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CRITICA
Por: PACO CASADO
No es esta la primera vez, ni posiblemente será la última, que el género de terror utilice a un juguete como elemento que lo provoque. Sin ir más lejos ahí está 'El muñeco diabólico' (1988), de Tom Holland, y las secuelas que ésta trajo consigo.
Annabelle diríamos que es la versión femenina de aquel. Tuvo su origen en el prólogo de 'Expediente Warren: The conjuring' (2013), de James Wan, que contaba un supuesto caso real de posesión demoníaca.
Pronto la muñeca se hizo con una primera entrega como protagonista de la historia en 'Annabelle' (2014), de John R. Leonetti, una especie de spin off.
Ahora nos llega la precuela de lo que pasó con la muñeca en la que vuelve a tener cierto protagonismo.
La nueva historia comienza a mediados de la década de los años 50 y se centra en Samuel Mullins, un fabricante de muñecas y su esposa Esther, cuya hija Bee, de siete, años muere trágicamente, en un accidente de coche.
Doce años después deciden acoger en su hogar a una monja, la hermana Charlotte, y seis niñas que han sido obligadas a abandonar un orfanato que ha cerrado sus puertas.
Pero cuando Annabelle, una de las creaciones del fabricante de muñecas, pone su mirada en las niñas, una tormenta de terror se desata en la casa, al estar poseída por un espíritu maligno que hay en su interior, para conseguir su propósito de atraer a las chicas.
Una de ellas, Janice, con problemas de movilidad, que está muy unida a su amiga Linda, sin quererlo, desatará la terrible fuerza de la muñeca de la que no podrá librarse fácilmente.
'Annabelle' (2014), que aterrorizó a todos los espectadores con la historia de esta muñeca diabólica, cuenta con esta nueva entrega en la que viaja hasta la década de los años 50 para mostrar los orígenes del mal.
La película comienza de forma correcta y tiene prácticamente una primera hora en la que todo transcurre más o menos bien, con algún pequeño suspense y breves sobresaltos, pero cuando el guion enfila la última media hora y comienza a surgir el miedo de forma más o menos arbitraria, entra en una espiral absurda, irreal, imposible, con escenas de portazos, golpes de música y efectos para originar el sobresalto, creciendo gradualmente la tensión hasta desembocar en un clímax de puro terror que no hay quien se lo crea.
Uno se pregunta por qué hacer una muñeca de porcelana tan fea para el film cuando en realidad la verdadera era de trapo y al parecer se vendieron miles de ejemplares de la misma.
Está realizada de forma rutinaria, sin originalidad, por el director de 'No apagues la luz' (2016), David F. Sandberg, con la que debutó en la dirección de un largometraje, que no comienza mal pero termina peor.
Los actores se comportan bien, especialmente las dos niñas que tiene más protagonismo, que se desenvuelven muy correctamente en ese mundo terrorífico y diabólico.
Un par de escenas interesantes, posiblemente rodadas por James Wang, que está entre los productores, lo demás es convencional.
El cine de error sigue siendo rentable ya que esta cinta ha multiplicado por cuatro su discreto presupuesto inicial.
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