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CRITICA
Por: PACO CASADO
Una de las cosas que más nos gustan últimamente en el cine es que nos cuenten historias diferentes, dramas personales, lejos de la acción y los superhéroes que tanto pueblan las pantallas y eso generalmente nos lo suelen ofrecer esas cinematografías que no son habituales en nuestras salas, como en este caso ocurre con esta película que aborda temas como la política, la diferencia de culturas, las costumbres, la religión que influyen en la vida diaria de los habitantes de Israel.
Es la ópera prima del director israelí Ofir Raul Graizer en la que narra la relación homosexual entre Thomas, el dueño de una reconocida pastelería de Berlín, y Oren, un ingeniero judío que viaja habitualmente a la ciudad por trabajo.
Un romance prohibido, un accidente, un viaje, son los ingredientes de este drama con el que el repostero y cineasta cocina este su primer largometraje.
Es su debut tras hacer cuatro cortos, con este film en el que comenzó a trabajar hace siete años y para confeccionar el guion se basó en una historia que ya conocía, la de un hombre casado y con hijos que tenía una doble vida, que sin salir del armario, murió de una enfermedad, argumento al que le añadió su experiencia personal.
El director pone cosas de su propia cosecha a la hora de rodarla ya que desde los 16 años está relacionado con la gastronomía trabajando desde muy temprana edad en un restaurante y su abuela le enseñó algunas recetas.
Es la historia de Thomas, un pastelero berlinés que tiene una relación con Oren, un ingeniero israelí, que visita la ciudad por su trabajo cada mes, que está casado con Anat y tiene un hijo, Itai, de los que les ha hablado con cierta frecuencia.
Cuando un día Oren muere en un accidente de tráfico en su país, Thomas decide dejar la capital alemana y viajar a Jerusalén donde se instala para vivir en busca de respuestas.
Allí habita la esposa y el hijo de su pareja sentimental y sin desvelar su identidad se cuela en la vida de la viuda de su amante.
A base de visitar la cafetería kosher que Anat tiene en el centro de la ciudad, un día le ofrece la oportunidad de entrar a trabajar para ella, primero ayudando en la cocina y pasado un tiempo se le ocurre hacer unas ricas galletas y tartas que terminan dándole una gran fama al local lo que lo convierte en un establecimiento de moda gracias a sus dulces.
A pesar del éxito obtenido debe seguir con la doble vida, sin desvelar su verdadera identidad, conservar las tradiciones y mantener el secreto de cara a la familia.
El director refleja muy bien lo que es no poder expresar lo que se siente ante la presión de la sociedad, en este caso la israelí, que llega hasta controlar las leyes de la cocina y la comida (la forma de hacer el pan, el kosher).
Es un drama intimista, amable, rodado con sensibilidad, que no esconde la crítica al inmobilismo en muchos aspectos de la sociedad israelí, como el tema de la sexualidad al ser una pareja homosexual, o la excesiva rigidez en las costumbres culinarias que marcan mucho algunos aspectos de la vida, influida por las normas dictadas por la religión (el judaísmo).
La cinta se muestra comprensiva con los problemas de la pareja homosexual a la que trata con cariño y respeto, que desea olvidarse de su nacionalidad y creencias para amarse y vivir en libertad.
Por otra parte los actores Sarah Adler y Tim Kakhof, están muy bien en sus respectivos personajes, sobrios y comedidos en su actuación, consiguiendo que el espectador los comprenda y conecte con ellos.
Expone cómo viven el duelo sin melodramatismo tanto Thomas como amante y Anat como esposa, dos formas distintas de sentir el amor y la sexualidad cada uno.
En la puesta en escena la dirección logra algo que a veces es tan difícil como que en muchos momentos, ante la ausencia de diálogos, sin mediar palabras, únicamente con los gestos y expresiones, podamos saber lo que piensan y sienten en esos momentos, a pesar de pertenecer a dos culturas diferentes.
Es una historia de pérdida, de búsqueda, de amor, de matices y delicadeza, con muchas capas acerca de las relaciones humanas.
Mejor montaje y Premio The Lia Van Leer en el Festival de Jerusalén. Premio Ecuménico en Karlovy Vary. Premio del público a mejor director en el Festival Kosmorama. Premio de la critica en el Festival de Miami.
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