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CRITICA
Por: PACO CASADO
La familia y sus problemas sentimentales es algo que preocupa al joven director canadiense Xavier Dolan, que ya trató con anterioridad en alguno de sus títulos y que vuelve a tocar en esta ocasión en 'Sólo el fin del mundo' (2016), su sexto largometraje.
Louis es un escritor homosexual, que rosa la treintena, enfermo terminal, que regresa a su casa natal después de doce años de ausencia, con el propósito de decirle a su familia que se muere. La madre que le reprocha su ausencia, su envidioso hermano Antoine, su hermana pequeña Suzanne que apenas le conoce debido a que se fue siendo una niña, y Catherine, la esposa de Antoine que es la que trata de apaciguarlos a todos, le reciben con los brazos abiertos y en el transcurso del tiempo que permanece entre ellos conocerá cómo se relacionan entre sí, con un Antoine cascarrabias que discute con todos a gritos, alimentados por la soledad, la duda y saboteados por la incapacidad de escuchar y de amar.
No obstante él sí escucha las confidencias que desean contarles de sus frustraciones, sus envidias y recriminaciones fruto de la infelicidad, pero con quien más coincide es con Catherine.
El guion adapta la obra teatral homónima de Jean-Luc Lagarce (1957/1995), escrita en 1990, con ciertos aires autobiográficos, fallecido hace un cuarto de siglo, atormentado por el sida, convertido en autor de culto tras su muerte.
El joven director Xavier Dolan, un canadiense de 27 años, nacido en Quebec, es el responsable de esta interesante película.
A pesar de su corta edad ya tiene en su haber algunos títulos como 'Yo maté a mi madre' (2009), 'Los amores imaginarios' (2010) y ahora se empeñó en llevar a la pantalla este difícil material y lo hace con eficacia en, posiblemente su película más ambiciosa, utilizando mucho los primeros planos, para distanciarla del teatro, aunque no oculta su origen escénico, como queriendo detenerse en los rostros e indagar en sus mentes tratando de averiguar viejos rencores, trapos sucios de la familia, entre gritos, discusiones, nervios y acusaciones de todo tipo y las reacciones que manifiestan de forma histérica cada uno de los miembros del grupo familiar presentes en la casa, lugar de la que apenas sale, salvo una pequeña escena en un coche, a los que él se limita a escuchar mientras los demás se desahogan.
Él huyó de ese ambiente, aunque nunca se nos confiesa cuáles fueron los motivos y cuando vuelve se encuentra que sigue igual.
Dentro del buen reparto que posee nos gustaría destacar el gran trabajo de Marion Cottillard, una actriz que en poco tiempo se ha convertido en una de las mejores del cine francés actual, que aquí tiene una interpretación muy interesante sabiendo retener el plano con firmeza en muchos momentos en este drama familiar, tema que vuelve a tocar el joven director.
Creemos que estamos ante un aceptable film con profundidad psicológica en el estudio de los personajes.
Es la película seleccionada por Canadá para competir al Oscar.
Gran premio del jurado y Premio Ecuménico en el Festival de cine de Cannes 2016. Premio Art Cinema en el Festival de Hamburgo. Cuatro nominaciones a los Globos de cristal de Francia.
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