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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras ser estrenada en el Festival de cine de Sundance, donde tuvo críticas muy positivas, llega a las salas 'Hereditary' (2018).
Es la ópera prima de Ari Aster, tras dirigir media docena de cortos, en la que narra la historia de Annie Graham, una mujer que trabaja creando dioramas, casas de muñecas y maquetas, casada con Steve, un médico psicoterapeuta, con el que tiene dos hijos, Peter, que está a punto de entrar en la universidad y Charlie una chica de 13 años, introvertida, diferente de las niñas de su edad, que le gusta dibujar.
Después de la muerte de Ellen Taper Leigh, su madre de 78 años, una mujer difícil y testaruda, con la que nunca tuvo muy buena relación, tanto a ella como a su marido y sus hijos les espera un difícil duelo ya que comienzan a percibir extrañas presencias, no sólo en la lúgubre mansión de la abuela, donde viven, ya que parece que aún se manifiesta por los oscuros pasillos empeñada en recordarle a Annie un legado de misterio, espiritismo y enfermedad, que le hace sentirse culpable de su muerte, hasta el punto de asistir a sesiones de terapia para personas que han perdido a un ser querido.
La atormentada y afligida Annie comienza a desentrañar oscuros secretos sobre antecedentes de locura en la familia.
Eran felices hasta el día en que fallece la abuela y a partir de ese momento se suceden cosas inexplicables, ya que ésta se acaba descubriendo que estaba relacionada con historias de espiritismo, siendo la más afectada su nieta Charlie, una niña solitaria, a la que estaba muy unida, que detecta una presencia maligna.
Cuando una nueva e inesperada tragedia vuelve a asolar a la familia, las presencias se multiplican, los sucesos extraños se suceden y la entereza y el ánimo de los componentes de la familia empieza a ceder cada uno a su manera ante la esquizofrenia.
La película tiene un buen tratamiento, es muy estética, con escenas como la del inicio en que la cámara se introduce en una casa de muñecas de las que hace Annie, pero pronto vemos que no es tal sino el lugar donde sucede la acción.
Se agradece que no recurra a los típicos sobresaltos sino que en su lugar provoca la angustia creciente, más que el terror.
La música en algunas escenas mantiene la tensión y posee momentos que producen bastante suspense.
La primera hora es muy lenta, salvo un golpe de efecto resulta aburrida, en la segunda se acumulan demasiados giros y el final es confuso y poco creíble, siendo lo peor de la trama y lo que la malogra en parte.
Comienza a complicarse con una situación que vive la familia muy dura y empiezan a aparecer esos elementos sobrenaturales que inundan la trama, pero lo hace con una gran elegancia visual y sobre todo sin caer en los lugares comunes tradicionales del género, arriesgando con una fórmula no habitual, con una apuesta diferente del cine de esta clase, mezclado con el drama, que interesa más que la parte de terror.
Es uno de esos clásicos films que ofrece algo más que el habitual desfile de sobresaltos y logra su propósito gracias a una brillante labor de dirección, una interpretación magnífica de la australiana Tony Collette, y de un sobrio Gabriel Byrne en un papel más breve, siendo menos convincentes los dos actores juveniles, Alex Wolf y Milly Shapiro.
Combina las apariciones siniestras con una forma más abstracta de los fantasmas significados en los traumas que padecen los vivos, que sin duda dejará confuso a más de uno, especialmente en el tramo final en el que al igual que a los protagonistas las fronteras entre realidad y locura dejan de existir lo que provoca división de opiniones en los espectadores.
La puesta en escena trata de ser original en la búsqueda de algunos encuadres, planos secuencias y constantes travellings de acercamiento o alejamiento según la circunstancia que conviene a la acción en cada momento.
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