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CRITICA
Por: PACO CASADO
El realizador Wayne Wang, afincado desde hace unos años en Estados Unidos donde ha hecho sus últimas producciones, 'El club de la buena estrella' (1993), 'Smoke' (1995) y 'Blue in the face' (1995), ha sentido la necesidad de corresponder con su ciudad natal, Hong Kong, y hacerle un homenaje en los días previos a ser entregada por Inglaterra a la vieja China.
En ese marco sitúa la historia de John, un periodista inglés, que lleva quince años de corresponsal en Hong Kong y quiere descubrir por qué le atrae tanto esa ciudad, como igualmente le ocurre con Vivian, una mujer de turbio pasado, amante de un financiero, por la que desearía ser correspondido, máxime cuando se entera que le quedan pocos meses de vida al padecer una especie de leucemia grave.
Para reforzar este relato, se introduce otro paralelo con los amores de Jean, una chica que el periodista encuentra en su deambular por las calles, grabando todo lo que ve interesante a su paso.
Pero John nunca está seguro de lo que hay de verdad en estas dos historias como tampoco llegará a comprender del todo a la ciudad que tanto ama.
Wayne Wang pone cierto cariño en lo que hace y cómo lo hace, pero se nota en su realización como a sus personajes, que le falta algo para llegar a completarse.
Tal vez en sus imágenes haya una cierta metáfora de cosas que nos haya querido decir que él siente profundamente pero que a nosotros los occidentales se nos escapa y no llegamos a comprender.
La película posee un buen trabajo interpretativo en general, desde la sobriedad de Jeremy Irons, Michael Hui y Ruben Blades a la pretendida frialdad de Gong Li o la fugacidad de Maggie Cheung.
Todo ello está envuelto en la magia de la música de Graeme Revel, que ambienta perfectamente la acción, que ya fue galardonada con la Osella de Oro en la pasada Mostra de Venecia.
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