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CRITICA
Por: PACO CASADO
A su paso por festivales como Toronto o San Sebastián, donde se llevó el premio de la crítica internacional, esta odisea espacial suscitó amores y odios por igual.
Entre la ciencia ficción y el cine de autor, se trata de una película existencialista que gira en torno a Monte, un astronauta que vive con Willow, su hija, en una nave en el espacio exterior como parte de un experimento realizado por prisioneros a los que se les ha conmutado su condena a muerte a cambio de que participen en esta prueba espacial que lleva a cabo la doctora Dibs, que cumple las mismas condiciones que los demás, ya que ella también fue una asesina, algo de lo que nos enteramos durante el transcurrir de la trama.
Los films de este género pueden ser un gran espectáculo como ocurrió con 'La guerra de las galaxias' (1977) y también aquellas en las que los novelistas se preguntan por temas metafísicos, como por ejemplo la esencia misma del hombre o de la existencia de los seres humanos, como en ocurría en títulos como en la norteamericana '2001: Una odisea del espacio' (1968) o la rusa 'Solaris' (1972).
Esta cinta podíamos decir que pertenece a este último apartado. Un hombre viaja a bordo de una nave espacial junto a un bebé, del que pronto sabemos que es un condenado a muerte cuya sentencia fue conmutada a cambio de que participase en un programa espacial para investigar la posibilidad de la reproducción humana en el espacio.
Es una película realizada de manera voluntariamente de forma fría y distante que renuncia a las emociones fáciles para que el espectador se centre en disfrutar de las imágenes y de su psicología, lo que no quiere decir que no sea lenta y densa, con personajes sorprendentes como esa doctora que interpreta Juliette Binoche o una escena que llama la atención en la que se nos muestra una absurda máquina masturbadora que se ve en una provocativa secuencia protagonizada por la estupenda actriz francesa a la que no le pega para nada ese tipo de actuaciones.
Un film que según dicen algunos hace pensar y reflexionar, cosa que no hemos apreciado en ningún momento.
Para unos se trata de una obra maestra, que no es nuestro caso, sino todo lo contrario, ya que estamos más con los que la consideran una curiosidad, algo pretenciosa y absurda, que no creemos que esté lograda en absoluto.
En esa relación entre el padre y su hija, circulando por el espacio, conforme transcurre la historia, él va recordando en algunos momentos, a base de flahs back, determinadas cosas de su pasado, que son casi las únicas breves imágenes que rompen la monotonía y la claustrofobia de su lento devenir.
Por ejemplo, desde el inicio transcurre media hora, cronometrada por el reloj, del protagonista y las monerías del bebé.
A partir de ahí nos enteramos de repente que hay más personas en la nave y así transcurre el resto, entre las peleas a bordo, las masturbaciones de los hombres para obtener el semen que guarda cuidadosamente la doctora, ya que está prohibido cohabitar con las mujeres, con lo fácil que sería y lo natural hacerlo, en lugar de la fecundación artificial.
En los metros finales vemos al padre y a la hija ya crecida.
En este sentido creemos que el guion está desequilibrado y la dirección de la veterana Claire Denis (72 años) no hace nada por rectificarlo en esta su primera producción de ciencia ficción.
Es una cinta espacial diferente, pero eso mismo igual podía pasar en otro lugar cerrado y claustrofóbico en lugar del espacio. Es un poco larga y aburrida.
Premio George Delerue en el Festival de Ghent. Mejor ópera prima de la critica en Indiewire. Premio Fipresci en San Sebastián..
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