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CRITICA
Por: PACO CASADO
No acabamos de entender por qué al ser humano le gusta tanto pasar miedo y encima paga por ello, de ahí que las producciones del género de terror sigan teniendo, por ahora, tanto éxito comercial, que no siempre artístico.
Natalie, una joven universitaria, visita a sus amigas que fueron compañeras de estudio, Brooke y Taylor, a las que hace tiempo que no ve, aprovechando el puente de Halloween y para pasarlo bien deciden ir con sus novios, Quinn, Asher y el admirador de ella Gavin, al parque de atracciones del terror Hell Fest al que acuden miles de personas cada año para experimentar fuertes sensaciones.
Pero un psicópata asesino en serie enmascarado convierte el susodicho lugar, sobre la temática del miedo y el terror, en un campo abonado para sus crímenes y lo transforma en una pesadilla para los visitantes en la noche de Halloween, en el que los clientes piensan que forma parte del espectáculo, pero tendrán que comprender que no es así y que deben huir para poder sobrevivir.
Aunque la película no es terriblemente inventiva o aterradora más allá de este intrigante concepto central, el grupo de guionistas acreditados juega con la dinámica del conjunto de las posibles víctimas, lo que para los espectadores adictos a este género les resultará divertida y está llevada a buen ritmo.
Como es habitual son producciones de bajo coste (5'5 millones) y consecuentemente logra un alto rendimiento (más de 11 millones)
El hecho de ser la noche de Halloween en la que todo el mundo va disfrazado por las calles, aumenta el terror no sólo de los monstruos de las atracciones, que dan origen a sobresaltos o bromas, sino que también los propios visitantes dan ocasión a provocarlas, aunque entre ellos un asesino las convierte en una dura realidad y no se sabe por qué la ha tomado con el grupo de los seis chicos de la pandilla protagonista.
Esto hace que en distintos momentos de la historia vayan cayendo uno tras otro con la incógnita final de quién quedará el último o serán los postreros en morir, como suele ocurrir en multitud de títulos semejantes de este tipo de historias terroríficas.
Hay ciertamente momentos que resultan bastante agobiantes, mientras otros son muy convencionales propios del género y como siempre nadie da crédito cuando se trata de denunciar los hechos, ni siquiera los guardias de seguridad del parque o la policía.
Uno de los convencionalismos y de los impedimentos es que los móviles no tienen cobertura en el interior del parque con lo que pedir ayuda por ese procedimiento resulta inútil.
El hecho de desarrollarse prácticamente toda la acción en el Hell Fest y posteriormente en otra sección del mismo llamada El cementerio, da origen a constantes sobresaltos que si bien resultan reiterativos, hay que admitir que todos los monstruos son diferentes y en algunos de los casos muy originales, lo que hace que sea más llevadera.
En cuanto a la interpretación son actores juveniles, posiblemente con poca experiencia en actuar, pero no tienen más que hacer lo que haría cualquiera con su edad y en esas circunstancias, que agradan al espectador.
En lo referente a la realización cae en manos de Gregory Plotkin, un montador que se pasó a la dirección de un largometraje con 'Paranormal Activity: Dimensión fantasma' (2015) que hace con éste el segundo título de su filmografía hasta ahora especializada en este género del que montó varias de ellas.
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