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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras recaudar 'El cementerio viviente' (1989) 84 millones de dólares en todo el mundo, habiendo costado algo más de once, lo que supuso uno de los mejores resultados de taquilla para una producción de terror, no era de extrañar que se hiciera esta continuación.
No es muy frecuente que una mujer dirija, y mucho menos que en su aún corta producción haya dos películas, que conozcamos y que ambas sean del género de terror.
Nos estamos refiriendo a Mary Lambert que tras convertirse en una cotizada realizadora de videoclips musicales para Madonna, Janet Jackson y otros famosos cantantes, debutó con 'Relación fatal' (1987), hizo la primera parte de 'El cementerio viviente' (1989), basada en la novela de Stephen King, publicada media docena de años antes, que estuvo durante 30 semanas en el número 1 de la lista de los libros más vendidos del New York Times.
Después realizó 'Grand Isle' (1991) y en su cuarto film vuelve con el mismo tema de aquella exitosa cinta de terror para hacer esta segunda parte, esta vez sin el apoyo del famoso novelista del género terrorífico en el guion, sino que en este caso, basándose en aquella idea, se recrea un nuevo argumento original escrito directamente para la pantalla.
Prácticamente lo único que permanece es el cementerio indio del pequeño pueblecito, en el que existe la leyenda de que los animales enterrados allí, vuelven de nuevo a la vida, aunque con un aspecto terrorífico.
Chase, el esposo, viudo de una actriz que ha muerto electrocutada en un extraño accidente durante el rodaje de una película de terror, y Jeff, su adolescente hijo, llegan al pueblo natal de ambos para comenzar una nueva vida.
Su único amigo Drew, le cuenta la leyenda del antiguo cementerio indio con poderes de resurrección, y deciden vivir juntos una terrorífica aventuras al despertar los dormidos poderes del misterioso lugar.
Un perro enterrado en el cementerio, vuelve a la vida y el chico quiere hacer lo propio con su madre recién fallecida.
Los films de terror, que tan preferidos son por los más jóvenes actualmente, corren el peligro de que a poco que el realizador se pase un pelo pueden caer rápidamente en el más profundo de los ridículos y producir entonces el efecto contrario en el espectador, esto es, la risa.
Eso mismo es lo que ocurre con algunas secuencias de esta nueva entrega de Mary Lambert, que lleva bien el previsible relato, que canta a las claras lo que puede suceder, y en efecto sucede, aunque sean hechos inverosímiles, como ocurre frecuentemente en las cintas del género de terror.
Esta secuela ya no fue tan exitosa ya que los ocho millones de presupuesto que costó sólo originaron en taquilla algo más de diecisiete.
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