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CRITICA
Por: PACO CASADO
Arístides Leonides es un viejo magnate griego, multimillonario, afincado en Gran Bretaña, que una mañana de 1957 amanece muerto y su nieta Sophie contrata a Charles Hayward, un antiguo amante que conoció como diplomático en El Cairo, que ahora es detective privado, para que averigüe si su abuelo fue asesinado y esclarecer el caso antes de que lo descubra la policía y se convierta en un escándalo público en los periódicos.
Charles se traslada a la gran mansión familiar donde viven tres generaciones de la familia, en un ambiente cargado de resentimiento y odio, y cuyos miembros son sospechosos, porque todos tenían algún motivo para desear su muerte y poder repartirse su fabulosa fortuna.
La película tiene dos protagonistas que son apenas conocidos y poco carismáticos, Max Irons, que no tiene el talento de su padre Jeremy Iron, y Stefanie Martini, actriz de cuatro series de televisión que debuta con este film en el cine, y detrás un gran reparto de secundarios, mucho más famosos que ellos, entre otros la que más destaca es Glenn Close, junto a Terence Stamp y Gillian Anderson.
Es un thriller entretenido que mantiene el suspense con numerosos giros, con un final sorprendente, muy propio de los que solía hacer Agatha Christie en sus novelas, que la productora quiso cambiar pero no se lo permitieron los herederos de la famosa escritora que por contrato tenía que ser el que ella puso.
El francés Gilles Paquet-Brenner, director de 'La llave de Sarah' (2010) y 'Lugares oscuros' (2015) dirige la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Agatha Christie, publicada en 1949, que ella consideraba entre las mejores salidas de su pluma.
Las adaptaciones de las obras de la famosa escritora británica no se prodigan mucho, siendo un total de 19 las que han sido llevadas al cine, contando con que algunas de ellas han tenido más de una versión, por lo que no son tantas de las 66 de este género que escribió.
De ellas, a nuestro juicio, se lleva la palma 'Testigo de cargo' (1957), aunque en este caso proviene de una obra teatral, junto con la primera versión de 'Asesinato en el Orient Express' (1974) y alguna más.
A raíz del endeble remake de este último título parece que se vuelve a poner de moda ya que se harán nuevas versiones de 'Muerte en el Nilo' y 'Testigo de cargo'.
Con todas ellas se podría hacer un apartado del género policiaco en el que hasta el final no se sabe quien es el culpable.
'La casa torcida' fue una de las novelas preferidas de la propia autora, según ella misma confesó, pero nunca antes se había llevado a la gran pantalla, ni a la televisión y tampoco es de las más populares al no tener como protagonistas a Hércules Poirot o a Miss Marple.
Tiene todas las características de sus novelas, presentación de los posibles sospechosos, interrogatorios, y por último la sorprendente resolución final.
En manos de un director más hábil que Gilles Paquet-Brenner quizás hubiera tenido algo más de emoción, pero en este caso el planteamiento es bastante plano, con un ritmo narrativo lento, con una dirección impersonal, que sólo se salva por la intriga y lo inesperado del desenlace.
Tiene una fotografía con planos en abundantes contrapicados, muy cuidados el vestuario y la ambientación de la época que traslada la acción a diez años después de cuando ocurre en la novela.
Como viene siendo habitual últimamente, posee demasiado metraje ya que tal vez con quince minutos menos se hubiera contado lo mismo sin ser reiterativo en los interrogatorios, lo que le hace perder el ritmo.
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