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CRITICA
Por: PACO CASADO
Earl Stone es un horticultor octogenario dedicado a cultivar flores, un anciano divorciado, que ha sido un desastre como padre pero intenta ser un buen abuelo, que se enfrenta a una ejecución hipotecaria.
Desesperado por conseguir dinero acepta transportar en su furgoneta un cargamento de algo que desconoce por lo que le pagarán, solamente le piden que conduzca y sin saberlo se mete en el negocio del narcotráfico.
Él hace tan bien su trabajo, ya que nunca le han puesto una multa, por lo que los narcotraficantes del cárter mexicano continúan utilizándolo porque dada su avanzada edad nadie sospecha, el cargamento cada vez aumenta más y el dinero también.
Por ello le colocan a alguien que le controle, pero igual lo busca sin saberlo la DEA a través del agente Colin Bates.
Al tiempo que se trata de un thriller de este hombre convertido en delincuente por no perder su negocio, es también el dramático momento que vive Earl, en el final de su vida, que trata de enmendar el error de haber sacrificado su familia en aras de sus flores, olvidando el cariño de sus seres queridos.
Está muy bien contada de una manera clásica, con una narración directa, muy fluida, sin darle la vuelta a las cosas, sin planos raros que no sirven para nada, únicamente para presumir de ser un director moderno, cuidando que en cada nuevo viaje ocurra algo que lo haga distinto.
El guion de Nick Schenk, el mismo de 'Gran Torino' (2009), se basa en un artículo aparecido en el New York Time Magazine titulado Una mula de la droga de 90 años en los cárteles de Sinaloa, firmado por Sam Dolnick, que contaba un caso real, el de Leo Sharp, que ha sido ficcionado para el cine, que se desarrolla en tres ámbitos distintos, la relación con la familia, la investigación policial y el mundo del narcotráfico.
El protagonista es un reflejo de la situación actual de la sociedad del país en lo referente a la economía, el aspecto social y moral.
En 'Gran Torino' (2009) fue la última vez que Eastwood hizo doblete con el personaje de un excombatiente, y aquí es un solitario, escéptico que descuida las relaciones con la familia hasta que se da cuenta de que es lo primero, que no acepta las normas que le marcan, que va por libre y que tiene su propia forma de vida.
Es irónico, socarrón, hace reír a la gente, cae simpático y por mucho que sea un delincuente el espectador está con él.
Es un hombre con muchos recursos, es más inteligente que la gente que le rodea y su único punto débil es la deuda que tiene con su familia, con la que no se relaciona como debiera y con el dinero que gana quiere recuperar el cariño de los suyos, ya que sus relaciones han sido tan efímeras como la vida de los bonitos lirios que cultiva.
Es una película muy humana, ya que él, de alguna manera, justifica que sigue en el negocio para ayudar a los demás. También es un tipo que no acepta las nuevas tecnologías de los teléfonos móviles, casi no sabe mandar un mensaje, odia internet que le ha arrebatado su negocio, utiliza un lenguaje políticamente incorrecto, y asegura que la generación actual depende de internet para todo.
En la parte final predomina la sensibilidad y demuestra que no es tan duro como parece, que tiene la suficiente sensibilidad para reconocer su culpa y sus errores, y que la familia es lo más importante, en un consejo que le da al personaje que le persigue sin saber ninguno de los dos la identidad del otro.
A sus 88 años Clint Eastwood se pone de nuevo delante y detrás de las cámaras encarnando a este hombre ganador de concursos florales, cuyo personaje real fue detenido en octubre de 2011 por la DEA con 100 kilos de coca en su furgoneta.
Esta vez se aleja de los personajes heroicos y hace uno que ha basado toda su vida en obtener reconocimiento público y olvidando la atención a su familia.
Es como una reflexión del cineasta sobre su propia vida en la que conserva el buen pulso como director y resulta entrañable verle actuar.
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