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CRITICA
Por: PACO CASADO
No siempre por elegir a un buen director, un texto novedoso y unos actores comerciales, ha de salir una buena película.
A veces ocurre lo contrario. 'El club de la lucha' (1999) tiene todos esos elementos y no se ha acertado en casi nada.
Se basa en la primera novela que escribe un desconocido mecánico llamado Chuck Palahniuk, que es un canto desesperado de la juventud de fin de milenio, que para rellenar el vacío de sus vidas no encuentra otro camino que la violencia.
Así un joven que sufre de insomnio funda el club de la lucha en compañía de un rebelde anarquista y termina por convertirse en su alter ego.
A ese club, de ideología filofascista, acuden desde los elegantes hombres de negocios, hasta los obreros a partirse la cara por puro placer, como válvula de escape a una sociedad insoportable.
Para dirigir este guion se elige a David Fincher, un realizador que, tras hacer 'Alien 3' (1992), que resultó controvertida, triunfó con 'Seven' (1995) y volvió a bajar, aunque menos, con 'The Game' (1997).
'El club de la lucha' (1999) es su peor film hasta la fecha, a nuestro modesto entender y en contra de la opinión generalizada de la crítica.
Se acierta en la elección de un estupendo trío de actores, el mejor de ellos Edward Norton, le sigue Helena Bonham Carter que deja sus trajes de época para convertirse en una desharrapada chica perdida en la noche, que asiste a las sesiones de terapia de grupos de distintas enfermedades porque es más barato que el cine y además dan café; y Brad Pitt, que triunfó junto al director en 'Seven' (1995), su mejor cinta, que nos ofrece la imagen del rebelde desesperado con un resultado discutible.
Pues sumados todos estos elementos no dan una buena película, sino una apología de la violencia, con tintes neonazis, con un guion que describe mal las situaciones y los personajes, confuso en su tercio final.
La dirección anda como perdida en este exceso de violencia desesperada y los actores se comportan bien para lo poco que dan de si los papeles a interpretar.
La película tiene el mismo ambiente sórdido, pesimista y la iluminación claustrofóbica de anteriores films de Fincher, con una fotografía sucia como corresponde a los lúgubres ambientes por donde deambulan los personajes.
Nominada al Oscar el montaje de los efectos de sonido. Premio Empire a Helena Bonham Carter. Premio Júpiter a Edward Norton.
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