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CRITICA
Por: PACO CASADO
Desde la época dorada de los grandes estudios, el cine americano no ha tenido nunca dificultad para filmar películas exóticas.
Para ello se maquillaba a los actores para hacerlos pasar por japoneses o chinos si era preciso.
Hoy día se va a China o Japón y se toma a las más famosas actrices para convertirlas en geisha sin ningún problema.
El novelista Arthur Golden se entrevistó con Iwasaki Mineko y sacó esta historia que se convirtió en un auténtico best seller
que transcurre en 1929.
Es el relato de dos niñas de nueve años que son vendidas por su humilde familia para que trabajen en una casa de geishas.
Ambas van a parar a Kioto, convirtiéndose una de ellas en prostituta, mientras que Chiyo, la más pequeña, entra a servir en una okiya o casa de geisha.
Los comienzos de Chyo son duros, pero un encuentro con el que será el amor de su vida, hará que desde ese momento sólo desee convertirse en una famosa geisha para estar más cerca de él.
Allí aprende canto, danza, a tocar instrumentos musicales, a hacer arreglos florales, servir el té, vestir un kimono, conversar, manejar con arte el abanico y seducir a los hombres, llegando a convertirse de mayor en Sayuri, la más famosa y hermosas de las geishas que tiene un inalcanzable amor secreto, cosa que no le está permitido a estas mujeres.
El relato comienza en los años veinte y llega hasta las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.
El libro, publicado en 1997, se ha convertido en un best seller del que se han vendido más de cuatro millones de ejemplares y ha sido traducido a 32 idiomas.
El film ha contado con un alto presupuesto de 85 millones de dólares invertidos, entre otras cosas, en recrear en los estudios el barrio de geisha de los años 40 con todo lujo de detalles.
El embrujo que ofrece la cinta sirve de magnífico telón de fondo a esta dramática historia de amor, que en este sentido no tiene nada de extraordinario, pero que fascina grandemente al espectador occidental.
Está bien ambientada, con un fabuloso vestuario resaltado por la colorista fotografía de Dion Beebe y envuelta en la magistral partitura sinfónica de John Williams, que ya ha ganado el Globo de Oro por su bellísima banda sonora.
A ello hay que añadir la estupenda interpretación de tres de las actrices chinas más famosas y consagradas del momento, lo que levantó cierta polémica, de las que destacamos en primer lugar a Michelle Yeoh, y no le van a la saga Gong Li y la protagonista Zhang Ziyi, respaldadas por la veteranía de Ken Watanabe y Koji Yakusho.
Las tres intérpretes principales tuvieron que ser instruidas en las prácticas tradicionales de las geishas como la música, el baile y la ceremonia japonesa del té.
Rob Marshall, director del oscarizado film musical Chicago (2002), se apunta esta vez al melodrama oriental al que da una dirección bastante plana, pero sabiendo a qué público va dirigida esta historia y sacándole partido al estupendo reparto.
Logra así un producto elegante, más que digno, que sigue fielmente el texto literario, que no defrauda, ni cansa a pesar de las casi dos horas y media de duración.
A pesar de los premios no fue acogida por la crítica como se esperaba, ya que algunos no aprobaron el exceso de melodramatismo que se esconde tras su preciosa puesta en escena.
Oscar a la fotografía, direccion artística y vestuario. Globo de oro a la música. Bafta a la fotograía vestuario y premio Anthony Asquith a John Williams. GoldSpirit a John Williams. Nastro d'argento al montaje. Satellite al mejor guion adaptado.
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