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CRITICA
Por: PACO CASADO
Este relato, que podríamos calificar como una comedia de terror, nos habla de las dificultades de Elaine, una joven bruja, para encontrar el amor y para controlar sus poderes.
Otra película de terror en esta semana dirigida por una mujer, Anna Biller, que recupera el cine de los años 70, de brujas desde un punto de vista feminista, en el que éstas hacen pócimas y enamoran a los hombres para, de alguna manera, forzarlos y manipularlos a su antojo después de haber sufrido agresiones por parte del género masculino o ser dejada por Jerry como le ocurre aquí a Elaine.
Esto le lleva a cometer una serie de asesinatos como venganza.
La protagonista está deseosa de encontrar al hombre de sus sueños que la ame de verdad.
Es recibida por Trish, a la llegada a su nuevo apartamento, un gótico caserón victoriano, en el que se instala y en donde se dedicará a hacer productos de brujería, como velas, pócimas, ungüentos, etc. que vende para subsistir, mientras va cazando a sus posibles víctimas a las que termina asesinando sin que, de momento, la policía sospeche de ella hasta que por fin lo hace Richard, un agente de la ley, que igualmente caerá en sus embrujadas redes amorosas. Para ella la brujería es su religión.
Entre tanto entra en contacto con Barbara, una de las jefas del clan de brujas de la localidad que le presentará a otros brujos y compañeras, asistiendo a algunas de las reuniones y aquelarres que éstas celebran periódicamente lo que le sirve a la directora y guionista de esta historia para alargar innecesariamente el metraje, como así mismo introduce el romance con el sargento Giff que le lleva a asistir a una ceremonia de boda medieval de la que se erigen en protagonistas.
El guion, con este desquiciado argumento, tiene poco interés, como así mismo la puesta en escena y mucho menos la actuación de su protagonista, la actriz Samantha Robinson, que en todo momento se presenta tan perfectamente maquillada que parece una muñeca de plástico, sin ningún matiz interpretativo en ninguna escena, así como la sobreactuación de buena parte del reparto en la que los personajes masculinos son ridículos en su mayoría.
Anna Biller es una cineasta multifacética dentro del mundo del cine ya que ha pasado de ser actriz a departamentos de montaje, producción, composición, decorados, vestuario etc., que tras hacer tres cortometrajes nos ofrece ahora el tercero de sus largometrajes con una dirección convencional y anacrónica en la que demuestra que el cine no consiste únicamente en enchufar una cámara, sino que hay que ponerle a la realización algo más de creatividad y contar argumentos que realmente logren captar la atención y el interés del espectador.
La banda sonora está extraída de composiciones de Ennio Morricone de títulos de este género adaptadas por la propia directora que se encarga también de la edición, producción, decorados, vestuario en una obra de autor total.
Es curiosa, está demasiado alargada y tiene esa estética de la década de los 70, pero no está lograda en ningún momento, ya que quien mucho abarca poco aprieta, dice el refrán.
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