas más importantes Carros de fuego (1981) ganadora de cuatro Oscar, y Greystoke, La leyenda de Tarzán, El rey de los monos (1984), las mejores de su escasa filmografía, pero su cine ha decaído mucho en interés últimamente, ya que llevaba una quincena de años sin hacer nada, tal vez debido a su avanzada edad de 79 años.
Un correcto trabajo de los actores con un Antonio Banderas muy centrado en su papel, resultando muy agradable la actuación de la pequeña Allegra Allen y de la actriz iraní Golshifteh Farahani que están muy bien y el contraste de un Rupert Everett casi irreconocible y pasado de rosca.
Todo ello aliñado con una buena ambientación de época, la estupenda fotografía de José Luis Alcaine que realza los bellos paisajes cántabros y la música de Mark Knopfler, otro que hacía tiempo que no trabajaba para el cine.
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