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CRITICA
Por: PACO CASADO
La acción se sitúa en el 10 de agosto del año 2000 y narra el trágico suceso que el submarino de propulsión nuclear, orgullo de la armada rusa. K-141 Kursk, sufrió cuando tras un tremendo incidente en el que hicieron explosión en su interior dos torpedos, naufragó durante un ejercicio naval de unas maniobras en las claras aguas del mar de Barents.
La explosión provocó en el cuerpo de máquinas un desastre al que siguió una marcada negligencia gubernamental rusa al rechazar la ayuda internacional que puso en vilo al mundo entero.
Mientras 23 marineros luchan por sobrevivir durante nueve días dentro del submarino, sus familias se enfrentan desesperadamente contra los obstáculos políticos y las escasas posibilidades de poder rescatarlos con vida.
Producida por el francés Luc Besson, el guion se basa en la novela de Robert Moore 'A time to die: the untold story of the Kursk' que esta superproducción relata con gran realismo la lucha por la supervivencia a bordo del submarino nuclear ruso K-141 Kursk después de que la explosión provocara la muerte de la mayoría de los 118 hombres de la tripulación.
Tan sólo apenas dos docenas de ellos pudieron aislarse en un compartimiento poco inundado, pero con el inconveniente de que pronto se agotaría el aire para poder respirar tratando de poner remedio a ello con riesgo de sus vidas obteniendo alguna solución temporal, pero una segunda explosión puso fin a toda esperanza.
La película también relata los intentos de la Armada rusa por ocultar el incidente, y los varios fracasos de rescatarlos, así como el constante rechazo a los varios países ofreciéndoles ayuda internacional, por el temor a que descubrieran los secretos del interior de la nave y en cambio no valoraron las vidas humanas de los que allí estaban en urgente peligro de perderla.
Mientras tanto se nos muestra la lucha desesperada de los familiares de los afectados por conocer la verdad de lo que estaba pasando en el interior del submarino, queriendo saber qué se estaba haciendo para rescatarlos, con las consiguientes respuestas negativas con la excusa de ser secretos estatales.
Una historia real que hizo que se volviera a los tiempos de la Guerra fría, realizada con poco ritmo, apenas suspense e interés al saberse el desenlace de la catástrofe.
Thomas Vinterberg nos mete en este submarino junto a 23 de los tripulantes que siguieron milagrosamente con vida durante 9 días.
Lo que ocurrió dentro forma parte de la ficción de esta historia, pero lo que sucedió fuera es la verdad, la realidad que vivieron los familiares, mujeres e hijos, amigos y compañeros, que deseaban saber lo que pasaba en el interior de aquel féretro metálico.
Paralelamente se nos cuenta la historia de la burocracia estatal rusa que no miró por las vidas de los que allí estaban a punto de morir, en saber lo que ocurría y si lo hizo lo mantuvo en el maldito secreto de estado.
El film habla de la vida y de la muerte, del amor, de la dignidad y de lo nefasto de los conflictos y de las decisiones que se toman que, como en este caso, pudieron salvar esas vidas y no lo hicieron, pero también del dolor de los familiares por los seres queridos perdidos, que dejaron setenta y un huérfanos.
Antes de la tragedia hay una especie de prólogo en el que se nos presenta a algunos de los protagonistas, con la celebración de la boda de uno de ellos y en donde se muestra la amistad y la solidaridad entre compañeros y que también se ve en las mujeres ante el trágico suceso.
Comienza con formato cuadrado y así termina, mientras que el resto es en panorámica.
El director danés Thomas Vinterberg es uno de los fundadores del Dogma 95, durante el cual hizo 'Celebración' (1998) como título más destacado de aquel movimiento y autor de 'Submarino' (2010) o 'La caza' (2012), siendo este último su mejor logro hasta ahora.
Aquí reúne un reparto interesante de actores suecos, franceses, nórdicos, rusos, alemanes, ingleses y belgas, para recrear unos hechos que narra la tragedia del submarino debido a la infamia del estado ruso al no permitir ayuda internacional ofrecida para rescatarlos, para no evidenciar su fracaso en el intento ante el mundo.
Una cinta que debió ser difícil de rodar en tan estrecho lugar en un ambiente tan claustrofóbico y en esas condiciones tan extremas, en las que Alexandre Desplat pone el acento con su música a las escenas más dramáticas.
Michael Nyqvist murió meses después de terminar el rodaje.
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